Messi conquistó Yedda y, sin embargo, será el Atlético el que acuda al encuentro del Madrid en la final de la Supercopa. Las concesiones defensivas condenaron al Barça después de vencer la heroica resistencia de Oblak y frustraron tanto la generosa actuación de su capitán como el partido soñado por la Federación Española y por Arabia Saudí: un Barça-Madrid. Vivió el Atlético de las áreas y de las jugadas episódicas en un partido volcánico, vertiginoso, repetidamente interrumpido por el VAR e ilustrado por una magnífica versión de Messi. El Atlético-Barça recuperó las esencias y volvió a ser aquel clásico que tenía enganchada a la afición de Europa.
Valverde se tomó muy en serio la contienda: ausente por lesión Ter Stegen, formaron los titulares con la excepción de Umtiti y si se quiere de Arturo Vidal, el jugador número 12 por definición, futbolista de momentos más que de partidos, ahora mismo la energía y el optimismo personificados en el Barcelona. Nadie mejor que el chileno para levantar el ánimo azulgrana de la misma manera que Correa ha sido el jugador fetiche del Atlético. El desequilibrio del rosarino fue capital últimamente en un equipo que defiende como ninguno a partir de la eficacia de Oblak. La recuperación de Savic y la momentánea lesión de Correa después de chocar con Neto aumentaron más todavía el interés de Simeone por perfeccionar el cierre de su área ante el tormento de Messi.
El factor diferencial de los Atlético-Barça es Messi, autor de 31 goles en 40 partidos, la atracción en el estadio King Abdullah. Los aficionados acudieron a la cita para ver a Messi de la misma manera que en la semifinal anterior asistieron como seguidores del Madrid. A la espera del aclamado 10, el partido se arrancó con el juego colectivo del Atlético y las dudas de Umtiti, hasta que Correa salió dañado de un duelo con el meta del Barça. También se dobló Oblak después de una carga de Luis Suárez y más tarde cayó Messi en unos minutos muy accidentados y dolorosos para los desconcertados muchachos de Simeone. El encuentro viró descaradamente a favor del Barça de Messi. El equipo encontró al 10 y enfocó sin parar a Oblak.
El portero estuvo espléndido en un tiro del capitán barcelonista y en un mano a mano con Griezmann. Apenas salía de su cueva el Atlético, muy exigido y disminuido por la dolencia de Correa. Messi encaraba y desbordaba, entraba bien por la banda derecha Sergi Roberto y alborotaba mucho Vidal. A los azulgrana, sin embargo, les faltaba precisión en el último pase y contundencia en el remate ante el fiable Oblak. No hubo noticias de João Félix hasta que camino del vestuario en el descanso se las tuvo con Alba y con Messi. Alrededor de las dos figuras se montó una tangana que el árbitro solucionó con tarjetas para Luis Suárez y Savic. João Félix reapareció nada más comenzar la segunda parte con un sombrero al que dio continuidad Correa y chutó el reaparecido Koke.
La jugada desmintió en los primeros 20 segundos de la segunda parte las conclusiones de la primera: João Félix estaba presente, Correa no se había lesionado y el cambio de Koke por Herrera fue tan certero que el volante marcó nada más tocar la pelota: 0-1. La respuesta de Messi fue igual de orgullosa porque porfió por un balón jugado por Suárez a centro de Vidal y no paró hasta vencer a Oblak. Aumentó la tensión competitiva y el partido se puso estupendo por la ambición del Barça por derribar el muro de Oblak. El portero no pudo con Messi ni finalmente tampoco con Griezmann. Aunque el árbitro y el VAR le anularon un gol al 10 por ayudarse en un control con el hombro, no perdonó después el exdelantero del Atlético.
Griezmann cabeceó a la red un rechazo imponente de Oblak después de un testarazo de Luis Suárez a centro de Alba. Al francés le faltaba anotar ante su exequipo y no paró de rematar hasta que a la tercera venció a su excompañero en el Atlético. El encuentro quedó a merced del Barça hasta que el VAR le anuló un segundo gol por fuera de jugo: Piqué remachó una falta botada por Messi y tocada por Vidal.
La acción descentró a los azulgrana, que concedieron un penalti después de una pérdida de Busquets, cuando Simeone ya había movido el banquillo y renunciado al recaído Koke. Aturdidos, los azulgrana reiteraron sus errores en la zaga y después de una polémica jugada por manos de Piqué —no advirtió voluntariedad el colegiado después de consultar al VAR— tomaron el tanto definitivo de Correa. El peor castigo para el mejor Barça, excelente en ataque, mejor cuando llevó la iniciativa, superior en tres de los cuatro tramos del encuentro, y por el contrario, vulnerable sin la pelota, eliminado en un cuarto de hora, desorientado por el VAR, ido del partido desde el tanto anulado a Piqué y sorprendido por la efectiva pegada del Atlético, tan fecundo en Yedda como estéril en LaLiga.
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