Tras una década marcada por la formidable policrisis conformada por las turbulencias económicas, el desafío migratorio y el Brexit, la UE aspira a aprovechar el primer año del nuevo decenio para dar gran impulso a sus prioridades de futuro: en primer lugar, el Acuerdo Verde Europeo (auténtico tótem de una nueva era); luego la cuestión digital (fundamento estratégico de futuro), en sus aspectos impositivos, regulatorios y de innovación; la reordenación del sistema migratorio y de asilo común (materia que mueve masas de votos); la integración de la defensa (clave de la autonomía geopolítica europea); y la resolución de múltiples conflictos comerciales (principal terreno de la lucha de potencias).
Esa ambición de gestionar cuestiones de fondo deberá sobreponerse al desafío de las urgencias sobre la mesa, que distraen y corroen.
En primer lugar el Brexit, gran asunto pendiente. Todo apunta a que el 31 de enero se consumará la salida del Reino Unido de la UE. Pero el primero ministro británico, Boris Johnson, ha fijado el 31 de diciembre de 2020 como fecha máxima para el cierre de un pacto sobre la relación futura con los Veintisiete. Por tanto, se augura un año de frenéticas y tensas negociaciones para sellar un acuerdo de enorme complejidad.
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En segundo lugar, en 2020 también debe quedar aprobado el presupuesto de la UE para el próximo septenio, otra corrosiva negociación que copará el escenario y que formará el sustento de todos los ejes de trabajo mencionados.
En clave externa, la UE deberá afrontar la competencia cada vez más descarnada de otras potencias; en clave interna, se ve venir una ralentización económica y permanece la espina en el flanco de los movimientos populistas euroescépticos, que no triunfaron en las elecciones europeas del pasado mes de mayo, pero disponen de una fuerza considerable.
Con todo, lo peor de la policrisis de la década anterior está superado; las instituciones europeas acaban de empezar un nuevo ciclo con el vigor que estos momentos siempre representan; las legislaturas alemanas y francesas expiran en 2021 y 2022, respectivamente. Por tanto, 2020 constituye una ventana de oportunidad.
Sobre todas estas cuestiones, sin pretensión de exhaustividad, sigue a continuación una visión de perspectiva apoyada en la mirada de cuatro comisarios europeos -la vicepresidenta ejecutiva Margrethe Vestager (Una Europa adaptada a la Era Digital); los vicepresidentes Josep Borrell (Alto Representante de la Política Exterior y Seguridad) y Margaritis Schinas (Promoción del Modo de Vida Europeo); y el responsable de Comercio, Phil Hogan-. Sus puntos de vista fueron recogidos durante más de cuatro horas de diferentes conversaciones mantenidas en Estrasburgo a mediados de diciembre, en el marco de un viaje organizado y financiado por la Comisión Europa para un reducido grupo de periodistas españoles.
La cuestión verde
Las conversaciones con los cuatro comisarios evidencian la interiorización del Pacto Verde como gran prioridad de la nueva etapa, con derivadas en múltiples áreas y capacidad de convertirse en la nueva gran bandera de la UE. “Hemos puesto en marcha el pacto verde europeo. Esto coloreará todo el mandato. Cada sector, cada estrategia tendrá que ser repensada para ayudar a alcanzar el objetivo. Además, es una estrategia de crecimiento” afirma Margrethe Vestager (Dinamarca, 1968). No faltan problemas, puntos de resistencia, críticas de tibieza. “Pero si miramos a tan solo hace dos años atrás, se habrían encontrado no más de 10 o 12 Estados de la Unión ambiciosos en materia de lucha contra el cambio climático. Esto ha cambiado mucho. Esta dinámica ha cambiado por lo que piden los electores”, afirma la vicepresidenta.
La definición de los mecanismos para avanzar hacia la consecución del objetivo de neutralidad de emisiones para 2050 será, por tanto, un eje político central de 2020. Una misión titánica que abarca resistencias gubernamentales internas (Polonia) y externas (negacionismo de EE UU, reticencia de China, etc.); negociaciones sectoriales; la activación de ingentes fondos para estimular la innovación y compensar a los damnificados.
La transversalidad del tema es total. Josep Borrell (España, 1947) señala que su mandato incluye una “intensa diplomacia climática” y subraya la tremenda complejidad, incluso moral, del asunto: “Nosotros vamos hacia la neutralidad de emisiones. Otros países observan que buena parte del CO2 que ellos emiten es para producir bienes que nosotros consumimos. ¿Qué es lo que cuenta? ¿El carbono producido o el consumido?”.
