Un adelanto electoral tiene siempre algo de salto al vacío. Los ministros, los altos cargos, los intereses creados desde una posición de poder y el propio partido político cierran los ojos, dan la mano a su candidato y rezan porque haya una red al fondo que les impulse más arriba de donde saltaron. La afinidad ideológica de los votantes se da por descontada. Son otros factores los que han convencido en esta ocasión al Partido Conservador y Unionista del Reino Unido de que jugárselo todo a la carta de Boris Johnson era una buena idea. Cuatro, en concreto. En primer lugar, la radicalidad los afiliados. Ya no hay lugar para la tibieza. Cada uno de los 635 candidatos que presenta la formación es un firme convencido de las bondades del Brexit. "Aproximadamente cada 70 años, el Partido Conservador se divide en torno a una cuestión fundamental. En la década de 1840 fue el debate sobre el libre comercio y el proteccionismo, con las Leyes del Maíz. La misma polémica surgió durante 1910-1920. Desde 1990, Europa ha sido el gran asunto. Este partido siempre ha sido una coalición entre los intereses empresariales y el sentimiento patriótico. Y en estos momentos, la mayoría de los afiliados pertenecen a la línea dura", explica Paul Goodman, director de ConservativeHome, una página web de lectura obligatoria para entender qué se cuece entre los tories.
En segundo lugar, el adelanto de las elecciones juega, en la mente de los estrategas de Johnson, con el hartazgo general de los electores y su deseo de salir de una pesadilla que se arrastra desde hace tres años. Get Brexit Done (Cumplamos ya de una vez con el Brexit, sería la traducción más cercana) es el eslogan elegido, y repetido en cada oportunidad y hasta la saciedad, por el candidato.
En tercer lugar, el carisma de Johnson. Odiado y adorado a partes iguales, es un factor clave para entender la movilización de los conservadores. En un clima tan polarizado, los euroescépticos han apostado todas sus cartas a un candidato capaz de transmitir optimismo sin comprometerse en nada concreto, firmeza en el único asunto que cuenta para ellos -el Brexit- y confusión respecto a todo lo demás. Y la habilidad de reírse de sí mismo, y de hacer reír a los demás, sin que le resulte embarazoso ni parezca ser un lastre electoral.
-"Estamos hablando del carácter moral y la personalidad de los candidatos, Sr. Johnson. ¿Importa la verdad en esta campaña?", insistía la moderadora del primer cara a cara televisivo entre el conservador y su rival, el laborista Jeremy Corbyn.
-"Creo que sí importa", respondió Johnson. Y de inmediato el plató se inundó de las risas y carcajadas del público.
Y finalmente, los conservadores confían en la que, al final, sea su gran baza: la enorme impopularidad de Corbyn, al que su rival no deja de definir como "un comunista o marxista que no se aclara con sus ideas" o que, simplemente, propone "ocurrencias lunáticas".
Y sin embargo, las encuestas han comenzado a poner nerviosos a los tories. A mediados de noviembre, dos semanas después de que se convocaran elecciones para el próximo 12 de diciembre, la empresa YouGov (la principal referencia a la hora de hablar de sondeos en el Reino Unido) llegó a reflejar una distancia de 17 puntos entre Johnson y Corbyn. Los últimos datos, del pasado viernes, han reducido ese margen a nueve puntos. Ya ocurrió en 2017, cuando la entonces primera ministra conservadora, Theresa May, convocó a las urnas por sorpresa. Su ventaja sobre los laboristas era incluso superior (con 17 puntos) a la de Johnson en sus mejores momentos. El Brexit a acababa de ser aprobado en referéndum un año antes, y Corbyn logró dar un giro al debate público y concentrar su mensaje en denunciar el estado del país después de casi diez años de austeridad. Quedó segundo, pero logró un empate técnico y una legitimidad de los que ha vivido hasta ahora. May sobrevivió a duras penas un par de años después de haber dilapidado su mayoría parlamentaria.
¿Podría repetirse la jugada en esta ocasión? Los bandazos y la ambigüedad mostrada por Corbyn respecto al Brexit le han distanciado de muchos de los votantes laboristas, en su mayoría partidarios de permanecer en la UE. Y su intento de repetir la estrategia de 2017, con una apuesta redoblada -"el programa electoral más radical de las últimas décadas", definió él mismo sus propuestas para estas elecciones- ha desatado alarmas. "Cualquiera de los dos partidos, de obtener una mayoría absoluta, supondría un riesgo que el país no está dispuesto a asumir", advertía la semana pasada el exprimer ministro laborista, Tony Blair.
Johnson necesita una mayoría de 326 diputados para sacar adelante el plan del Brexit que acordó con la UE. Hasta ahora contaba con 298, y al menos dos decenas de estos se habían rebelado contra sus planes. Después de purgar convenientemente sus filas y deshacerse de los candidatos moderados, su objetivo consiste ahora en arañar al menos treinta escaños más de aquellas circunscripciones donde predomina el laborismo pero que votaron a favor de la salidad de la UE en 2016. Básicamente, el norte de Inglaterra y las Tierras Medias (las Midlands).
Los laboristas confían en mantener la fidelidad de su electorado. Confían en que su última promesa, una nueva consulta popular sobre la salida de la UE —en el que Corbyn, para regocijo de los conservadores, ha asegurado que mantendrá su neutralidad— bastará para tranquilizar a aquellos votantes proeuropeos que se debaten entre su animadversión a Johnson, su poco entusiasmo con el candidato laborista y su rechazo a la propuesta drástica de los liberales demócratas de borrar de un plumazo el resultado del referéndum de 2016.
Por eso el candidato conservador ha escogido retirar sus propuestas previas de bajada de impuestos a las grandes empresas y repetir promesas vagas de mayor gasto social y un futuro mejor para todos.
En la base de la estrategia del equipo de Johnson radica la convicción expresada con disgusto pero resignación por el propio Blair: "Son las elecciones más extrañas que he vivido. Pero una vez que te das cuenta de lo poco convencionales que son, te sientes liberado a la vez para pensar de un modo poco convencional".
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