Una de las aves defecó sobre la cabeza del representante estatal demócrata Jaime Andrade, mientras el legislador hablaba del problema con una reportera a las afueras de la estación Irving Park.
"Creo que me acaban de ensuciar", dijo Andrade después de tocarse la cabeza durante la entrevista.
Estaba en lo cierto.
Las aceras al exterior de la estación están cubiertas de heces de ave y plumas. Andrade ha intentado resolver el problema. Una de sus ideas es solicitar a la Autoridad de Tránsito de Chicago que instale una toma de agua para una manguera a presión cuando construya nuevas escaleras eléctricas en la estación.
La contaminación que causan con sus excrementos las aves urbanas sin cuidado supone un gran problema para la mayoría de las grandes ciudades del mundo. Sus heces no solo manchas y corrompen los monumentos históricos de la ciudad, sino que también transmiten enfermedades de alto riesgo para la salud humana como la criptococosis, la histoplasmosis o la psitacosis, entre otras enfermedades de carácter infeccioso, respiratorias, neuronales e incluso fúngicas.
Ante la invasión de emplumados, algunos ayuntamientos han optado por tomar medidas radicales contra las palomas y las gaviotas: desde la instalación de pinchos, redes y trampas en los edificios, hasta multas a los ciudadanos y turistas por alimentarlas.
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