El 13 de diciembre, tres encapuchados robaron un botín de joyas valoradas en 70 millones de euros de la mansión de Tamara Ecclestone, hija del magnate de la Fórmula 1 Bernie Ecclestone, de 89 años. Pese a las medidas de seguridad con que cuenta la vivienda, que incluyen cámaras y guardias, los cacos lograron entrar directamente a la habitación donde se esconden las cajas fuertes y hacerse con las joyas en un tiempo récord de 50 minutos. Poco antes, Tamara, de 35 años, había publicado en sus redes sociales que se iba de vacaciones a Laponia junto a su marido y su hija de 5 años, donde les sorprendió la noticia.
Pese a lo espectacular del hurto, hay otro robos dignos de película que, de un tiempo a esta parte, ocupan titulares en Reino Unido y quitan el sueño a u buen número de ricos y poderosos. Uno de los más sorprendentes es justamente el que sufrió el excuñado de Tamara, James Stunt, exmarido de su hermana Petra, víctima del mayor robo de la historia de Gran Bretaña, en diciembre del 2017: un grupo de delincuentes entró a su casa en el barrio de Belgravia y se llevaron de una gran caja fuerte dinero, piedras preciosas y otros objetos, valorados en más de cien millones de euros.
Víctimas en casa
El pasado noviembre, otra millonaria fue víctima de una banda que asaltó su mansión al norte de Londres y se llevaron más de un millón de euros en metálico, ropa y accesorios de lujo, así como joyas consideras «raras», por lo que se sospecha que fue un coleccionista quien ordenó el atraco. Lo llamativo es que los encapuchados entraron descaradamente a las cinco de la tarde forzando la puerta principal de la vivienda, mientras la mujer y sus hijos pequeños estaban en la casa.
Pero no solo los millonarios son blanco de los cacos. Los bancos han sido, desde hace años, un atractivo para grupos violentos que, amenazando con armas o directamente cometiendo secuestros, han desvalijado depósitos de dinero y oro. Es el caso del robo de 62 millones de euros en efectivo en un depósito de Securitas en Kent, en 2006. Un grupo de hombres que se hicieron pasar por agentes de Policía secuestraron a Colin Dixon, gerente del depósito que manejaba dinero en efectivo para el Banco de Inglaterra, mientras otra banda de falsos policías secuestraron al mismo tiempo a su esposa y a su hijo de 8 años. Al día siguiente, los tres fueron llevados al depósito, donde estaban maniatados 14 trabajadores más. Todos fueron encañonados mientras otros miembros de la banda cogían el dinero.
Tampoco se han salvado las joyerías. Uno de los atracos más inteligentes fue el de Graff Diamonds, llevado a cabo hace diez años en la calle londinense de Bond Street. Dos hombres acudieron primero a una peluquería en la zona de Covent Garden, donde pidieron que los maquillaran como dos ancianos para un supuesto vídeo musical. Más tarde, entraron a la joyería, donde encañonaron a los empleados y obligaron a uno de ellos a vaciar las vitrinas de relojes, anillos y collares de diamantes valorados en 47 millones de euros. Otros dos cómplices habían alquilado dos coches que fueron colocados estratégicamente para bloquear el paso de las patrullas de la Policía. Aunque finalmente los cuatro fueron apresados y condenados, los diamantes nunca aparecieron.
De película
Muy llamativo y al mejor estilo de Hollywood fue el de la joyería Hatton Garden. Fue orquestado por cuatro pensionistas de entre 63 y 78 años -liderados por John «Kenny» Collins y Daniel Jones-, que bajaron por el hueco de un ascensor y abrieron un pequeño túnel que daba a la bóveda de la tienda. Enterraron una parte del botín en un cementerio y otros cinco millones los repartieron en casas de conocidos. Fueron atrapados por la Policía ya que, pese a la cuidada planificación del atraco, cometieron un grave error: lo planearon mientras bebían en un pub, y alguien los escuchó. Precisamente Jones había sido detenido en 2015 por robar en la joyería Chatila, en Old Bond Street, unos aretes de perlas y diamantes que Amal Alamuddin había encargado para su boda con George Clooney.
Cada año se producen en Reino Unido más de un millón de robos y casi el 95% quedan sin resolver. Al cabo, buena parte de ellos son «robos a la carta» y por encargo de coleccionistas obsesionados con alguna pieza concreta.
abc
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