Aumentan las penas para quienes luchan contra la imposición del hiyab

  09 Septiembre 2019    Leído: 608
Aumentan las penas para quienes luchan contra la imposición del hiyab

Periodistas, ‘instagramers’, activistas y hasta celebridades son las principales víctimas.

Como sucede cada Primero de Mayo, un grupo de trabajadores convocó una manifestación frente al Parlamento iraní para conmemorar el día internacional del Trabajo, que a diferencia de no muchos países no es fiesta oficial en Irán. Entre quienes llegaron a esa céntrica calle de Teherán estaban la investigadora Atefeh Rangriz y la periodista del reconocido rotativo reformista Sharq (“Izquierda”) Marzieh Amini, que terminarían por ser detenidas por las autoridades y, después de varios meses en prisión, condenadas a once y diez años de cárcel respectivamente.

La sentencia también incluía latigazos, que ascendían a 148 en el caso de Amini, que fue acusada de “blasfemia”, “propaganda en contra del orden establecido” y “alteración del orden público”. La crudeza de estas penas mereció un llamamiento de un sector de la bancada reformista del Parlamento, que pocas veces se mete en estos asuntos de la justicia. Pero en este caso hicieron un llamamiento al nuevo jefe de la justicia iraní, el excandidato presidencial Ibrahim Raisi, para que conmutara las penas, que calificaron de largas e innecesarias.

“Si sus crímenes fueron la participación en las protestas, esto no va contra la Constitución. Si era por hacer reporterismo, esta es su responsabilidad; lo mismo se aplica para proceder contra Nushin Jafari como activista social”, dice la declaración de los parlamentarios, que incluyó el nombre de otro de los casos más sonados de las últimas semanas, en que las redes sociales y un sector de la sociedad han reaccionado frente a la gran presión que se está ejerciendo sobre personas de diferentes sectores, incluidos periodistas, instagramers, activistas por los derechos de la mujer, activistas por los derechos de los trabajadores e incluso las llamadas “celebridades”, que pertenecen en su mayoría al mundo del cine.

Este último sería el caso de la fotógrafa Nushin Jafari, que fue detenida el pasado 3 de agosto. De lo poco que se sabe del caso de Nushin es que días atrás telefoneó desde la prisión –algo que tienen permitido con frecuencia los reclusos iraníes– a una amiga actriz y le dijo que estaba siendo presionada y que, por favor, le pasara la contraseña de una página de Instagram famosa por ser crítica con el sistema.

Nushin no es la primera en el mundo del cine con problemas. Hay denuncias de que muchos han sido presionados para que dejen a un lado sus críticas en los medios sociales, y también se conoce que algunos de ellos que tenían sentencias suspendidas por sucesos en el pasado, especialmente las protestas del 2009, han vuelto a reabrirse. Lo mismo pasa con periodistas o activistas.

“Las confrontaciones violentas con los críticos y dictar veredictos injustos llevará al resentimiento, la frustración y la dureza en el corazón de la gente”, tuiteó días atrás la parlamentaría Parvaneh Salahshouri, una de las voces más críticas y valientes del país.

Una de las sentencias que ha impactado en las últimas semanas ha sido la de Saba Kord Afshari, una de tantas mujeres que han participado en la campaña de los “miércoles blancos”, en las que muchas mujeres se graban con su velo caído y lo suben a las redes bajo este nombre. Está liderada desde el extranjero por la activista Masieh Alinejad, a quien se acusa de ser agente del Gobierno estadounidense. Semanas atrás, el director de la corte revolucionaria de Teherán alertó de que enviar vídeos a esta activista sería castigado con diez años de prisión.

Saba fue condenada a 24 años de cárcel –que al final podrán ser alrededor de 15– bajo el cargo de “alentar a la gente a involucrarse en corrupción y prostitución”. Al menos otra decena activistas que luchan contra la imposición del velo se encuentran en prisión. Esto es lo que ocurre con Mojgan Keshavarz, Yasamin Ariani y su madre, Monireh Arabshah, que fueron condenadas a más de 15 años de cárcel cada una por entregar flores a las mujeres en el metro el pasado 8 de Marzo. En el vídeo se les ve sin velo.

