Birmania, el penúltimo tesoro de Asia

  04 Agosto 2019    Leído: 807
 Birmania, el penúltimo tesoro de Asia

Del pasado colonial de Yangon a la vida monástica de Mandalay pasando por los pescadores del lago Inle y los mil templos de Bagan: todo es fascinante.

Para sus habitantes y para el derecho internacional es la República de la Unión de Myanmar. Para quienes en Occidente crecimos leyendo novelas de Emilio Salgari, sigue siendo Birmania. El antiguo nombre del país asiático resulta tan evocador como el famoso poema Mandalay, de Rudyard Kipling, a cuya protagonista nativa puso voz Frank Sinatra.

Así, nombres como Mandalay, Rangún (hoy Yangon), Bagan, el golfo de Bengala y el mar de Andamán nos retrotraen a una época colonial que conocimos por relatos y películas pero con la que algunos queremos seguir soñando. Pues bien, tenemos una buena noticia: Birmania o Myanmar es el penúltimo lugar prácticamente virgen de Asia. Les invitamos a conocerlo.

Consejos prácticos

El primer asunto que el viajero debe solventar es obtener su visado y, a renglón seguido, vacunarse. En la página web del Ministerio de Sanidad existe información actualizada; no se asuste: aunque sólo en las zonas de selva más profunda, particularmente hacia el estado de Ranhkine, existe un peligro real de infección de malaria y fiebre amarilla, conviene viajar preparado. Llévese un botiquín bien provisto por si acaso.

En cuanto al visado, desde septiembre de 2014 Birmania permite su cómodo trámite por internet . El precio es de 35 euros. Hasta esa fecha, para un español resultaba una odisea conseguir el imprescindible documento de entrada al país: era necesario enviar el pasaporte por correo ordinario con la suma de dinero a las embajadas birmana en París o Bangkok y las autoridades locales lo devolvían sellado.

Si aceptan recomendaciones, les sugerimos la guía Lonely Planet si prefieren llevar una guía impresa. Si les gusta tenerlo todo en el smartphone, la app Maps.me: no necesita de roaming y no gastará datos, pues descarga a su dispositivo un mapa actualizado del país entero o de sus ciudades principales con todo lujo de detalles: restaurantes, hoteles, monumentos, tiendas, iglesias o templos etcétera. Basta con tener activado el localizador GPS para comprobar por dónde se va moviendo en cada momento.

En cualquier localidad de Birmania podrá tomar un taxi, algunos con taxímetro o, más frecuentemente, pactando el precio a destino antes de subir a él. Sabrá qué es lo justo preguntando a cualquier paisano. La moneda local es el kyat (1.000 mmk son 0,60 €) aunque en muchos sitios aceptan encantados euros y dólares. Hay oficinas de cambio en las principales ciudades.

Yangon, el pasado colonial

El modo más cómodo de entrada a es volar desde España a Bangkok y allí tomar un avión a Yangon, la capital, cuyo nombre responde al río que la atraviesa. Es lo más sencillo y este segundo vuelo dura una hora y veinte minutos aproximadamente. Conseguiracomodo en un buen hotel en Birmania resulta muy económicopara un europeo; de hecho, aunque la industria turística está aún muy poco desarrollada, la capital cuenta con establecimientos hoteleros muy competentes.

Birmania ofrece incontables templos y pagodas visitables. En Yangon no debe perderse la pagoda Shwedagon (acostúmbrese a leer ‘paya’ junto a cada nombre propio). Su chedi (la clásica campana invertida) principal, con más de 100 metros de altura, es de un valor literalmente incalculable, pues está recubierta de piedras preciosas. Todos los birmanos la visitan al menos una vez en la vida. En realidad, Shwedagon es un complejo vastísimo que alberga muchos otros templos.

