Cuando Escocia votó en contra de la independencia en 2014, el debate parecía cerrado, al menos durante un tiempo: la región, famosa por sus lagos y castillos, y por alojar cada verano a la familia real británica en Balmoral, seguiría formando parte junto con Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte de un Reino Unido gobernado desde Londres. Pero cinco años después, el Brexit ha reavivado el movimiento independentista y la posibilidad de un segundo referéndum sobre el futuro de una unión de más de tres siglos. “Cada vez somos más los que queremos romper con Westminster; la UE es más importante para nosotros”, afirma Dawn (prefiere no dar su apellido), residente de 52 años de Stirling, un municipio de 34.000 habitantes a menos de una hora en tren de Edimburgo.
En esta localidad, lugar de celebradas victorias contra los ingleses en el siglo XIII, no son especialmente independentistas, a juzgar por los resultados de la votación de 2014. Un 59% rechazó la ruptura con el Reino Unido, por encima de la media escocesa (55%). Dawn, que en el pasado ha votado a laboristas, verdes e incluso conservadores y ahora apoya al Partido Nacionalista Escocés (SNP, en inglés), confiesa que tuvo dudas antes de votar sí en aquella ocasión, pero que no lo pensaría dos veces en el caso de un segundo referéndum de independencia. “Ahora lo tengo más claro”, afirma.
La clave está especialmente en el Brexit. En el referéndum de 2016 sobre la permanencia en la UE, Escocia votó claramente a favor de seguir en la UE con un 62% de apoyos (aún mayor, de un 68%, en Stirling). El SNP ha sabido canalizar parte de este descontento en los últimos años. Según una estimación reciente de YouGov, la formación liderada por Nicola Sturgeon crecerá en número de diputados en las elecciones del día 12, desde los 35 actuales (es ya la tercera fuerza en Westminster) a 43 sobre una representación total de Escocia de 59 escaños, cifra que puede ser determinante en caso de que no haya mayorías claras.
Frente a un capuchino en una cafetería de Edimburgo, Deidre Brock, candidata del SNP por una de las circunscripciones de la capital escocesa, asegura que votantes que no eran independentistas empezaron a serlo a partir del referéndum del Brexit. “Muchos ven el caos en que se ha convertido Westminster y ahora están pensando que quizás respaldarían acabar con la unión”, explica Brock, australiana de nacimiento que llegó a Escocia hace 23 años para visitar a su hermana y acabó quedándose tras casarse con su actual marido. “Nuestro objetivo es parar el Brexit, que Boris Johnson no pueda formar Gobierno y se convoque otra votación sobre la salida de la UE en la que se contemple la posibilidad de dar marcha atrás completamente”, resume.
El discurso radical de Boris Johnson en favor de un Brexit con o sin acuerdo, y la perspectiva de que tras el divorcio el Reino Unido mantenga una relación muy distanciada con la UE como con cualquier otro socio comercial, ha incrementado el malestar en Escocia. “El primer ministro es el mejor sargento de reclutamiento que el SNP podría tener para ganar apoyos a la independencia desde Margaret Thatcher”, opina el historiador Tom Devine, profesor honorario de la Universidad de Edimburgo y autor de varios reconocidos libros por estas tierras, como The Scottish Nation: 1700-2007. “El nacionalismo se ha extendido entre los escoceses porque crece la sensación de que tienen que dejar la UE contra su voluntad”, explica. Y, en ese contexto, los flirteos del primer ministro con el nacionalismo inglés más radical para atraer a votantes del Partido del Brexit han alejado aún más a muchos escoceses de Londres.
Pese a todo, las encuestas muestran un resultado poco determinante en caso de una nueva votación sobre la independencia. “Sería una victoria muy ajustada que dividiría a la nación”, continúa Devine, aunque añade que, en el hipotético caso de varios años de Johnson en el poder, los sentimientos a favor de separarse del resto del Reino Unido pueden crecer más.
El Brexit ha llevado a algunos unionistas escoceses a replantearse sus posiciones. Chris Deerin, director del think tank Reform Scotland, votó en contra de la independencia en 2014 pero ahora no está seguro de qué votaría en una segunda consulta. “Ciertamente estaría más abierto a votar sí”, reconoce. "Nicola Sturgeon ha dicho que apoyaría a Jeremy Corbyn como primer ministro si este acepta que se celebre un nuevo referéndum, y es posible que, si se dan las circunstancias, haya una votación en 2021 ó 2022”, vaticina. Pero de momento las encuestas favorecen a los conservadores.
No hace mucho, el laborismo era la fuerza dominante en Escocia, pero Sturgeon arrasó en las elecciones generales de 2015. Para seguir avanzando, el SNP debe ganar en sitios como Stirling, una circunscripción de clase media y de calles animadas, tanto por los residentes que hacen estos días las compras navideñas como por los turistas que desafían a la lluvia para visitar su castillo o el famoso puente en el que William Wallace (popularizado por Mel Gibson en Braveheart) derrotó a los invasores ingleses en una batalla decisiva en 1297.
Volviendo al presente, Stirling quedó en manos de los tories en 2017, cuando arrebataron al SNP el escaño en una ajustada victoria de solo un centenar de votos. “Busco la reelección para defender a la unión y parar la causa independentista que impulsa Sturgeon”, afirma el candidato tory, Stephen Kerr, en un vídeo de campaña. Los conservadores de esta zona han hecho suyo, en su perfil de Twitter, un conocido dicho sobre esta zona, donde las tierras altas y las tierras bajas se juntan en una zona estratégica para batallas pasadas entre escoceses e ingleses: “El que controla Stirling, controla Escocia”.
Pero los tories no lo tienen fácil. El partido era la formación favorita en Escocia de los votantes de centro o centroderecha contrarios a la independencia. Pero la llegada de Johnson a Downing Street puede alterar ese voto, ya que parte de los votantes tradicionales tories en Escocia defendieron la permanencia en la UE en 2016 y la propuesta dura de Brexit del primer ministro no les convence.
“El candidato conservador no lo ha hecho mal en Stirling, yo nunca apoyaría una independencia liderada por Sturgeon”, explica la propietaria de una tienda de productos típicos escoceses en King Street. “Necesitamos el Brexit para que dejen de controlarnos desde Alemania”, asegura.
Mientras apura su segundo cigarillo frente a la entrada de un pequeño entro comercial, Dawn comenta que sus padres siempre han votado al partido conservador. "Nunca hablo de política con ellos para evitar discusiones", aclara. Pase lo que pase, dice, cree que "va a ser difícil que este país cure sus heridas”.
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