Colombia; Una oportunidad perdida para la paz

  06 Octubre 2016    Leído: 273
Colombia; Una oportunidad perdida para la paz
Un duro golpe para Colombia. Así podríamos resumir el resultado del plebiscito destinado a ratificar el acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC, tras más de 54 años de conflicto interno.

Constitucionalmente, no existía obligación alguna de llamar a este plebiscito, pues bastaba la prerrogativa presidencial, para dar curso a un acuerdo que significó cuatro años de duras negociaciones, la celebración de innumerables encuentros en La Habana, la participación de países que avalaron estas conversaciones como Cuba, Noruega, Venezuela, Chile y donde los ojos estuvieron puestos en la posibilidad de al fin alcanzar el fin de las hostilidades, para un país donde guerrilla, paramilitares, fuerzas de gobierno, narcotráfico, la agencia estadounidense de lucha contra las drogas - DEA- el desplazamiento de millones de personas, 265 mil muertos oficialmente reconocidos, daños sociales, sicológicos y económicos incalculables, inestabilidad política y social, han sido la mezcla mortal para el país sudamericano.

Colombia no merece, tras la consulta efectuada, volver a fojas cero esa luz de esperanza, que se tenía previo al plebiscito, un verdadero mazazo a esa objetivo de mirar el futuro con ojos más esperanzadores.

URIBE Y EL BELICISMO COMO TRIUNFADORES

Sólo el 37,43% de los colombianos habilitados para votar - es decir 13 millones 66 mil electores- de un universo total de 36 millones de votantes lo hicieron el pasado domingo 2 de octubre. De ese porcentaje, la diferencia a favor del NO A LA PAZ fue de 55 mil votos con un 50,21% contra el 49,78% que se inclinó por el SI.

Cifras que no sólo revelan la polarización de la sociedad colombiana, sino también a un pueblo cuyo sistema político anquilosado, apático y refractario al cambio dejó a dos de cada tres colombianos en su casa esperando que otros decidieran lo que el conjunto de los 36 millones de colombianos deberían haber hecho como consigna y praxis: La Paz como garantía de futuro.

La escasa participación, para un tema tan trascendental preocupa, nos hace pensar que la escasa importancia a la participación política, el escepticismo, la comodidad de pensar que el "otro" puede decidir el destino de un país es expresión de una sociedad enferma de guerra, de paramilitarismo, de muerte, de desgano, de irresponsabilidad por su futuro.

Una sociedad que ha escuchado los gritos de guerra, la voz belicista de un ex presidente como Alvaro Uribe, que sigue con el mismo fanatismo llamando a continuar la confrontación entre compatriotas, sino se cumplen las condiciones que la clase política dominante, el empresariado refractario a los cambios sociales y los sectores belicistas del país exigen sea el marco de acuerdo con la guerrilla.

Si ello no es así, esa sector de la sociedad colombiana está dispuesta a seguir con el desangramiento de su país como lo hizo Uribe bajo su propio mandato y en su apoyo a los grupos paramilitares colombianos. Un ex presidente con vínculos con lo más execrable de Colombia, como ha sido su relación con el paramilitarismo y el narcotráfico.

Un ex presidente que apeló al temor de transformar a Colombia en una "nueva Venezuela" si triunfaba el SI, de azuzar a los dioses de la guerra y el demonizar a los dirigentes de las FARC. Este personaje, Álvaro Uribe, por obra y gracia de un sistema político impotente para llevar adelante las decisiones para el bien del país sudamericano, se convirtió en la voz disonante, en el cacareo extremista, anticipando las penas del infierno para la débil democracia representativa colombiana si se aceptaba un acuerdo de paz como el firmado en La Habana, Cuba.

En Colombia el estrecho resultado a favor del NO en la convocatoria del pasado 2 de octubre, mostró el triunfo del paramilitarismo, el silencio obsequioso de los ciudadanos que miran para el lado cuando se les convoca a fijar líneas de futuro por su país. Ha triunfado la política del ciego, el sordo y el que suele hipócritamente criticar al Estado pero no hace nada por cambiar el rumbo del pais, suele vociferar que se " vayan todos" pero desde la comodidad de su sofá, que vayan otros a votar sueltan estos ciudadanos " total, a mí la guerra no me toca" exclaman estos agoreros del desánimo, creyendo que el rumbo del país no los tocará.

HispanTV.es

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