Sobre las aguas del Chao Praya, 2.200 remeros en perfecta sincronía hacían avanzar 62 barcazas en formación de combate. Miles de ciudadanos de Bangkok se asomaban a los márgenes del río para saludar a la comitiva, portando dos banderas: la tricolor nacional y la amarilla de la monarquía. En la embarcación central, vestido de oro, iba sentado el nuevo rey de Tailandia. Esta tradición de 700 años de historia, celebrada la semana pasada, supone la clausura de la coronación que ha convertido a Maha Vajiralongkorn en Rama X. El proceso se puso en marcha hace más de tres años, tras el fallecimiento de su padre, el rey Bhumibol –Rama IX–, y su lentitud contrasta con la velocidad a la que el nuevo jefe de Estado ha protagonizado todo tipo de escándalos.
La polémica ha sido una constante en la vida de Vajiralongkorn, y nada ha cambiado desde que en mayo de este año tomara asiento por primera vez en el trono real, después de un intricado ritual por el que fue erigido en semidiós. La monarquía, pilar del estado moderno tailandés, está protegida por una ley de lesa majestad que castiga con cuantiosas multas y hasta 35 años de cárcel cualquier comentario negativo sobre la familia real –mascotas incluidas–. Las dudas sobre la idoneidad del actual monarca, sin embargo, han sido vox populi desde que en 1971 fuera proclamado heredero. La sombra de su progenitor, además, es alargada: el difunto rey Bhumibol lideró el país durante 64 años y siempre contó con la veneración de una gran mayoría de sus súbditos.
Vajiralongkorn demostró pronto que no iba a permitir que la escrupulosidad con la que su padre había respetado la ortodoxia monárquica se interpusiera en su camino. En concreto, cuatro días antes de su coronación, cuando contrajo matrimonio en cuartas nupcias con Suthida Tidjai. Los cónyuges se conocieron cuando ella trabajaba como azafata para Thai Airways, y tras comenzar su romance él la integró en la Guardia Real, donde se desempeñó como guardaespaldas antes de ser nombrada —por su actual marido— general de las fuerzas armadas.
La pareja se convirtió oficialmente en un terceto en julio, cuando Sineenat Wongvajirapakdi fue nombrada “consorte real”. La poligamia había sido una práctica habitual en Tailandia —como un modo de asegurar la lealtad de las familias más poderosas hacia la corona— hasta que con la transformación del país en una monarquía constitucional se abandonó. Sineenat se convirtió en la primera persona en ostentar este cargo en casi un siglo: el último nombramiento databa de 1920. Su biografía guarda muchas semejanzas con la de la actual reina: enfermera de profesión, en algún momento de su vida comenzó una relación sentimental con Vajiralongkorn. Entonces se incorporó al aparato de seguridad estatal, donde trabajó como guarda de seguridad, piloto y paracaidista; hasta que este mismo fue año fue ascendida a... general de las fuerzas armadas.
Pero Sineenat no duró demasiado como cortesana. Apenas habían pasado dos meses cuando el rey Vajiralongkorn la repudió, despojándole de todos sus títulos, por medio de un documento en el que la acusaba de “deslealtad”, “desobediencia” y de “hacer todo lo posible por elevarse a la altura de la reina”. A este episodio le siguió una purga en palacio. Diez personas fueron despedidas, incriminadas por “faltas muy graves” que comprenden desde “mala conducta” hasta “adulterio”. El paradero de Sineenat o sus perspectivas de futuro han sido un misterio desde entonces.
Se consumaba así un nuevo fracaso en la errática vida amorosa del rey Vajiralongkorn, quien ha estado casado hasta en cuatro ocasiones. La primera de ellas en 1977 con su prima, la princesa Soamsawali Kitiyakaram, a quien unos pocos años más tarde abandonaría en favor de la aspirante a actriz Yuvadhida Polpraserth. En 1994 se dieron el “sí, quiero” y juntos tuvieron cinco hijos, entre ellos a su primogénito, Juthavachara Mahidol. Dos años más tarde Polpraserth se fugaría al Reino Unido con su prole, por lo a que todos ellos se les retiraron sus pasaportes y títulos reales.
La tercera boda llegó en 2001. La agraciada esta vez fue Srirasmi Suwadee, miembro del servicio personal del monarca, aunque su matrimonio no se hizo público hasta 2005, año en el que nació el príncipe Dipangkorn Rasmijoti. Tampoco esta relación acabó en buenos términos: acusada de participar en las prácticas corruptas de sus familiares, perdió sus títulos reales tras su divorcio en 2014. Esta decisión no afectó a su hijo, que permanece primero en la línea de sucesión al trono.
Pero las injerencias del nuevo rey no se han restringido a lo amoroso, sino que también se inmiscuyen en la arena política. Con uno de sus primeros mandatos puso bajo su control persona la Oficina de Propiedad Real, una institución que gestiona las multimillonarias inversiones de la casa real y sus vastas posesiones a lo largo y ancho del país. Por si esto no fuera suficiente, en julio el gobierno le descargó de la molestia de pagar impuestos por sus terrenos, lo que le permitirá afianzar su posición de monarca más rico del mundo desde su mansión en Baviera.
Allí pasa Vajiralongkorn la mayor parte de su tiempo, a diferencia de su padre, quien no abandonó el reino en los últimos 24 años de su vida. Otra más de las muchas convenciones que el nuevo jefe de Estado ha roto desde que accedió al poder, con las que ha ido dilapidando la credibilidad acumulada durante las seis décadas de reinado de su predecesor. La ceremonia de la semana pasada se cerró con el nuevo rey ofreciendo ropajes a los monjes del monasterio de Wat Arun, el Templo del Amanecer. Rama X representa un nuevo amanecer, muy distinto, en una antigua institución.
elpais
Etiquetas: Tailandia Vajiralongkorn rey