El diputado pirata que quiso ser controlador de parquímetros

  11 Mayo 2016    Leído: 445
El diputado pirata que quiso ser controlador de parquímetros
La historia de Jón Thor Ólafsson simboliza el auge del Partido Pirata islandés, al frente de los sondeos
Aún hay promesas políticas que se cumplen. El islandés Jón Thor Ólafsson, de 39 años, asumió un compromiso antes de ocupar su escaño en el Parlamento, tras las elecciones de abril de 2013: ejercería como diputado durante dos años y entonces dejaría su puesto a la siguiente en la lista, Ásta Helgadóttir. Y así lo hizo. El porqué: la sostenibilidad del proyecto que lideraba, el del Partido Pirata islandés. Dio un paso a un lado y volvió al tajo. Primero se empleó en una planta de asfalto y ahora controla parquímetros en Reikiavik, la capital del país. "Ando al aire libre", dice Jón Thor al teléfono, "y es un trabajo que me permite leer, escribir, contemplar". La idea de fondo es seguir pensando en el partido, pero fuera del corsé parlamentario. Su ejemplo es reflejo de una praxis política que ha encandilado a los islandeses. Aquellos piratas que obtuvieron en 2013 un 5% del voto flirtean hoy con el primer puesto en los sondeos electorales.


La historia de Islandia en los últimos ocho años es la de un país pionero: fue el primero en ceder con el estallido de la crisis financiera, pero también el primero en reaccionar empujado por las protestas. Dejó caer a los bancos, los nacionalizó, y prometió encarcelar a los responsables de los abusos económicos, los vikingos que endeudaron el país. Pusieron a una mujer al frente del Gobierno y creyeron en una coalición roji-verde. Islandia era un símbolo.

Pero en abril de 2013, la confianza en esa alianza se había agotado, la deuda y la inflación seguían ahogando y el voto regresó a los partidos tradicionales, muy vinculados a la pesca y agricultura, los gigantes de un país diminuto (330.000 habitantes). El liberal Sigmundur Davíd fue nombrado primer ministro. El pasado 5 de abril, tres años después, el mismo Sigmundur Davíd dimitió, sacudido por la filtración de los Panama Papers, que documentan su participación en una firma offshore radicada en Tortola, paraíso fiscal en las islas Vírgenes británicas. "El ambiente", señalaba por entonces a este diario Elvira Méndez, profesora española de la Universidad de Islandia, "no es de fiesta sino de humillación nacional".

Una historia tan vertiginosa ha sorprendido incluso al propio Jón Thor, que sigue vinculado al Partido Pirata a través de su comité jurídico. "No esperaba que creciésemos tan rápido". Un auge no ajeno a la paradoja: si bien el partido ha liderado los sondeos con incluso más de un 40% de la estimación de voto antes y poco después de la caída del Gobierno, la última encuesta electoral lo ha situado en segundo lugar (26%), tras el conservador e histórico Partido de la Independencia de Bjarni Benediktsson (27%), señalado en los Panama Papers por una offshore que finalmente no llegó a utilizar, según ha defendido.

Entre los detractores de los piratas islandeses cunde la idea de que les falta programa. Nacieron al albor de la revolución iniciada por el Partido Pirata sueco, marcada por la democracia directa y la libertad en Internet. La actual líder de la formación islandesa, Birgitta Jónsdóttir, es una de las abanderadas de que Islandia se convierta en una suerte de refugio del periodismo ante la persecución policial de proyectos como Wikileaks, del que ella misma fue colaboradora.

Pero el corazón político pirata es hoy más complejo: junto a la tradicional transparencia y participación ciudadana en las decisiones políticas -a través de plataformas online de consulta- se encuentra la lucha contra el consumo de drogas a través del tratamiento y no la penalización, el referéndum vinculante sobre la posible adhesión a la UE, la protección de los recursos naturales o la reforma constitucional con el lema "un hombre, un voto".

¿La clave del éxito? "Practicar lo que enseñas", responde Jón Thor. Asume que volverá a presentarse a las próximas elecciones. Está bien valorado para obtener un escaño, como apuntaba en la conversación la profesora española Méndez. "Lo haría solo durante un año, yo quiero vivir mi vida", apostilla Jón Thor. Su objetivo, una vez más, sería ayudar a sus compañeros a que el trabajo del partido fuera "sostenible". ¿Confiarían los electores en alguien que no se quiere quedar? "Cuanto más participen los ciudadanos en el gobierno", cierra el exdiputado hoy controlador de parquímetros, "menos poder tendrán los políticos y menos tiempo tendrán que estar".

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