En ese sentido, Vestager señala la alta intensidad de consumo energético de los servicios digitales. Un par de búsquedas en Google equivalen al gasto energético para producir una taza de café, dice, y por ello destaca la importancia de proyectos de interés común europeos en los sectores de microprocesadores y baterías para lograr que sean más eficientes.
Phil Hogan (Irlanda, 1960) recalca cómo, también en la política comercial, la cuestión de las emisiones será cada vez más una estrella polar en la gestión de los acuerdos. La transición verde tocará en 2020 un abanico de extraordinaria amplitud.
El Brexit
La negociación de la futura relación con el Reino Unido marcará con fuerza el año. Tras la victoria con clara mayoría absoluta en las legislativas de diciembre, el primer ministro británico, Boris Johnson, busca establecer por ley el 31 de diciembre de 2020 como fecha límite para el pacto, pese a que las estipulaciones actuales prevén la posibilidad de una extensión del periodo transitorio más allá de esa fecha.
“No puedo entender por qué el primer ministro británico se ata a un tan corto plazo de negociación”, dice Hogan. “Vivo en la esperanza de que él demuestre la misma flexibilidad que demostró en octubre de 2019”, añade con sorna el comisario, “cuando no pereció en una cuneta (como había afirmado preferir ante que aceptar una prórroga) y hubo una extensión hasta finales de enero aunque lo negara durante meses. Probablemente está reforzado por su mayoría, pero sería sabio mantener cierta flexibilidad, para al menos aceptar la perspectiva de cerrar los principios del acuerdo político y quizá dejar tiempo para la implementación de las legislaciones necesarias. Si quiere empezar sobre la base de que él tiene todas las cartas en la negociación está haciendo un error fundamental en su estrategia negociadora”, dice Hogan. El 43% de todo el comercio del Reino Unido se hace con la UE (y el 25% del de la UE es con el Reino Unido), señala el comisario.
Se trata de una negociación de una complejidad notable, que abarca cuestiones de seguridad y culturales. Posiblemente las más espinosas sean las que afectarán a los servicios financieros de la City.
En términos generales, las señales políticas procedentes de Londres (y la mera voluntad de zanjar esto tan rápido) apuntan a la voluntad británica de negociar un acuerdo de mínimos que deje las manos muy libres al Reino Unido para buscar ventaja competitiva frente a la UE en términos fiscales, laborales, sociales. Bruselas debe prepararse en 2020 para la metamorfosis del Reino Unido de socio a rival, como alertó la canciller alemana, Angela Merkel, hace unos meses.
La política migratoria
Desde la notable ola de llegadas de 2015, la cuestión migratoria es uno de los mayores agitadores políticos del continente. Ha movido millones de votos y dado alas a numerosos partidos nacionalpopulistas. Un quinquenio después, la UE todavía no ha logrado pactar una reforma integral del sistema migratorio y de asilo. Mientras la intensidad del flujo ha menguado desde entonces, sigue habiendo situaciones dramáticas y la UE continúa resolviendo los problemas crónicos con parches ocasionales en medio de un andamiaje anticuado. Margaritis Schinas (Grecia, 1962) es el vicepresidente encargado, entre otras cosas, de culminar años de negociaciones en una nueva arquitectura que garantice solidaridad a los países de la frontera externa. La tarea es hercúlea, como muestran años de fracasos absolutos, pero Schinas muestra optimismo y planifica presentar en marzo a los países miembros su plan de reforma.
“El actual sistema de asilo supone pasar la responsabilidad de todos a los países de la frontera externa. Esto no puede ser. No puede ser que Grecia, España, Malta e Italia asuman esta responsabilidad en nombre de los demás. Hay que cambiar las leyes y encontrar una manera de compartir esta responsabilidad entre todos. Pero esto no se puede hacer de manera aislada. Hay que añadir más cosas. El desafío principal es cómo construir el pacto de manera que todo el mundo encuentre algo que le interesa y le permita participar”, argumenta Schinas.
Hasta ahora, varios países, especialmente en el este del continente, se han mostrado reticentes o férreamente opuestos a asumir compromisos de solidaridad. El comisario griego plantea las siguientes vías de trabajo para vencer resistencias.
