Una palabra resume las primarias del partido demócrata de EE.UU. para determinar su nominado a la presidencia: elegibilidad. Es decir, la cualidad de ser elegido por el electorado por delante del actual presidente de EE.UU. De otra manera, la respuesta a esta pregunta: ¿Quién tiene más posibilidades de derrotar a Donald Trump? En el orden de prioridades del electorado demócrata y del propio partido, echar al multimillonario neoyorquino de la Casa Blanca está por encima de políticas más o menos progresistas.
La cuestión de la elegibilidad se agitó como nunca la semana pasada cuando desde el otro lado del charco llegó la noticia de la victoria de Boris Johnson y el fracaso de Jeremy Corbyn en las elecciones de Reino Unido. La rama moderada de los demócratas -encabezada por el favorito y ex vicepresidente con Barack Obama, Joe Biden- lo entendió como una reivindicación en clave interna de su propuesta: un mensaje demasiado a la izquierda, como el de Corbyn, no prenderá en los votantes moderados o independientes. En especial, será problemático en el llamado Rust Belt -el Cinturón del Óxido-, los estados industriales del Medio Oeste que son decisivos y que entregaron la victoria a Trump por la mínima en 2016. La consecuencia: cuatro años más de Trump en la Casa Blanca.
«Mirad lo que pasa cuando el Partido Laborista se escora tanto a la izquierda», advirtió Biden cuando empezaba a presumirse la victoria tory. Era un golpe directo al mentón de los dos grandes candidatos izquierdistas: el senador Bernie Sanders, que asustó al establishment demócrata en las primarias de 2016, cuando puso en riesgo la nominación de Hillary Clinton con un mensaje populista de izquierdas; y la senadora Elizabeth Warren, que ha ascendido en las encuestas en la segunda mitad de este año.
Existen paralelismos entre Trump y Johnson más allá de sus peinados estrafalarios y su gusto por las salidas de tono -ambos abanderan un nacionalismo populista empujado por el deterioro económico de las clases medias y bajas-, pero extraer lecciones directas para EE.UU. de los resultados de Reino Unido sería un ejercicio arriesgado. Los equipos de Sanders y Warren han tratado de defender que la situación política en ambos países no es comparable, además de resaltar que lo impopular de Corbyn no eran sus propuestas, sino su persona (el líder laborista es mucho más impopular que los candidatos izquierdistas de EE.UU.)
Para Sanders, sin embargo, es más difícil sacudirse su relación con Corbyn, que se mostró muy cercano al británico cuando el laborista ganó representación en las elecciones de 2017. «Lo que Corbyn ha tratado de hacer con el Partido Laborista no es diferente de lo que algunos de nosotros buscamos con el partido demócrata», dijo entonces el senador de Vermont. Ahora, su campaña ha apoyado a Corbyn, como también lo han hecho pesos pesados del izquierdismo demócrata, como la diputada Alexandria Ocasio-Cortez, que va con Sanders. Aunque el candidato -quizá en previsión de que Corbyn lo tenía complicado- no ha dicho nada de su boca, el apoyo de su campaña era evidente.
El tercero en discordia
Los palos le han llovido incluso del entorno de Warren: «Si hay una lección que sacar de la derrota devastadora al otro lado del charco, es que necesitamos más que una retórica elevada», aseguró a Politico un consultor político que apoya a Warren.
El beneficio del desplome de Corbyn, sin embargo, va mucho más allá de Biden. El favorito demócrata ha visto cómo le han salido contrincantes también en el centro del partido, tras un rendimiento mediocre en los debates y dudas sobre su fortaleza ante Trump. El último, con el peligro de su músculo financiero, es el multimillonario Michael Bloomberg. «Creo que ganar a Donald Trump va a ser más difícil después de los resultados en Reino Unido», aseguró el ex alcalde de Nueva York, cuyo desembarco a última hora en las primarias tiene que ver también con la elegibilidad: cree que Biden no podría con Trump y que los candidatos izquierdistas asustarían a buena parte del electorado demócrata. «Es una advertencia catastrófica al partido demócrata sobre la necesidad de tener a alguien que pueda derrotar a Trump», insistió. «Los estadounidenses quieren cambios, pero no creo que quieran cambios revolucionarios, sino cambios evolutivos», en una frase que apunta a lema de campaña.
La pelea entre moderados e izquierdistas regresa a los grandes escenarios este jueves en Los Ángeles, en el próximo debate entre candidatos, donde la derrota laborista podría ser otra vez un arma arrojadiza.
abc
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