Se les suma la reconocida abogada y activista Nasrine Soutudeh, quien llevó la defensa de las llamadas chicas de Enqelab, un grupo de mujeres que desde diciembre del 2017 empezaron a alzar su velo en señal de protesta en las calles de Teherán. Nasrine, quien es recordada también por participar en la película Taxi, de Jafar Panahi, en la que habla de la lucha de las mujeres, recibió una condena de 38 años que quedará reducida a diez, y su esposo Reza Khandon, a otra de seis años, que posiblemente terminarán siendo menos.

Desde la llegada de Raisi a su cargo, y cuyo lema de luchar contra la gran corrupción que se ha extendido en el país y que está erosionando la imagen del sistema frente a la población, se han conocido decenas de detenciones y juicios relacionados con múltiples campos, incluido el de los trabajadores que en el 2018 lideraron decenas de protestas por sus derechos en todo el país. “Las peticiones de los trabajadores se entienden y los organismos relevantes deben solucionarlo, pero algunas personas introducen otras agendas bajo la excusa de los temas laborales”, dijo días atrás Raisi.

A pesar de las justificaciones dadas por el sector judicial –que incluyen la protección de la “seguridad nacional”– las especulaciones sobre el por qué esta campaña de represión, especialmente cuando Irán necesita estar unido más que nunca para sobrellevar el peso de las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos, son parte de las conversaciones diarias, especialmente en Teherán. Algunos dicen con ironía que cada vez que Irán tiene planeadas unas negociaciones –tal como las que precedieron al Acuerdo Nuclear del 2015– llega una campaña de represión. Otros hablan de la necesidad de tener las voces silenciadas y controladas para evitar que surjan protestas.

“Hay varias razones. Una de ellas es que necesitan demostrar que tienen el control de la sociedad en estos momentos de tensión, y otro podría estar relacionado con la nueva temporada de elecciones que viene en camino”, argumenta una artista iraní que sigue estos casos desde muy cerca. Esto se debe, coinciden desde varios círculos, a que el sector más radical –del cual Raisi fue el candidato en las pasadas elecciones– quiere cerrar todas las puertas para que los moderados y reformistas no tengan opción alguna de ­ganar.

Y una de las estrategias, aseguran varios expertos consultados que piden no publicar su nombre por lo sensible del tema, es desprestigiar el máximo posible todo lo que tenga que ver con el actual Gobierno, hacer sentir a la gente que los problemas y la corrupción, vienen de allí. El velo, por ejemplo, fue un tema que durante su primer gobierno el presidente Rohani intentó traer a la discusión pública con la divulgación de una encuesta en la que la mitad de las mujeres consultadas aseguraban que quisieran tener la libertad de decidir sobre este aspecto. Para el sector más radical, por su parte, el velo forma parte de los pilares de la República Islámica, y ese es un tema que se recalca en los sectores más leales del sistema. “Aquellas que dejan caer el velo lo hacen impulsadas por una campaña que llega del extranjero”, decía Mona, de 27 años y estudiante de biología, que semanas atrás participaba en la semana a favor del buen uso del hiyab.

“En nuestro caso, quieren que la gente nos odie, como está pasando”, explica la citada artista, que cuenta que muchas de las llamadas celebridades e influencers han sido en el pasado fundamentales para motivar a la gente a votar por moderados y reformistas. “Es simple: si os meten en la cárcel los convierten en víctimas, pero si los desprestigian la sociedad empieza a odiarlos, como están haciendo”, explica la joven. “Eso se nota en los comentarios en las redes, la gente los acusa de todo lo malo incluso de haber traído al poder a Rohani, al que hoy señalan en este país como el responsable de todos los males”, asegura otra joven activista que reconocen que no son tiempos fáciles para todos aquellos que tienen algo que reclamar en Irán.

lavanguardia


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