Fue un intento de voladura controlada en dos tiempos. El Gobierno del Reino Unido filtró este martes una conversación privada entre Boris Johnson y la canciller alemana, Angela Merkel, en la que ponía en boca de esta que la nueva propuesta británica para el Brexit hace el acuerdo “básicamente imposible”. Al mismo tiempo, el equipo del primer ministro, desde el anonimato, advertía de represalias a los países de la Unión Europea que respaldaran una prórroga en la fecha de salida. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, avisó a Johnson de que está en juego el futuro de Europa, y no “un estúpido juego de culpas”.
En la recta final del Brexit, ya no cuenta lo que dice el Gobierno británico, sino lo que hace. Y las consecuencias de sus acciones. El equipo de Johnson filtró el martes a algunos medios una conversación confidencial entre el primer ministro y la canciller alemana. No era tan importante dar a conocer los argumentos de uno y otro, sino presentar un escenario en el que Johnson es el flexible y Merkel la intransigente. “El primer ministro apeló a la canciller para que le ayudara a desencallar el barco, y ella se negó”, explicó a los periodistas un portavoz de Downing Street. La exigencia de Merkel de que Irlanda del Norte siguiera dentro de la Unión Aduanera, dijo, convirtió la posibilidad de un acuerdo en “básicamente imposible, ahora o nunca”.
El Gobierno alemán no quiso comentar el contenido de un intercambio privado, pero el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, perdió la paciencia ante las maniobras de Londres y estalló en su cuenta de la red social Twitter. “Lo que está en juego no es ganar un estúpido juego de asignación de culpas. Está en juego el futuro de Europa y del Reino Unido, así como la seguridad y el bienestar de los ciudadanos. No quieres un acuerdo, no quieres una prórroga, no quieres revocar la decisión de salir de la UE. Quo vadis? (¿Dónde vas?, en latín)”, escribió Tusk a Johnson.
.@BorisJohnson, what’s at stake is not winning some stupid blame game. At stake is the future of Europe and the UK as well as the security and interests of our people. You don’t want a deal, you don’t want an extension, you don’t want to revoke, quo vadis?
— Donald Tusk (@eucopresident) October 8, 2019
El primer ministro se dirige al precipicio y pretende arrollar todos los obstáculos a su paso. Sabe que su futuro político depende de que sea capaz de mantener la promesa de sacar al Reino Unido de la UE el próximo 31 de octubre. Este martes seguían en marcha las negociaciones en Bruselas entre el comisario Michel Barnier y el equipo británico liderado por David Frost. “Las negociaciones han entrado en una fase crítica”, explicaban fuentes británicas. Lo cierto es que, a estas alturas, ni siquiera han repartido su propuesta legal a todas las representaciones diplomáticas de los Veintisiete. Y apuraron el plazo (el límite para un acuerdo lo fijan todos en el próximo Consejo Europeo del 17 de octubre) hasta el último minuto. En consonancia con Downing Street, también la delegación negociadora ha comenzado a asignar culpas. “El Reino Unido ha movido mucho su posición. Ahora le toca moverse a la UE, si queremos llegar a una solución la próxima semana”, dijeron fuentes británicas.
La cara amable del Gobierno Johnson está en Bruselas. La cara salvaje reveló este martes la estrategia para reventar las negociaciones y evitar a toda costa una nueva prórroga en un texto enviado al periodista James Forsyth, editor político de la revista The Spectator. El semanario, con más de 200 años de historia, es prácticamente la Biblia de los euroescépticos. Forsyth escribió a una fuente de Downing Street —y el consenso general señala a Dominic Cummings, el principal asesor de Johnson— para indagar sobre el estado de las negociaciones. La respuesta, larga y detallada, desveló la ruta diseñada por Downing Street para burlar al Parlamento, amedrentar a la UE e impulsar un Brexit salvaje.
La Cámara de los Comunes aprobó un texto con fuerza de ley que obliga a Johnson a pedir una nueva prórroga a Bruselas si no se alcanza un acuerdo. Oficialmente, el Gobierno dice que cumplirá la ley. En la práctica, ya ha diseñado una estratagema para frustrar ese retraso.
