Evo Morales (Orinoca, 60 años) apenas lleva 24 horas en Ciudad de México, donde aterrizó el martes después de que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador le otorgase el asilo político por razones humanitarias y su agenda ya es frenética. La entrevista con EL PAÍS se celebra después de recibir la distinción de huésped distinguido de la capital de manos de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. Durante la conversación, en una sala del edificio frente al zócalo de Ciudad de México, Morales insiste en que es víctima de un golpe de Estado gestado desde varios frentes; urge a parar los enfrentamientos; rehúsa ahondar en las acusaciones de fraude durante las elecciones del 20 de octubre y asegura que el anuncio de nuevas elecciones, tras su dimisión, llevaba implícito que él no sería candidato, aunque en su momento solo se refirió a “nuevos actores políticos”.
Pregunta. ¿En qué momento decide renunciar a la presidencia?
Respuesta. El golpe de Estado empezó el 21 de octubre, después de las elecciones, con la falsa acusación de que había fraude. Ahora me doy cuenta de que la denuncia es el verdadero fraude. Durante dos semanas, se va intensificando y el golpe se consuma cuando la policía se amotina y pasa a ser golpista. Pedimos un diálogo con los cuatro partidos que tienen representación parlamentaria. Para evitar muertos y heridos, yo digo que no haya segunda vuelta sino elecciones y sin Evo candidato, con nuevos miembros del tribunal electoral. Y siguieron agrediendo. Hasta que renuncié, no había muertos de bala. Después, van cuatro o cinco.
P. Poco antes de dimitir, el jefe del Ejército sugirió su renuncia. ¿Cómo lo interpretó?
R . No lo puedo entender, tenía buenas referencias del general Kaliman. Yo había hablado con las fuerzas armadas, me dijeron que ellos se iban a mantener ahí. Después, pidieron mi renuncia. Es otra prueba más del golpe. Evidentemente, me siento traicionado, pero no solo eso. Hemos invertido para equipar a las fuerzas armadas todos estos años, pero no para que vayan contra el pueblo, sino para defender la patria. No sé en qué parte de la historia quedarán, pero se equivocan. Hago un llamamiento para que no usen las armas contra el pueblo. Al pueblo nunca lo van a callar con armas.
P. Estos días ha repetido su opinión de lo que ocurrió, pero para mirar hacia adelante, ¿qué solución ve a la crisis de su país?
R. Lo primero es que pare de haber muertos y heridos. Es responsabilidad del Ejército y la Policía Nacional. Con un presidente indígena nunca pensaron en el toque de queda, en el estado de sitio. Dan el golpe de Estado para defender a la gente pudiente. Usan los aviones y helicópteros para amedrentar al pueblo. Esto es un problema de clases. Mi pedido es que haya un diálogo nacional, donde estén los comités cívicos, las fuerzas políticas, la derecha, donde estén los movimientos sociales, el Estado, el Gobierno. Si Álvaro [García Linera] y yo hemos renunciado es para pacificar, para que no sigan con violencia.
P. ¿Usted quiere participar en ese diálogo?
R. Si fuera importante, ningún problema. Durante años hemos reunido al campo y la ciudad. Ahora hay grupos de Santa Cruz, [Luis Fernando] Camacho y Carlos de Mesa generaron violencia. Por intereses han hecho odiar al pueblo. Usar la Biblia, a Jesucristo para discriminar… ¿Qué es eso? ¿En qué tiempos estamos?
P. ¿Quién manda ahora en Bolivia?
R. No hay autoridad, será esa presidenta autoproclamada inconstitucionalmente.
P. ¿A quién le atribuye más control en el país?
R. No sé, no puedo decir. Es el mando militar y el mando policial.
P. Este lunes, la segunda vicepresidenta del Senado, Jeanine Áñez, se proclamó presidenta. Este martes, a la presidenta del Senado, Adriana Salvatierra, a quien le correspondería asumir la presidencia después de su renuncia, se le impidió entrar en el Parlamento. ¿Cree que Salvatierra debería proclamarse presidenta o generaría más división?
R. Lo primero que tiene que hacer la Asamblea es rechazar o aprobar mi renuncia. Mientras no lo haga, sigo siendo presidente. Una vez aprobada, le correspondería al vicepresidente, que también ha renunciado; constitucionalmente, después va la presidenta del Senado, Adriana Salvatierra. Esa supuesta proclamación [la de Áñez] es inconstitucional. Con la designación de esta señora se confirma el golpe de Estado.
