Guante de seda y discurso de hierro. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha llegado este miércoles a Londres para empezar una nueva fase. El Brexit, ha dicho, ya no es una incertidumbre sino una realidad. Toca ahora trabajar en la construcción de una nueva relación política muy compleja, que no podrá estar lista, como asegura Boris Johnson, si no se extienden los plazos y el periodo de transición concluye el próximo 31 de diciembre. “Cuanto mayores sean nuestras divergencias, más distante será nuestra relación”, ha advertido.
No era el comienzo de las negociaciones. Más bien, una visita de cortesía al Reino Unido para mostrar las nuevas cartas que hay sobre la mesa. Por eso, mucho más importante que su encuentro con el primer ministro Johnson en Downing Street, era el discurso previo que Von der Leyen pronunció en la London School of Economics (LSE), la institución universitaria donde la dirigente alemana pasó una de las épocas más alocadas y enriquecedoras de su juventud, según una confesión propia. “Cuando el sol salga el 1 de febrero [el Reino Unido abandonará oficialmente la UE el próximo 31 de enero] la UE y el Reino Unido seguirán siendo los mejores amigos y socios. Los lazos que nos unen seguirán irrompibles”, ha asegurado.
Las elecciones del pasado 12 de diciembre, que dieron una mayoría incontestable a Johnson, zanjaron también cualquier duda sobre la salida del país de la Unión Europea. Se abre un periodo más complejo, pero políticamente menos tenso. Ya solo se trata de definir el grado de separación que Londres y Bruselas están dispuestos a negociar. “Cuanto mayor divergencia haya en nuestras posturas, más distante será nuestra relación. Y sin una extensión del periodo de transición más allá de 2020, no podemos esperar que exista un acuerdo en cada aspecto de esa nueva relación”, ha advertido. Johnson incorporó a la ley que desarrolla el acuerdo de retirada, aprobada en primera lectura por la nueva mayoría parlamentaria conservadora antes de Navidad, la prohibición expresa de prorrogar el periodo de negociaciones de transición más allá del 31 de diciembre de 2020, aunque Bruselas y Londres hubieran dispuesto ampliaciones de hasta dos años para esta eventualidad.
El líder tory quiso así zanjar las dudas de aquellos euroescépticos que le dieron su apoyo para convertirse en primer ministro. “No quedará más remedio que establecer prioridades. Y los objetivos de la Unión Europea en estas negociaciones son muy claros. Trabajaremos en aquellas soluciones que defiendan la integridad de la UE, su mercado interior y su unión aduanera. No puede haber cesiones en este aspecto”, ha dicho la presidenta de la Comisión.
Nadie lo ha fijado como política oficial, pero existe la convicción generalizada de que, como ha señalado Von der Leyen, si se quiere evitar que el Reino Unido suelte todo lastre con la UE y se atenga simplemente a las reglas de la Organización Mundial del Comercio (el Brexit duro anhelado por los euroescépticos), las negociaciones deberán tener fases y los objetivos y sectores tendrán que ser claramente fijados. Así lo sugería el exministro de Economía, Philip Hammond, a EL PAÍS en una entrevista el pasado diciembre.
La voluntad de Bruselas, expresada ayer por Von der Leyen, consiste en recordar continuamente a Londres aquello a lo que renuncia a cambio de su pretendida “soberanía económica”. “Sin la libertad de movimiento de personas, no puedes tener libertad de movimiento de capital, bienes y servicios. Sin reglas del juego equiparables en materia medioambiental, laboral, fiscal o de ayudas estatales, no puedes pretender el acceso de mayor calidad al mercado interior más grande del mundo”, ha señalado la dirigente comunitaria.
Junto al palo, Von der Leyen ha mostrado la zanahoria. “Estamos preparados para diseñar una nueva relación en la que no existan aranceles, cuotas ni desventajas competitivas. Una relación que vaya más allá del ámbito comercial y cuyo alcance no tenga precedentes”, ha asegurado en un discurso en el que ha querido recordar a Londres que estos tres años de distanciamiento y fricción han tenido la grata consecuencia de reafirmar la convicción y la fe en la unidad de Europa. “Lo cierto es que el Brexit ha servido para resaltar el valor de permanecer juntos hoy en un mundo cada vez más inestable. Ha reforzado nuestra creencia colectiva de que juntos podemos hacer más porque, individualmente, las naciones de Europa se han vuelto más pequeñas y menos influyentes en el mundo”, ha dicho.
Johnson y Von der Leyen, que compartieron años de escuela en Bruselas en el European School, han desplegado en su primer encuentro toda una panoplia de gestos amables, anécdotas comunes y voluntad de deshielo en las relaciones personales, pero pocas pistas todavía sobre su verdadera voluntad de flexibilidad en unas negociaciones a punto de comenzar.
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