Los recipientes de terracota encontrados en el naufragio estaban cuidadosamente doblados en la bodega de un barco pequeño de 10 metros de largo y cinco metros de diámetro. Probablemente pertenecía a comerciantes que transportaban mercancías entre la Península Ibérica y Roma.
El misterio reside en por qué las ánforas resultaron intactas si el barco sufrió un naufragio. La buena conservación de los recipientes podría indicar una fuga o un disturbio en la cubierta.
Según los científicos, pueden contener restos de alimentos como vino, aceite de oliva y salsa de pescado fermentado.
Tras recuperar los artefactos del mar, los expertos españoles colocaron las ánforas en piscinas de agua dulce en el Museo de Mallorca para protegerlas de la cristalización dañina de la sal. Después, los científicos planean estudiar las inscripciones en los vasos y su contenido.
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