La denuncia de casos de acoso y violación en el mundo del cine nunca llegó a prender en Francia como en Estados Unidos al conocerse hace dos años las primeras revelaciones sobre las prácticas del productor Harvey Weinstein. Aunque algunos de los actos que se le reprochan a Weinstein ocurrieron en este país, el Me Too francés llegó a afrontar duras críticas en el propio sector cinematográfico de este país. Fue el caso de la tribuna de prensa en la que cien mujeres, entre ellas la actriz Catherine Deneuve, criticaban el “puritanismo” del MeToo y defendían el “derecho a importunar” por parte de los hombres.
Dos denuncias públicas de mujeres francesas han relanzado en los últimos días el debate sobre los acosos y violaciones en el mundo del cine. Este fin de semana, el diario Le Parisien ha publicado el testimonio de Valentine Monnier, una exactriz, exmodelo y hoy fotógrafa que acusa al director Roman Polanski de haberla violado y golpeado en 1975. Unos días antes, la actriz Adèle Haenel acusó al director de cine Christophe Ruggia de haberla acosado y de haberle realizado tocamientos entre 2001 y 2004, cuando ella tenía entre 12 y 15 años y él entre 36 y 39. Los acusados niegan los hechos.
“En 1975 fui violada por Roman Polanski. Yo no tenía ningún vínculo con él, ni personal ni profesional, y apenas lo conocía. Fue de una extrema violencia, después de esquiar, en su chalé, en Gstaad (Suiza). Me golpeó hasta que me rendí. Después me violó haciéndome sufrir todas las vicisitudes. Yo acababa de cumplir 18 años”, declara Valentine Monnier a Le Parisien. Polanski —requerido por la Justicia de EE UU por el caso en 1977 Samantha Geier, que tenía 13 años— estrenará esta semana en Francia Yo acuso, una película sobre el caso Dreyfus, el capitán judío falsamente acusado de espionaje para Alemania a finales del siglo XIX. El actor protagonista, Jean Dujardin, anuló el domingo su presencia en el telediario de la cadena TF1.
En declaraciones a Le Parisien, el abogado del cineasta, Hervé Temime, dice que su cliente “niega con firmeza toda acusación de violación” y lamenta "la aparición de tales acusaciones en vísperas de la salida del filme”.
El relato de Monnier —la quinta mujer que declara haber sido violada por el cineasta— es detallado. Hija una familia burguesa de Alsacia, acababa de acabar el bachillerato y disfrutaba de un año sabático. Una amiga, que conocía a Polanski, le propuso ir a esquiar a Suiza. Se alojarían en el chalé del director. Monnier explica que un colaborador del cineasta —célebre entonces por haber dirigido La semilla del diablo y Chinatown, y por la trágica muerte de su esposa, Sharon Tate, a manos de la banda de Charles Manson— le advirtió: “Atención, usted le recuerda a alguien a Roman”. Añade que, por la noche, después de esquiar, Polanski la llamó a su habitación y se abalanzó sobre ella; después, entre sollozos, le pidió perdón.
Monnier recuerda que “encontró refugio” en casa de un amigo de Polanski. En su momento no denunció los hechos, que ya han prescrito. Y habló de ello a pocas personas. Hasta que en 2017 las revelaciones sobre Weinstein la animaron a enviar cartas a la policía de Los Ángeles y a varias personalidades, entre ellas Brigitte Macron, esposa del presidente francés. Le Parisien ha obtenido el testimonio del amigo de Polanski que acogió a Monnier y apoya su versión, también el de otras personas a quienes durante las décadas siguientes la joven les explicó lo ocurrido. Pese a que muchos de estos testimonios son anónimos, “todos han aceptado firmar un documento y ponerse a disposición de la Justicia si la evolución del asunto lo necesitase”, escribe Stéphane Albouy, director de Le Parisien.
La abundancia de testimonios también ha contribuido a dar fuerza a la acusación de Haenel —actriz con 23 películas en su currículo y tres Premios Cesar— contra Ruggia —un director hasta hoy poco conocido— en un amplio reportaje en el diario Mediapart. Haenel detalla su experiencia intensa y traumática como actriz infantil en la película Les diables, dirigida por Ruggia. Los testimonios se refieren a la cercanía del director con la actriz durante el rodaje, pero no a lo ocurrido después. Haenel cuenta cómo, tras el rodaje, Ruggia ejerció de Pigmalión de la joven actriz, que asistía los sábados a su casa para ver películas.
“Yo me sentaba siempre en el sofá y él delante, en un sillón, después venía al sofá, se me pegaba, me besaba en el cuello, olía mis cabellos, me acariciaba el muslo bajando hacia mi sexo, empezaba a poner la mano bajo mi camiseta y hacia el pecho. Estaba excitado, yo lo rechazaba pero era insuficiente, siempre tenía que cambiarme de sitio”, dice Haenel. En una carta a Mediapart, Ruggia asegura que “nunca” tuvo con la actriz “gestos físicos ni el comportamiento de acoso sexual” del cual ella le acusa. “Pero he cometido el error de actuar como Pigmalión con los malentendidos y trabas que esto suscita”, añade. La fiscalía de París ha abierto una investigación preliminar.
"A su manera, [Adèle Haenel] ha relanzado el movimiento MeToo", escribe en Le Monde el periodista Michel Guerrin. "Pero el desajuste sigue siendo vertiginoso: las declaraciones, así como las medidas de protección de las mujeres, son más numerosas en Hollywood que en París".
En declaraciones a varios medios franceses, Haenel apoyó a Monnier: “Le creo. Su gesto merece aún más admiración por lo poderoso que es su agresor”.
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