Hace relativamente pocos años, la política exterior de Alemania hacia China estaba presidida por un ingrediente clave: cómo vender el mayor número de coches alemanes en aquel vasto y lejano mercado, a la espera de que Pekín adquiriera respetabilidad democrática en el mundo con mejoras en el respeto a los derechos humanos. Pero las cosas no han evolucionado exactamente por esos derroteros, y la guerra comercial entre Estados Unidos y China, los desencuentros arancelarios entre la inmensa nación comunista y la UE, y en los últimos meses las protestas en Hong Kong, han contribuido a complicar más la diplomacia germana en su trato con la República Popular.
China ha sido el principal interlocutor comercial de Alemania en tres años consecutivos: es el tercer país, tras Estados Unidos y Francia, al que más exporta Alemania, y es el primero en importaciones. En el 2018, el comercio entre ambas potencias movió 167.000 millones de euros, tras aumentar un 9,4% respecto al dato del año anterior.
En ese contexto, la visita a China de la canciller Angela Merkel –emprendió viaje el pasado jueves y regresó ayer– ha supuesto para la líder alemana un ejercicio de equilibrismo entre las necesidades de la industria alemana, con la economía de Alemania en vías de entrar en recesión, y la inevitabilidad de apelar al diálogo para resolver el conflicto hongkonés, con riesgo de incomodar al anfitrión. Era la duodécima visita de Merkel a China como canciller, es decir, la mandataria ha hecho casi un viaje anual a ese país en los 14 años que lleva en el poder.
El pasado viernes en Pekín, en rueda de prensa conjunta con el primer ministro chino, Li Keqiang, la canciller germana dijo que “los derechos y libertades deben ser garantizados” en referencia a Hong Kong, asunto del que dijo haber hablado con su homólogo Li. “En la situación actual, se debe hacer todo lo posible para evitar la violencia, y las soluciones sólo pueden encontrarse en el plano político, a través del diálogo”, afirmó Merkel.
Así, la canciller alabó a la jefa del Gobierno hongkonés, Carrie Lam, por haber retirado el controvertido proyecto de ley que a inicios de junio desató las masivas protestas en la antigua colonia británica, nunca vistas desde su retrocesión a China en 1997. El texto preveía la posibilidad de que ciudadanos detenidos en Hong Kong fueran enviados a territorio chino para el juicio.
Cuando Lam anunció la retirada del proyecto de ley, los manifestantes ya anunciaron que eso no bastaba, y que no renunciarían a sus otras reclamaciones, entre ellas la liberación de todos los manifestantes detenidos, y que los hongkoneses puedan votar a sus propios líderes en elecciones libres. Sostienen que las libertades de los ciudadanos de la antigua colonia británica, dotada de gran autonomía en virtud del principio un país, dos sistemas, están cada vez más en peligro. En la rueda de prensa del viernes, Angela Merkel auspició que los manifestantes pudieran personarse en ese diálogo.
El sábado, en la segunda jornada del viaje en la ciudad de Wuhan, en el centro del país, y preguntada al respecto por periodistas, Merkel dio más detalles sobre sus conversaciones con Li Keqiang, y con el presidente, Xi Jinping, con quien había cenado el viernes. “Abogué por la solución pacífica de los conflictos, y les dije que, en mi opinión, cualquier otra cosa sería una catástrofe”, informa Reuters. “Me escucharon, y eso es importante, del mismo modo que es importante continuar hablando”, concluyó.
La canciller alemana viajó a China acompañada de una nutrida representación empresarial alemana, entre ellos gigantes como Volkswagen, Allianz y Deutsche Bank. Allí, Merkel y y su homólogo Li firmaron once acuerdos para ampliar la cooperación germano-china en áreas como aviación, automoción, energías limpias, finanzas y educación.
La canciller dijo que Alemania está abierta a invertir más en China, y alentó inversiones chinas en su país, aunque añadió que en determinados sectores estratégicos revisan la idoneidad (la UE también lo hace). También alertó de que la tensión comercial entre Estados Unidos y China impacta en otros países; y dijo que confía en que pronto se alcance un acuerdo de inversiones entre la UE y China. De hecho, Berlín planea organizar una cumbre UE-China cuando le toque la presidencia comunitaria rotatoria, en el segundo semestre del 2020.
Todo el programa del viaje chino era de alto contenido económico. En Pekín, Merkel asistió a foros de negocios germano-chinos, y visitó una sede del grupo alemán de tecnología de automoción ZF. El sábado en Wuhan conversó con estudiantes de la Universidad Huazhong de Ciencia y Tecnología, a quienes llamó a “pensar y actuar de forma multilateral en vez de hacerlo de forma unilateral, global en lugar de nacional, cosmopolita en lugar de aislacionista”. También visitó el hospital de la amistad germano-china en Tongji y la empresa de tecnología para automoción alemana Webasto.
Todo este cortejo no oculta el hecho de que, cada vez más, China empieza a ser vista en Alemania como un peligroso rival económico. En enero, la Federación de la Industria Alemana (BDI) indicó a China como un “competidor sistémico” para la economía alemana. El Gobierno también lo reconoce. “Estamos en una posición difícil con China; por una parte, China es nuestro socio comercial, y por otra parte, tenemos que tratar con China como un competidor”, admitió la secretaria de Estado de Economía, Claudia Doerr-Voss, en un discurso a industriales a inicios de este año.
El periplo chino de Merkel, tan centrado en los negocios pese a aludir a Hong Kong en dos ocasiones, no satisfizo a los líderes de las protestas, que habían solicitado reunirse con ella durante su visita al país, como confirmó la semana pasada una portavoz del Gobierno alemán. La petición fue desestimada.
En una entrevista publicada ayer por el tabloide Bild, Joshua Wong, el joven líder del movimiento Demosisto, dijo que “los intereses empresariales de Alemania no deberían invalidar los valores universales en los que creemos; si la canciller quiere hacer algo, debe ayudar a instar al presidente Xi a responder a la demanda de elecciones libres”. El domingo por la mañana, Wong iba a emprender viaje a Alemania, donde tenía previsto participar en diversos actos para luego viajar a Estados Unidos, pero fue detenido en el aeropuerto de Hong Kong. Anoche seguía en custodia policial.
Wong y los suyos –entre ellos los activistas residentes en Alemania Joephy Wong y Alice Yu– habían publicado también en el Bild, el pasado miércoles, víspera de la partida de Merkel hacia China, una carta abierta en la que le pedían que intercediera por sus reivindicaciones ante el Gobierno chino, evocando que ella misma, crecida en la antigua RDA comunista, había tenido “la experiencia directa de los horrores de un gobierno dictatorial”.
En su viaje a China de mayo del 2018, Angela Merkel se entrevistó con cónyuges de abogados encarcelados. Y tras fallecer en julio de ese año el disidente y premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo, la diplomacia germana logró que China permitiera salir rumbo a Alemania a su viuda, la artista Liu Xia. El Ministerio de Exteriores alemán también se ha mostrado crítico con el las acciones de las autoridades chinas en la provincia occidental de Xinjiang, donde en torno a un millón de uigures han sido detenidos para ser ‘reeducados’, pues el Partido Comunista desconfía de ellos por musulmanes. Pero la situación en Hong Kong y cómo evolucionará la detención ayer de Joshua Wong pueden complicar mucho la labor de zapa de la diplomacia alemana.
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