El objetivo de que la industria española represente un 20% del PIB es cada vez más una entelequia. En vez de ganar peso en la economía nacional, lo pierde. En los últimos meses, está acusando el impacto de las guerras comerciales entre EE UU y China y el resto de turbulencias globales (Brexit, frenazo en Alemania, etcétera). El sector industrial está expuesto al contexto internacional más que otros sectores, como los servicios, y los últimos indicadores apuntan a una ralentización de la actividad manufacturera. El sector corre el riesgo de adelgazar y perder incluso el nivel del 14% del PIB con el que acabó 2018.
“El aumento en las tensiones comerciales durante mayo y buena parte de junio y las dificultades que atraviesa el sector de la automoción están, probablemente, detrás del deterioro del índice de manufacturas”, señala una de las últimas notas elaboradas por CaixaBank Research. Por su parte, la asesoría Equipo Económico advierte de que “se ha producido una contracción tanto de las exportaciones de bienes como, de forma aún más intensa, de las importaciones como consecuencia del panorama internacional más complejo”.
España resiste mejor la ola de desaceleración mundial porque tiene un sector industrial más reducido que otros países. La guerra arancelaria entre EE UU y China afecta sobre todo a países con un potente sector industrial que tiene a importantes proveedores chinos. Y la industria española también sufre. Los datos corroboran la ralentización industrial y alejan el objetivo oficial de que la industria recupere el peso del 20%, un nivel que ya tuvo en los noventa. A finales del año pasado se situó en el 14%, pero el panorama global no ayuda.
Los datos negativos se acumulan. La actividad industrial creció un 0,1% en el segundo trimestre, frente al 2,3% del conjunto del PIB español, según los datos del INE. La industria sumó 2.000 desempleados más (hasta 165.600) en un año en el que el número de parados ha caído en unos 260.000 en España, según la última EPA. El índice de producción industrial cayó en junio un 0,2%. La cifra de negocios de la industria también cayó en junio, un 5% (-0,7% eliminados los efectos de calendario).
El sector, además, ha sufrido varios cierres sonados en los últimos meses (La Naval, Alcoa o Vestas) y el optimismo entre los industriales se ha evaporado: el índice PMI, encuesta elaborada en función de las respuestas ofrecidas por gestores de compras de las empresas más importantes, se situó en junio en los 47,9 puntos (por debajo de los 50 puntos se considera una contracción en el sector). El PMI del sector servicios, en cambio, se sitúa en los 53,6 puntos.
En ese contexto, la automoción es la industria que está acaparando el protagonismo. La producción de vehículos cayó un 5,6% en el primer semestre y las plantas acusan tanto el parón del mercado español, que acumulaba hasta julio una contracción superior al 6%, como la del internacional, destino del 80% de su producción. “Es una caída relevante, pero España está sufriendo el mismo fenómeno que padece Europa e incluso está aguantando mejor que otros países, como Alemania (-12%), Reino Unido (-21%) e Italia (-18%)”, señala Mario Armero, vicepresidente de Anfac, patronal que reúne a las marcas de vehículos. Las exportaciones a Europa se han reducido un 3,1%.
La siderurgia, un buen medidor de la actividad porque no hay sector económico que no le pida acero, hace tiempo que nota el enfriamiento del crecimiento económico. Sus compañías empezaron a notar el cambio de ciclo hace un año, cuando empezaron a caer los pedidos y a estrecharse los márgenes. Desde entonces, las cosas no han cambiado. “2018 fue muy bueno y 2019 no está siendo tan bueno. Entonces crecimos un 2% y este año prevemos un 1%”, apunta Andrés Barceló, director general de Unesid, la patronal.
En el sector químico también cruzan los dedos. El año pasado, la producción de esta rama de la industria aumentó un 2,6%. Este año “estaría muy buen que fuéramos capaces de ganar 0,5 puntos (en lo que queda de año) para llegar al 1,5% al final”, afirma Juan Antonio Labad, director general de la Federación Empresarial de la Industria Química Española (Feique).
En su opinión, hay otro problema que acecha al sector: la gobernanza. A principios de este mes pidieron a la ministra Reyes Maroto la creación de una comisión delegada de asuntos industriales para intentar tener un interlocutor común que represente a todos los ministerios y unifique las políticas autonómicas.
Las excepciones al sombrío panorama hay que buscarlas en la industria papelera o la farmacéutica. “El año pasado crecimos un 8,7%, y estamos realizando fuertes inversiones para entrar en mercados más innovadores”, explica Carlos Reinoso, director general de Aspapel. “En la industria farmacéutica no se ha registrado hasta el momento contracción alguna”, afirman fuentes de Farmaindustria.
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