1. “Primero, necesitamos una ola de acuerdos con países de origen y de tránsito, para ayudarles a crear prosperidad, gestionar sus fronteras y sus estructuras. Hay que plantear partenariatos, no se puede dar solo dinero e inversión. Tienen que incluir comercio, visados, bolsas Erasmus…”.
2. “Segundo, mejorar la gestión de las fronteras externas con 10.000 funcionarios permanentes. Desplegaremos en primavera los primeros 700 guardacostas europeos. Serán el primer cuerpo comunitario que tendrá sus propios equipamientos, barcos, llevarán armas, tendrán uniformes comunitarios. Nos estamos moviendo hacia un modelo de federalización de la gestión de las fronteras”.
3. “También habrá en el pacto un elemento de migración legal, para poder traer gente a Europa con competencias y habilidades que esta necesita de manera ordenada, porque mientras no tengamos un sistema de migración legal, empujamos la ilegal”.
4. “Además, queremos poner en el pacto una dimensión importante de retornos. Tenemos que mejorar las cifras de retorno de aquellos que no tienen derecho de asilo. Una de las razones por las que fracasamos en el intento de 2016 es precisamente porque los Gobiernos de Visegrado y otros no quisieron participar porque no tenían la certidumbre de que había una dimensión de responsabilidad suficiente en términos de control de fronteras y mecanismos de retorno”.
Schinas plantea crear un sistema con diferentes mecanismos de solidaridad. “Una idea de cómo estructurar más la solidaridad sería organizar diferentes canastas. Una canasta de relocalización automática de demandantes de asilo, otra de suministro de medios, otra de asumir tareas (por ejemplo, gestionar retornos). La idea es que todos contribuyan a las canastas. Sin penalidades. La condición importante es que tienen que tener un número suficiente de Estados miembros que se solidaricen en el primer concepto”.
En la pasada legislatura el fracaso fue rotundo. El comisario griego ofrece argumentos para su actual optimismo: “Primero, Europa no puede fracasar por segunda vez en una cosa tan importante y hay consciencia de ello. Segundo, comienza un nuevo círculo político y siempre hay más oportunidades en estas fases. Tercero, Francia y Alemania por primera vez tienen ministros del Interior muy fuertes, muy buenos y muy europeos que están dispuestos a poner toda la carne en el asador. Cuarto, el dúo Schinas / Ylva Johansson (Comisaria de Interior) es un dúo bien pensado, porque yo soy un griego de la familia popular que conoce bien la situación de los países de frontera y la comisaria Johansson es una sueca socialdemócrata de un país campeón de recibir [peticionarios de asilo]”.
“Europa seguirá siendo un territorio de asilo. Es lo que nos define”, asegura Schinas.
La agenda digital
La gestión de las colosales plataformas digitales será también uno de los asuntos clave de 2020. Esto es otro asunto estratégico y transversal, que concierne aspectos tributarios, regulatorios, de innovación industrial. En el apartado fiscal, Vestager advierte de que la Comisión actuará a finales de 2020 si la OCDE no logra plasmar un sistema global que garantice un ecuo pago de tributos por parte de estos gigantes.
“La OCDE está en ello. Lo mejor sería una solución en ese marco, porque sería global. Pero si no cuaja, la Comisión abordará esto de nuevo [después de un fracaso en la anterior legislatura]. Veremos cómo podemos reconstruir una nueva propuesta. Esto es muy importante. Es absolutamente insostenible que la mayoría de las empresas paguen sus impuestos y luego miren a sus competidores y vean que estos no lo hacen por razones que tienen a que ver con su modelo de negocio”, dice Vestager.
La vicepresidenta también aborda cuestiones de asimetría regulatoria vinculadas al acceso y almacenamiento de datos. “Para el sector bancario creo que la cuestión impositiva no es el mayor problema. Lo es la asimetría con respecto a qué tipo de acceso tienen a los datos de los clientes. Hay bancos europeos que querrían ampliar su portfolio de servicios pero no tienen necesariamente el mismo acceso a datos que tienen algunas de estas plataformas digitales, porque hemos estado regulando los bancos pero no las plataformas. Trabajaremos sobre ello. Esto en parte se aplica a las telecoms, que también están sometidas a regulaciones. Así que hay asimetrías en cuanto al acceso a datos y la manera en la que esto está regulado. Tendremos que ver si hay que flexibilizar la regulación en algunos sectores si es excesiva o aumentarla en las plataformas”, apunta la vicepresidenta.
