El Gobierno alemán: una gran coalición que ejecuta, pese a su reputación

  06 Diciembre 2019    Leído: 911
  El Gobierno alemán:   una gran coalición que ejecuta, pese a su reputación

El análisis de los logros del Ejecutivo a medio mandato contrasta con la percepción ciudadana y la popularidad de la alianza entre conservadores y socialdemócratas.

Cuando el vaso está medio lleno pero se percibe como medio vacío surgen los problemas. En Alemania, el abismo entre la percepción ciudadana de los logros del Ejecutivo y la realidad ha abierto profundas grietas en la gran coalición que gobierna en Berlín desde hace poco menos de dos años. Tanto, que los socialdemócratas del SPD, el partido minoritario de la coalición, se debate ahora entre quedarse o salir y en qué condiciones. Berlín se asoma a una crisis que podría acabar por romper un gobierno que en buena medida cumple sus promesas, pero que no logra transmitir la credibilidad que le otorgan los hechos.

Norbert Walter-Borjans y Saskia Esken fueron elegidos el sábado pasado por los militantes para dirigir el SPD. Su candidatura representa a los críticos con la coalición Gobierno, que sin embargo ha puesto en marcha gran parte de sus promesas, muchas de ellas, propuestas precisamente por los socialdemócratas. En marzo del año pasado, el SPD entró en el Gobierno con al nariz tapada, a falta de coaliciones alternativas capaces de garantizar la estabilidad política. Este fin de semana, el congreso del SPD debe pronunciarse sobre los logros del Ejecutivo a medio mandato, como establece el propio pacto de Gobierno acordado entre los partidos.

"Hemos sido muy exitosos", estima el parlamentario socialdemócrata Timon Gremmels. "El problema es que es una discusión emocional en lugar de racional. Por un lado, la parte del SPD que está en el Gobierno y la mayoría del grupo parlamentario y, por otra, un amplio sector de las bases, para las que lo conseguido no es suficiente", termina Gremmels.

Más allá de emociones, investigadores de la fundación Bertelsmann se han encargado de analizar una por una las 296 promesas que figuran en el contrato de gran coalición que conservadores y socialdemócratas pactaron para gobernar en esta legislatura. El resultado que recoge un informe, titulado Mejor que su reputación, deja escaso lugar al pesimismo.

Un récord de cumplimiento
En septiembre de este año se habían puesto en marcha y acometido total o parcialmente dos tercios de las medidas prometidas, cuando todavía ni siquiera se ha superado el ecuador de la legislatura. Los investigadores, que en el pasado analizaron otras coaliciones de Gobierno, aseguran que se trata de un récord de cumplimiento a mitad de legislatura y de un buen resultado comparado con otros países. Del análisis se desprende además, que el 40% de las 296 son exigencias socialdemócratas.

Este es un estudio independiente e indica que claramente el resultado es mucho mejor que la percepción”, explica Theres Matthiess, coautora de la investigación. “En general se subestima la actuación de los gobiernos, en parte porque los populistas culpan a los partidos establecidos de no hacer nada y mucha gente les cree. Siempre es más fácil convencer de que alguien que es responsable no hace lo que debe”.

El caso del SPD, sostiene, es especialmente sorprendente “porque cerca de la mitad de las promesas son exigencias suyas. Pero el problema también es que falta un hilo conductor, una idea general, que conecte unas políticas con otras. No basta con enseñarle a los ciudadanos una lista”, añade Matthiess.

La tracción y diligencia de la coalición contrasta sin embargo, con las tensiones políticas entre dos partidos que hace tiempo que no se quieren, pero que están obligados a entenderse. Porque una cosa es lo que emane de las sedes de los partidos y otra, el trabajo de un Ejecutivo en el que ministros de uno y otro partido trabajan en sintonía para sacar adelante medidas como el gran paquete del clima o las medidas de lucha contra el extremismo de derechas.

Además de esas dos iniciativas, la aprobación de una pensión mínima para los jubilados, la supresión del impuesto de la reunificación, o la ley para paliar la acuciante falta de mano de obra cualificada que padecen algunos sectores y regiones del país son solo algunos ejemplos de la acción del Gobierno en los últimos meses.

El Gobierno ha hecho también su propio balance, que ocupa 83 páginas y según el cual habrían "puesto en marcha o cumplido dos tercios de 300 medidas" comprometidas, en palabras de la canciller alemana, Angela Merkel. "Se ha conseguido mucho, pero queda mucho por hacer", dijo Merkel en noviembre. El Ejecutivo destacó como objetivo sin cumplir lograr el pleno empleo. Alemania registra el desempleo más bajo desde la reunificación en los noventa (3%), pero se ha propuesto lograr el pleno empleo.

Las cifras de ejecución contrastan sin embargo con la sensación de los ciudadanos, que ven al Ejecutivo de Berlín medio paralizado. Apenas el 10% de los consultados recientemente por el Instituto Allensbach consideró que el Gobierno cumple casi todos o buena parte de los objetivos que se ha marcado. Hasta un 44% dijo creer que el Ejecutivo cumple una pequeña parte o casi nada de lo que prometió. El escepticismo es especialmente agudo entre los votantes de la extrema derecha.

Mientras, la popularidad de los partidos de la gran coalición se desploma. Si hoy se celebraran elecciones, las encuestas de intención de voto reflejan que conservadores y socialdemócratas no lograrían la mayoría suficiente para formar gobierno.

Más presión, mayores expectativas
Wolfgang Schröder, profesor del programa de democracia y democratización del WZB, el instituto de ciencias sociales de Berlín, explica que este Gobierno por ser "no deseado y fruto de la necesidad está sometido a una mayor presión y mayores expectativas". Pero además, argumenta, coincide con un momento histórico en el que se acumulan grandes retos como la crisis climática o la de los refugiados o la situación económica. "La sociedad está muy politizada y muy activa y sale a la calle para reclamar lo que consideran problemas urgente. La magnitud del diagnóstico contribuye a la sensación de que no se hace suficiente", añade Schröder, quien tiene claro que los partidos padecen un nerviosismo político que crea conflictos internos y da pie a exigencias desmesuradas hacia sus líderes.

elpais


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