Aquel día había comido pato y avellanas. Luego se sentó al borde de un lago en la actual isla de Lollund, al sur de Dinamarca, poco profundo y salobre, y tal vez se dispuso a hacer una herramienta, o tal vez tenía dolor de muelas o, simplemente, jugaba. Fuera cual fuera el motivo, se metió un pedazo de corteza de abedul en la boca, la mascó durante un rato y, entonces, la tiró al agua.
Seis mil años más tarde, un equipo de arqueólogos encontraron ese ‘chicle’ prehistórico y han logrado extraer el ADN completo de este personaje. Han descubierto que era una mujer joven, tal vez una niña, y han trazado su retrato: tenía la tez y el pelo oscuro, los ojos claros. La han llamado Lola. Y de ella han averiguado, como publican en un estudio en Nature Communications, que perteneció a un grupo de cazadores recolectores de la Europa continental de finales del Paleolítico que, seguramente, vivió cerca de aquel lago al que fue a parar el chicle.
Además del genoma completo de la chica, se ha podido recuperar ADN de al menos 40 tipos distintos de microbios que tenía en la boca, junto con restos de comida, lo que arroja luz sobre su salud y también su alimentación.
Se trata de la primera vez que se ha podido extraer el genoma humano completo a partir de algo que no sea un hueso o un diente, de ahí que este chicle sea un hito científico. Asimismo, es importante porque arroja luz sobre una población de la que apenas se sabe nada porque no se han encontrado restos humanos del Mesolítico y Neolítico en Escandinavia .
El chicle, de dos centímetros, se encontró en el yacimiento arqueológico de Syltholm, enterrado bajo una capa de lodo que ha contribuido a su preservación. Tiene entre 5.858 y 5.660 años de antigüedad. En la zona también se halló una gran cantidad de restos animales, como huesos de ganado, ciervos, bueyes, gatos salvajes, además de pescado.
Es la primera vez que se ha podido extraer el genoma humano completo a partir de algo que no sea un hueso o un diente.
La resina de abedul, la brea, se ha usado durante miles de años como adhesivo natural para las herramientas y armas. También se han hallado grumos de este material negruzco en el norte de Europa con marcas de dientes, por lo que es posible que lo mascaran para ablandarlo y que así fuera más fácil de moldear. O también, que lo usaran para calmar el dolor de muelas, ya que tiene propiedades antisépticas y antibacterianas. O incluso como cepillo de dientes prehistórico o por mera diversión, como en la actualidad.
Además de los rasgos de Lola, que son los mismos que los de un esqueleto de 10.000 años de antigüedad británico, el Cheddar man, así como de otros cazadores recolectores europeos, los investigadores, de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) han averiguado que esta chica carecía de la mutación que permite a los humanos consumir leche animal. La mutación apareció hace unos 10.000 años, conforme las poblaciones humanas se hicieron más dependientes del ganado para alimentarse, y se extendió poco a poco por el continente.
También han visto que Lola está más relacionada genéticamente con las poblaciones de Bélgica y de España, que no de Suecia, pese a estar a pocos cientos de kilómetros al norte.
El chicle no solo retuvo el ADN de la mujer, sino que también atrapó el de su microbioma oral. Los investigadores han visto que en su boca habitaban desde bacterias comensales inocuas hasta potencialmente perjudiciales, como tres que causan periodontitis. Asimismo, han hallado rastros del virus de Epsteir-Barr, que puede causar mononucleosis infecciosa, y de la bacteria Streptococcus pneumoniae, una de las principales causas de la neumonía.
Lavanguardia
Etiquetas: chicle Paleolítico