Argentina vuelve a tirar del hilo de la heterodoxia en su laberinto económico

  16 Diciembre 2019    Leído: 1159
Argentina vuelve a tirar del hilo de la heterodoxia en su laberinto económico

La negociación con el FMI para conseguir una prórroga de dos años en el pago de la deuda es el gran objetivo del nuevo gobierno, que apunta a las viejas recetas populistas «kichnerianas» en materia laboral y fiscal.

El laberinto, económico y financiero de Argentina, busca, desesperadamente, un camino hacia la puerta de salida. El encargado de trazarlo –o descubrirlo– es el heterodoxo Martín Guzmán. Pupilo de Joseph Stiglitz y flamante ministro de Economía, este economista, de 37 años, dio a conocer, en términos muy generales, un «plan» al que le faltan precisiones pero –y no es un dato menor– busca el paraguas del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Pero Guzmán tranquilizó también al «nacional kirchnerismo» al garantizar que el proyecto «es nuestro». En simultáneo, envió un mensaje tranquilizador a los mercados al asegurar que «el FMI va a ser parte de esto».

La deuda o el «virtual default» (cesación de pagos) vuelve a tener a la tercera economía de Latinoamérica en una situación dramática. El Gobierno de Alberto Fernández declaró una triple «emergencia» (económica, sanitaria y social) por la «situación de extrema debilidad» que asola al país. Las nuevas reglas aún se desconocen («estamos desembarcando» dicen en casa de Gobierno) pero los empresarios, con olfato por la experiencia conocida, intuyen el regreso de la figura de la doble indemnización (aumentar el coste de los despidos improcedentes), más controles de precios y nuevas cargas impositivas.

Ajustes anticipados

En su discurso de investidura Alberto Fernández les pidió «solidaridad» y todos entendieron el mensaje. De hecho, los que se «avivaron» optaron por hacer el ajuste en sus empresas antes del 10 de diciembre para abaratar los despidos. Las «retenciones», impuestos previos a las exportaciones también sobrevuelan de forma generalizada. Matías Kulfas, ministro de Desarrollo, apuntó en ese sentido antes de advertir que hay «que alinear toda la política económica».

Por primera vez en la historia, el peronismo no es el que entrega una bomba de relojería como herencia, sino el que la recibe, y deberá renegociar una deuda de casi el 100 por cien del PIB.

Alejandro Bulgheroni, presidente de Pan American Energy Group y uno de los empresarios más importante de Argentina reconocía estos días en Infobae que «el principal problema de Argentina es que nadie nos cree». Esa opinión la comparten los mercados y los propios argentinos. Tanto los que votaron el regreso del kirchnerismo con Alberto y Cristina Fernández en la cima del poder, como los que quisieron darle una segunda oportunidad a Mauricio Macri. Unos y otros desconfían y prueba de ello es que, como siempre, se vuelcan al dólar, sometido, prácticamente, a las mismas restricciones de compra venta o «cepo» de hace cuatro años. Y, como entonces, con un valor oficial y otro en el mercado negro o «blue» (algo más del 5% de diferencia).

La declaración de Alberto Fernández asegurando que «Argentina tiene voluntad de pagar pero no tiene los recursos para hacerlo» es una realidad aplastante. El problema, ahora, es cómo renegociar con los organismos internacionales y los bonistas privados para no pasar del «virtual default» como lo bautizó el Presidente del Gobierno y su ministro de Economía, al «default» puro y duro. El «plan Guzmán» o el programa de emergencia, del que se desconocen los detalles, apunta a una prórroga de vencimientos de capital y de intereses por dos años con el FMI. La idea consiste en dejar pasar ese tiempo y una vez que Argentina haya crecido, volver a honrar los pagos. «El planteamiento no tiene sentido y difícilmente lo puede aceptar el Fondo», observa Roberto Cachanosky, director de economiaparatodos.net. «¿Por qué vas a crecer? ¿Cómo lo vas a lograr» o, en el mejor de los casos, «¿cuál es la garantía que me puedes brindar de que vas a poder cumplir tu palabra?», reflexiona.

Los interrogantes no están despejados y la teoría se basa sobre un supuesto que no encuentra bases sólidas para sostenerse. Algo similar a lo que le pasó a Mauricio Macri cuando anunció «una lluvia de inversiones» que nunca llegó. El ex presidente argentino pudo acceder a un crédito, sin precedentes, de 57.000 millones de dólares, pese a poner sobre la mesa un programa frágil pero, recuerda Kachanosky, «él tenía el apoyo de la comunidad internacional y de Washington». Ese escenario no es, precisamente, el que acompaña a la Argentina de los dos «Fernández» (Alberto y Cristina). Desconfianza elevada al cubo es el término que refleja mejor las cosas.

Aún no está claro quién va a tener la última palabra en esa pareja política de conveniencia que hoy tiene el poder. De hecho, apostar para llevar las riendas del país por esa «mente brillante» como calificó Stiglitz a Guzmán fue más una imposición de la viuda de Néstor Kirchner, y no una inicaitiva del presidente que, «siempre pensó en Guillermo Nielsen», observa un hombre de su entorno.

Nielsen, con peso específico real y experiencia concreta en renegociación de la deuda argentina, durante la etapa del ex ministro Roberto Lavagna, fue vetado por Cristina Kirchner y debió conformarse con la presidencia de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) como premio de consolación. Su mejor tesoro es Vaca Muerta, yacimiento de gas y petróleo de 30.000 km cuadrados pero para su explotación, compleja por el tipo de perforación para la extracción («fracking»), necesitará inversiones y sin seguridad jurídica garantizada será más que difícil lograrlas.

La sombra de Kicillof
La intervención y posterior expropiación de YPF a Repsol se recuerda estos días después de oír el discurso de asunción de Axel Kicillof como gobernador de Buenos Aires, un territorio que equivale en tamaño al de Italia. El ex ministro y brazo ejecutor de aquel atropello que le costaría después a Argentina miles de millones de dólares en indemnización, anunció que derogará el aumento de las tarifas de servicios públicos previsto para enero. «No hay espacio para atrasar las tarifas. Esperemos que el Gobierno nacional no cometa el mismo error que Kicillof», advierte Daniel Artana, economista jefe de la prestigiosa consultora, FIEL (Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas).

Kachanosky cree que Argentina únicamente podría tener luz al final de un túnel si «presenta un plan verosímil, sólido y riguroso al FMI». Con el acuerdo del principal organismo financiero del planeta, «entonces, estaría en condiciones de acordar con los bonistas. Estos no aceptarán ninguna reestructuración si antes no hay acuerdo con el Fondo», añade. La idea de Martín Guzmán sería llegar a marzo con un acuerdo cerrado. Entre tanto, la inflación, en torno al 52%, seguirá siendo su caballo de batalla. El «objetivo es bajarla a un dígito» pero «llevará tiempo», reconoció Guzmán. Lo importante, advierte Daniel Artana, es que «rechazó su combate mediante, la fiesta de la emisión monetaria».

Complejo el enredo argentino. Facundo Gómez Minujín, presidente de JP Morgan en Argentina, resume en una frase demoledora el actual escenario: «En Argentina, tanto los ricos como los pobres, son cada vez más pobres».

abc


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