P. ¿Cuánto tiempo pretende permanecer en México?
R. Ahora mismo quiero irme. Si puedo aportar a la solución pacífica, después de mi renuncia, lo haré.
P. Mucha gente piensa que su vuelta implicaría un regreso al poder, ¿usted estaría dispuesto a renunciar a ello y a ser candidato?
R. Mire, en la madrugada del domingo, la OEA ya tenía listo el informe preliminar haciendo ver que había habido fraude. El compromiso era otro, porque nos habían dicho que no lo tendrían listo entero hasta el 12 y nos pidieron hasta el 13, es decir, hasta hoy. Yo pedí que me contactaran con el secretario general, Luis Almagro, a las tres o cuatro de la mañana, pero no quiso. Hablé con su jefe de Gabinete, Gonzalo Koncke, le dije que con ese informe iban a incendiar el país, que iba a haber muertos. Dicen que gané, pero no con claridad, entonces, debería haber segunda vuelta, pero no, quieren nuevas elecciones. Es una decisión política. Ahora dicen que hicimos un autogolpe. Luis Almagro espera instrucciones del Gobierno de Estados Unidos, así se puede entender. Yo tenía cierta esperanza en la OEA. Le dijimos que hicieran la auditoría, estaba convencido de que no hubo fraude. Nunca en la vida me ha gustado hacer algo ilegal. El tema de fondo es que no aceptan el voto indígena. Después del primer informe, el TREP, ganaba con el 7% pero faltaba el voto rural, el voto indígena. Dije que íbamos a ganar. Rechazan el voto indígena, es regresar a tiempos del pasado, a tiempos de la colonia.
P. Le reitero la pregunta, ¿usted está dispuesto a volver al país y no seguir en el poder ni ser candidato con tal de pacificar?
R. Claro. He renunciado y sigue la violencia.
P. Hace un mes, durante la campaña, me dijo que si por usted fuese ya se habría retirado. ¿Se arrepiente de haberse vuelto a presentar para seguir en el poder?
R. No tengo por qué arrepentirme. Acepté con fuerza y alegría que fueron mis hermanos los que me dijeron: “Tu vida no depende de ti, depende del pueblo”. Mientras haya vida, seguiré en política.
P. ¿En qué momento decide aceptar el asilo de México?
R. Mire, el sábado fui a reunirme al Trópico de Cochabamba. Un oficial leal me enseñó unos mensajes, en el que le pedían que me entregase. Le decían que le iban a dar 50 grandes palos. Yo pregunté qué es eso y me dijeron: 50.000 dólares. Después, nos reunimos en La Paz, reuniones, reuniones y más reuniones. El domingo anunciamos que vamos a elecciones, con nuevo tribunal. Evo no es candidato. Nuevamente nos vamos al Trópico. Cuando llegamos, el avión presidencial, que siempre para en la terminal comercial, lo hace en la militar. Le pregunto al piloto qué ha pasado y veo que llegan unos 15 carros por la pista. Álvaro veo cómo cierran los hangares. Nos dicen que hay militares camuflados. Pudimos salir de ahí gracias a mis compañeros del Trópico, pudimos dormir en una hacienda, todo bien, me recordó a mis tiempos de cocalero. Entonces, yo quería quedarme, quería combatir hasta el final, pero todos, por consenso, dijeron que había que salvar la vida de Evo. México nos ofreció asilo. Estados Unidos llamó al canciller para decirle que podían llevarme donde querían. Muy raro fue eso para mí. Yo dije que tal vez no íbamos a llegar a Chimoré, que tuviésemos cuidado de que nos fuesen a atrapar, por eso pedí que se concentraran miles de compañeros. Cuando nos dijeron que el avión [de la Fuerza Armada mexicana] iba a aterrizar, fuimos por sendas, pero no lo dejaron entrar al espacio aéreo. Miles de compañeros se quedaron porque veían que algo no estaba bien. Finalmente, el avión aterrizó, llegamos al extremo de la pista, nos subimos y nos dicen que no hay permiso para ir a Lima. Un general nos dijo también que el permiso para volar había terminado. Tenían preparado bajarme al avión. Pero un oficial de cancillería mexicana me dijo que no me tenía que preocupar.
P. Su viaje ha supuesto un retrato de la política latinoamericana.
R. Respeto y doy muchísimas gracias a Paraguay y a Brasil. México, obviamente, me salvó la vida. No puedo entender cómo Perú, con quien tenemos tanta amistad, con quien compartimos la misma historia, no permitió que el avión pudiese aterrizar en Lima.
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