“Dejaremos muy claro, en público y en privado, que los países que se posicionen en contra de la nueva prórroga serán los primeros en la fila para acuerdos futuros de cooperación [con el Reino Unido], ya sea en asuntos fuera o dentro del margen de competencias de la UE. Los que respalden la prórroga, pasarán a ser los últimos de la fila. Apoyar esa nueva prórroga será considerado por este Gobierno como una injerencia hostil en nuestra política interna, y más de la mitad del electorado estará de acuerdo con nosotros”, aseguraba el texto.
Johnson sabe que no le queda otro remedio que enviar la carta a Bruselas con la petición de tiempo extra, como le ha obligado una mayoría de diputados. Pero planea dilatar el tiempo con un recurso ante los tribunales, y con maniobras que, como revela la carta, lleven a los 27 a desconfiar de sus intenciones. “Estableceremos claramente que este Gobierno no seguirá negociando, con lo que cualquier prórroga resultará inútil. En la UE piensan que, si nos dan más tiempo, seguiremos presentando nuevas propuestas. No será así. O nos vamos el 31 de octubre sin un acuerdo, o habrá nuevas elecciones y entonces saldremos definitivamente sin nada pactado”, escribió la fuente anónima de Downing Street.
Porque igual que pasó con la exprimera ministra Theresa May, es previsible que los Veintisiete quieran saber para qué conceden una nueva tregua a Londres y cómo piensa aprovecharla. La intención del equipo de Johnson en ese caso es dejar bien claro que ellos no quieren la prórroga y que es el Parlamento el que la ha exigido. “Nos lavaremos las manos. No nos implicaremos en nuevas negociaciones. No tendremos una actitud de cooperación”, asegura el texto.
Sassoli cree que Johnson no quiere el acuerdo
A estas alturas, el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, ya solo contempla dos posibilidades: prórroga o Brexit a las bravas. Pero este martes el primer ministro británico se encargó de recordarle, en varias ocasiones, que no iba a pedir más tiempo y que el próximo 31 de octubre el Reino Unido saldrá, “con o sin acuerdo”, de la UE, según contó el propio Sassoli tras entrevistarse con Johnson en Downing Street. Y tras constatar que Johnson sigue sin llevar a Bruselas una propuesta que pueda aplicarse el 1 de noviembre, Sassoli concluyó que el primer minitro, en realidad, “no quiere un acuerdo”.
El presidente de la Eurocámara habló durante unos 45 minutos con Johnson, en un encuentro que definió como “franco, poco burocrático y sincero”, hasta el punto de compararlo con un "talk show de televisión".Pero en un encuentro posterior con periodistas, Sassoli no pudo disimular su irritación con Johnson al considerar que Johnson sigue enrocado en una suerte de conjunto de ideas vagas inaplicables el día siguiente del Brexit. “La idea que ha presentado hace cinco días no es una propuesta”, afirmó con rotundidad el presidente del Parlamento Europeo.
Sassoli llegaba a Londres tras reunirse el lunes con el presidente francés Emmanuel Macron y el martes por la mañana con la canciller alemana Angela Merkel. El italiano aseguró que ambos están igual de preocupados que el resto de líderes europeos por la posibilidad, cada vez más cercana, de un Brexit sin acuerdo. En especial después de que Johnson haya presentado una propuesta que a su juicio es inaplicable el 1 de noviembre.
“Queremos un acuerdo. Y el primer ministro Johnson sigue hablando de varios acuerdos”, afirmó Sassoli, quien usó multitud de argumentos para ilustrar que el primer ministro británico sigue sin ofrecer a los Veintisiete una salida sólida. “Cuando dices que la propuesta debe ser aprobada por el Parlamento de Irlanda del Norte, que no se reúne hace dos años… ¿Eso es una propuesta? Es una idea, pero no es una propuesta”, remachó el presidente de la Eurocámara, quien recordó que en todo caso debe ser la Cámara de los Comunes quien ratifique el acuerdo.
Sassoli no cerró la puerta por completo a un pacto in extemis. Esa sería, a su juicio, la mejor opción para empresas y para ciudadanos. “Somos muy claros en que eso [un no deal] sería un resultado muy negativo. Sería dañino para ambas partes, en particular para el Reino Unido. Y tendría consecuencias muy graves para la isla de Irlanda”, sostuvo.“El Parlamento Europeo no va a acordar un pacto a cualquier precio. No vamos a aceptarlo si pone en peligro los Acuerdos de Viernes Santo y el proceso de paz o compromete la integridad del mercado único”, añadió. Y, por si quedaban dudas, advirtió: "Pero debe ser una propuesta, no ideas".
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