Más allá de la cuestión de las plataformas, el apartado digital presenta otros trascendentales desafíos, entre los que destaca la implantación de las redes 5G, objeto de un enorme pulso internacional ante los temores de que adjudicaciones a la compañía china Huawei puedan favorecer actividades de espionaje.
El comercio
Los pulsos comerciales son quizá el terreno privilegiado de la rivalidad entre potencias. La UE navega en aguas procelosas tanto en la relación con Estados Unidos como con China. En el primer caso, el espectro de una guerra arancelaria sigue sobrevolando el Atlántico y las discrepancias sobre la OMC agravan la perspectiva; en el segundo, Bruselas negocia con Pekín un acuerdo sobre inversiones.
“Con respecto a EE UU, haremos el máximo para trabajar con Washington a pesar de que hay dificultades en la relación”, dice el comisario Hogan. “Tenemos un pilar para apoyar el relanzamiento de la relación, que es el encuentro entre los presidentes [Donald] Trump y [Jean-Claude] Juncker en julio de 2018. Pero no ha ocurrido nada desde entonces, lamentablemente. Como saben, desde el 11 de diciembre el panel de apelación de la OMC para resolver disputas ya no tiene quorum debido al bloqueo de EE UU. Esto es lamentable. Queremos trabajar con EE UU para reformar la OMC, para hacerla más eficaz, queremos escuchar las ideas de EE UU, pero no hemos recibido ninguna hasta la fecha”, lamenta el irlandés.
“Con respecto a China”, añade, “buscamos para septiembre de 2020 un acuerdo sobre inversiones. Nuestros objetivos incluyen mejor acceso al mercado chino para las empresas europeas en un espíritu de reciprocidad. También nos inquieta el alto nivel de ayudas de estado que permiten a compañías chinas invertir en Europa; la cuestión de las transferencias forzosas de tecnología y, en general, el establecimiento de un terreno de juego nivelado”.
Hogan recalca que priorizará el esfuerzo para que las pymes puedan beneficiarse plenamente de los acuerdos ya sellados y de los futuros.
Política Exterior y Defensa
El Alto Representante Borrell ha repetidamente exhortado a la UE a asumir el papel de actor del gran juego geopolítico, advirtiendo que la alternativa es convertirse en terreno de juego. A la vez, exhorta a ser realistas. “Hay que serlo. Somos lo que somos. Las posiciones de los distintos países son diferentes, para qué engañarnos. Tenemos que hablar de las diferencias, buscar posiciones comunes e unidad y luego buscar socios, multilateralismo”, dice el político español. “Uno de los puntos más débiles de nuestra política exterior es que nuestros interlocutores conocen nuestras divisiones. Además, nos movemos en una interfase delicada entre valores e intereses”.
Los retos de coordinación serán múltiples. Las relaciones con Rusia y el conflicto libio son dos asuntos que mantendrán ocupada a la UE en 2020 y en los que se notan síntomas de descoordinación. “Rusia es un tema divisivo. Pero acabamos de renovar las sanciones. A mi juicio, no deberíamos levantarlas sin que se haya obtenido algo de Rusia, pero está claro que la relación no puede limitarse a acumular sanciones”, observa Borrell.
Por otra parte, se notan discrepancias en varios asuntos entre Alemania y Francia. Borrell no las niega. “No creo que sean mayores que en otros momentos. Quizá ahora se hacen más explícitas”, dice.
Por otra parte, el desarrollo de una política de defensa común es otro reto de peso para el año que empieza y en el que hay impulsos diferentes. El asunto es una de las banderas de la autonomía geopolítica europea en un mundo cambiante y ante una relación con EE UU que metamorfosea. “Por un lado están quienes creen en la creación de capacidades conjuntas. En definir juntos qué necesitamos y cómo lo logramos. Gastamos entre todos 250.000 millones al año en Defensa, pero de forma poco eficiente porque cada uno persigue su estrategia. Por otro lado, están quienes tienen un punto de vista más operativo, tener fuerzas preparadas para poder actuar rápidamente sobre el terreno. Por último, aquellos que se consideran satisfechos con la OTAN”.
Mejorar la cohesión en estos terrenos en tiempos geopolíticamente tan exigentes a la vista de la asertividad de varias potencias será un reto clave de 2020.
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