Si va con los hombros al descubierto y bermudas o falda corta, sepa que es obligatorio cubrirse antes de entrar: sirve un pareo o una falda local de las que venden en las decenas de puestos en los alrededores. Al salir, puede dar un paseo apacible por el Parque del Pueblo, a la izquierda, o bien acercarse al lago Kandawgyi, a la derecha. Verá parejas sentadas en bancos que desean profesarse más cariño físico del que la rígida moral del país les permite en público. Botataung paya, en la ribera del río, alberga un pelo de Buda, según reza la tradición, y una gran figura suya de bronce.

Pero lo interesante es el laberinto de tablones tallados de pan deoro que domina su interior y muchas vitrinas con reliquias. Finalmente, la Sule paya merece la pena por su enorme chedi octogonal dorado. No todo es ver templos: puede darse un paseo por el viejo barrio británico y maravillarse de su melancólica decrepitud o cenar en Chinatown y disfrutar del mercadillo nocturno de Tayoke Tan. Allí hay de todo. También música improvisada en directo.

Trekking y aventura

Desde Yangón, les sugerimos una alternativa: desplazarse al noreste para conocer las famosas playas de Ngapali o bajar al sur para disfrutar del paraíso en el archipiélago de las Mergui, frente a Myeik (no es fácil, deberá hacer muchas horas de carretera) o bien dirigirse al norte para conocer el incomparable lago Inle.

En este segundo caso, puede acercarse vía aérea (al aeropuerto de Heho) o directamente en bus o tren a la animada villa de Nyaungshwe, desde donde visitará el lago. Si el dinero no es un problema, vaya en avión; de otro modo deberá hacer más horas de carretera de las que le gustaría y las autopistas de Birmaniano son las de Baviera.

Existe una etapa intermedia para los amantes del trekking y esa sí le conduce irremisiblemente al bus: la mayoría de guías recomiendan viajar a Kalaw y contratar un trekking de dos días hasta Nyaungshwe. Los paisajes que contemplará esas dos jornadas de caminata le compensarán con creces.

Kalaw es un pueblo muy pequeño pero que dispone de aceptables alojamientos y distintas pequeñas agencias que le organizarán una experiencia de senderismo a la medida y genuina. De hecho, podrádormir en un verdadero templo (rústico, de madera, sin comodidad alguna) en mitad de ninguna parte habitado por jóvenes monjes.

Nyaungshwe y el lago Inle

Llegados a Nyaungshwe, antes de ver el lago, no se pierda su mercado de abastos. Colorista, bullicioso y abigarrado, el área de carne y pescado le supondrá una cura contra todo remilgo. Visite también la cueva de Htat Eian, donde podrá admirar centenares de estatuillas budistas. Muchos paisanos ofrecen rutas por el lago. Negocie el precio que mejor le convenga y déjese llevar. Son todos igual de amables y lo conocen tan bien como su propia casa porque, en realidad, es una extensión de ella. Viven del lago, en él y para él.

El motor desvencijado que impulsa la pequeña canoa de maderasobre la que se adentrará en el lago es lo más tecnológico que verá esa jornada: allí pescan con redes y se impulsan a remo. Con un solo remo que mueven con la pierna. La técnica, ancestral y efectiva, resulta difícil de e

Es una de las características más marcadas de la etnia intha, que alrededor de Inle convive con los san, bamar y pa-o. Su guía les llevará, posiblemente, a ver un taller de plata –material que trabajan muy bien en el país–, una forja de metales y un taller de prendas de seda, en el que las operarias trabajan exclusivamente con artilugios de madera. Pida que le acerquen al pueblo flotante de Ywama, al monasterio de los gatos y al rotatorio mercado de los cinco días, también a orillas del lago.

Antes de dejar la inolvidable y acogedora Nyaungshwe, es una gran idea contratar un taxi para que le lleve a Pindaya. Le costará unos 30 euros y una hora y media en coche –no hay otra manera de llegar pero el paisaje es formidable– y supone una de las experiencias más inolvidables del viaje.

