Los dirigentes iraníes han proclamado su victoria sobre una “conspiración enemiga” para dar por concluida la crisis abierta por las protestas por el aumento del precio de la gasolina y convocado para mañana lunes una marcha prorrégimen. Pero si la represión (incluido el uso de munición real) ha logrado silenciar a los descontentos por ahora, ni ha devuelto la normalidad, ni mucho menos solucionado los problemas estructurales que les sacaron a la calle. Tal vez por ello el aparato de propaganda está destacando “la fuerte presencia” de mujeres como “líderes de los disturbios”, algo que algunos observadores interpretan como una advertencia.
“Nuestro pueblo ha salido victorioso”, proclamaba el presidente Hasan Rohani ante el Consejo de Ministros del pasado miércoles. Sus palabras se hacían eco de las pronunciadas la noche anterior por la máxima autoridad de Irán, el ayatolá Ali Jamenei. Esa coincidencia apunta al progresivo alineamiento de los sectores moderados con los postulados más conservadores. Desde entonces, los medios iraníes (todos bajo control estatal) difunden manifestaciones progubernamentales y “contra los disturbios” que el discurso oficial atribuye a “alborotadores armados” al servicio de Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí.
Hasta ahí la propaganda iraní sigue el guión habitual de echar balones fuera y evitar la introspección sobre los problemas que carcomen la República Islámica. Pero en un giro inesperado, un reportaje difundido en el informativo de las ocho y media de la tarde del pasado miércoles destacaba el liderazgo de las mujeres en las protestas.
La crónica, que evita mostrar cortes de vídeo de las manifestaciones, enseña varias imágenes fijas en las que algunas participantes aparecen rodeadas por círculos rojos y la cámara amplía la toma para hacer más fácil su identificación. Una voz en off asegura que dos de ellas “intentaron dirigir” a los manifestantes “para bloquear las calles y vandalizar la propiedad pública”. El informe también incluye la confesión de una mujer de mediana edad y con marcado acento kurdo, que dice tener “vínculos con bandas contrarrevolucionarias del norte de Irak”, donde tienen su base los rebeldes kurdos iraníes.
“Que la televisión estatal y las fuerzas de seguridad singularicen a las mujeres de esta forma es sin duda preocupante; está destinado a crear miedo, prevenir su participación en las protestas y resulta indicativo de que aún puede emplearse mayor violencia contra los manifestantes”, interpreta Sussan Tahmasebi. Esta activista iraní de los derechos de la mujer, que lleva años estudiando los movimientos sociales en Irán y el resto de Oriente Próximo, cuestiona la acusación. “La experiencia de protestas anteriores nos indica que cuando hay mujeres presentes contribuyen de forma activa a reducir la violencia y animan a quienes participan a mantener la calma incluso frente la brutalidad de la policía”, asegura.
Las manifestaciones, que estallaron por todo el país el 15 de noviembre a raíz del aumento del precio de la gasolina, fueron inicialmente pacíficas, pero en apenas dos días se transformaron en una revuelta violenta contra el sistema y sus dirigentes, en la que se han atacado estaciones de servicio, comisarías y otros edificios públicos. Algunos participantes han acusado a los basiyi, la milicia de voluntarios que apoya a la Guardia Revolucionaria, de iniciar los incendios. En cualquier caso, la dura respuesta de ese ejército ideológico, incluido el uso de munición real, agravó las tensiones. Aunque las autoridades sólo han reconocido cinco muertos, cuatro de ellos “agentes del orden”, la ONU habla de “decenas” y Amnistía Internacional ha verificado 115 casos, pero teme que se acerquen a los dos centenares. Varios miles han sido detenidos.
Petróleo
“La subida de la gasolina ha sido la chispa que ha desatado la protesta, pero el problema es estructural: a causa de las sanciones [de EE. UU.], Irán ha dejado de tener ingresos del petróleo, pero todo el mundo sigue queriendo su parte del pastel, lo que lleva a expulsar a los más débiles”, explica un analista en Teherán.
Y los más débiles no sólo han encajado mal que el litro de gasolina haya pasado de 10.000 a 15.000 ríales (de 7,5 a 11 céntimos de euro), es que están al límite. Frente al discurso oficial de que se ha logrado contener la inflación (que se disparó con el desplome del rial ante el abandono del acuerdo nuclear por parte de EE. UU.), los iraníes señalan que, por ejemplo, la carne que se vende hoy no tiene la misma calidad que la de hace un año. Significativamente, las protestas se han concentrado en los barrios más pobres de Teherán y otras ciudades.
Las imágenes de manifestantes quemando carteles con la imagen de Jamenei y cantando eslóganes contra este y contra Rohani han recordado las protestas de hace un par de años e incluso las de 2009 tras la reelección de Mahmud Ahmadineyad. Pero esta vez los gobernantes se encuentran en peor situación porque carecen de fondos para acallar el malestar. Frente a los casi tres millones de barriles de crudo que exportaba en mayo de 2018, en la actualidad, Irán vende como mucho 725.000, la mayoría a China, con grandes descuentos y a cambio no de efectivo, sino de productos.
Además, la revuelta popular coincide con las que se están produciendo en Irak y en Líbano en las que también se cuestiona la interferencia iraní. Los gobernantes iraníes, sometidos a la creciente presión de EE. UU., ven lo que ocurre como una amenaza existencial y las declaraciones de simpatía de los dirigentes estadounidenses hacia los manifestantes como prueba de su interferencia.
“En la esfera política saben que más tarde o más temprano van a tener que negociar con Washington, pero aún están muy divididos y no tienen activos”, interpreta el mismo analista. En su opinión, eso les está llevando a “manipular el acuerdo nuclear, atacar a sus vecinos para mostrar su debilidad y ensañarse con los binacionales”. A este respecto, la agencia Fars, próxima a la Guardia Revolucionaria, ha anunciado la detención de varios ciudadanos “con doble nacionalidad alemana, turca y afgana entrenados por servicios extranjeros para alentar la desobediencia civil”. Para la fuente, “sólo es cuestión de tiempo antes de que vuelva a estallar otra crisis”.
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