Las pagodas con las que se encontrará antes de subir la escalinata de la cueva no merecen mayor interés, pero una vez que se adentre en la montaña, le costará salir de ella. Los laberintos pétreos de Pindaya albergan hasta 8.500 estatuas de Buda de todos los tamaños. Las hay no mayores que un Playmobil. Las más portentosas son donaciones de familias birmanas en la emigración.

Los mil templos de Bagan

Desde Nyaungshwe le recomendamos desplazarse al oeste para llegar a Bagan, visita obligada, en un vuelo de poco más de una hora. Podrá alojarse sin problema en la localidad homónima; mejor Old que New Bagan. Bagan se trata de una inmensa planicie sobre la que se desparraman una cifra oficialmente aún no determinada de templos, estupas, pagodas y monumentos religiosos de distinto tipo que se remontan a los siglos XII y XIII. Se baraja una horquilla de entre 1.500 y 2.000, así que nos quedamos con un término genérico.

El conjunto arqueológico recuerda la magnificencia de Angkor Vat(Camboya) y, como allí, la mejor manera de hacerse una idea de su inmensidad es sobrevolarlo en globo. También puede alquilar una moto eléctrica y recorrer sus centenares de caminos de templo en templo. Entrar en el recinto cuesta unos 15 euros.

¿Cuáles no debe perderse? Si se fían de nuestra experiencia, puede comenzar por Mahabodhi, lléguese al descomunal Ananda, no se pierda los seis niveles de Dhammayangyi (cuidado con su bestial colonia de murciélagos) y termine viendo la puesta de sol desde los escalones de Shwe San Daw.

Mandalay, la ciudad de los monjes

Finalmente, Mandalay. Puede recorrer los 180 kilómetros que la separan de Bagan en avión (hay dos vuelos diarios), en bus o en ferry, remontando el río Irawadi. Le recomendamos vivamente esta última opción, si bien le llevará varias horas: unas 14 si toma el barco que hace paradas (11 euros) y “sólo” diez si coge el express (alrededor de 35 euros) y en el que irá mucho más cómodo. También hay cruceros de dos días, con camarotes privados. Puede comprar los billetes en su hotel pero consulte bien los horarios: no hay ferry a todas horas.

A pesar de su nombre, Mandalay no es una ciudad bonita. Es caótica, atestada de tráfico y carece del atractivo que se le supone a la segunda ciudad del país. Son más encantadoras sus afueras, Amarapura, Inwa y Mingún, por ejemplo. Aun así, la propia Mandalay merece la pena, tiene su propio Palacio Imperial. Birmania es un país de hondas creencias budistas y es frecuente cruzarse con monjes y monjas en cualquier lugar. Unos y otras van rapados y sin adorno alguno, así que los distinguirá por el color: en la vestimenta de ellos predomina el rojo oscuro y en la de ellas, el rosa.

No les importará que les haga fotos siempre y cuando se comporte con el debido respeto. Y en Mandalay hay muchos, muchos monjes. Una experiencia inolvidable es acercarse a la escuela de novicios de Maha Ganayon Kyaung, en Amarapura (a 11 kilómetros del centro de la ciudad). A las diez de la mañana, centenares de monjes protagonizan cada día un fascinante desfile desde sus aposentos a un cercano comedor, portando consigo una modesta escudilla en la que voluntarios les sirven arroz.

Es imprescindible pasearse (mejor al atardecer) por el famosopuente U Bein, cuyos 1.200 metros lo convierten el más largo fabricado en teca de todo el mundo, también en Amarapura. También le recomendamos un vistazo al templo de Sagaing, en una colina a las afueras de Mandalay. En todos los casos, contrate un taxi; no es caro y contribuirá a la economía local. Antes de ascender, deténgase en la escuela de novicios Aung Myae Oo. Si tiene la suerte de coincidir con la hora de juegos, verá unas caras de inocencia que le harán reflexionar sobre muchas, muchísimas cosas.

No les importará que les haga fotos siempre y cuando se comporte con el debido respeto.

lavanguardia


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