Siria, el peor país para un periodista

  09 Mayo 2016    Leído: 402
Siria, el peor país para un periodista
Para cualquier reportero especializado en Oriente Próximo de nuestra generación, cubrir la guerra de Siria se ha convertido en un compromiso desde que empezó en 2011. Y así muchos de nosotros viajamos hasta allí, cruzamos fronteras y arriesgamos la vida para estar al lado de la población civil y contar su sufrimiento. Para que el mundo no pudiera decir que no sabía lo que estaba ocurriendo. Pero desde el principio, informar desde Siria no era sólo una cuestión de reunir todo el empeño personal, la experiencia y el coraje que pudiéramos para meterlos en nuestra mochila junto a un par de cuadernos y una cámara. Y pronto se convirtió en la peor misión de nuestras vidas para muchos de nosotros, sabiendo que los grupos yihadistas habían declarado la `caza` al periodista y que el régimen de Bashar Asad sería implacable. Muy pocos se aventuran ya a entrar en ese agujero negro en el que se ha convertido Siria. Con seis periodistas profesionales y 11 internautas o periodistas ciudadanos asesinados en 2015 mientras cumplían con su labor de informar, Siria es el país más peligroso del mundo para ejercer este oficio. Lleva tres años siendo así, liderando ese negro ránking, según el Informe Anual que elabora Reporteros Sin Fronteras. Y todo apunta a que lo seguirá siendo. Lo saben bien nuestros compañeros Antonio Pampliega, José Manuel López y Ángel Sastre, liberados este sábado tras casi un año secuestrados. Muchos otros que fueron a contar lo que allí pasaba no pudieron hacerlo y descansarán allí para siempre. Desde que estalló la guerra, en 2011, al menos 139 reporteros han perdido la vida en el país mediterráneo. A ellos hay que sumar la muerte de 47 internautas y blogueros, cuyo trabajo de difusión de información ha sido vital para los medios occidentales.Los periodistas nos hemos convertido en un blanco fácil de grupos radicales como el Estado Islámico o el Frente Al Nusra. Estas facciones utilizan el secuestro para amedrentar toda presencia crítica, pero también para financiarse. Una veintena de informadores permanecen hoy en manos de estas milicias armadas. En el otro lado de la trinchera, alrededor de una treintena de profesionales de la información e internautas permanecían en las mazmorras de Bashar Asad. Las cifras no son exactas porque no hay un recuento actualizado en estos momentos. Los que se llevan la peor parte son los locales. Son ellos los que más arriesgan cada día. Muchos han muerto bajo los morteros o por disparos de francotiradores, otros son detenidos, secuestrados y torturados. Pero los periodistas locales y los activistas e internautas son la principal fuente de información sobre el terreno. Sin ellos, el mundo no habría sabido del hambre que atenaza Mayada ni del bombardeo químico en Ghouta ni del cerco a Kobane. Un goteo de información que llega a otros periodistas gracias a ellos. Aunque sabemos que esto es sólo la punta del iceberg y que en Siria sigue muriendo gente cada día, sigue cercándose a los civiles con tácticas medievales, siguen cometiéndose violaciones y abusos sin que un periodista pueda documentarlo. No es la primera vez que ocurre. Siria no es ninguna excepción, pero sí el lugar donde más riesgo se corre. Le sigue Irak, que años atrás lideraba esta sombría lista. Libia, Chechenia, Sierra Leona... En ningún conflicto los periodistas han estado a salvo, pero Siria es quizá la constatación de que las reglas de los conflictos, si es que alguna vez las tuvieron, están cambiando. Y cómo se está cubriendo el conflicto sirio -o mejor dicho, no cubriendo desde el terreno, dado el inasumible riesgo para muchos periodistas- está ya influyendo en la forma de informar en otros conflictos coetáneos, como el de Yemen. La de Yemen es, al calor de la guerra en Siria, una contienda olvidada en la que los periodistas ni siquiera tienen una ventana a la que asomarse. Una página en blanco en la que se escribe cómo serán los conflictos futuros, que los habrá, sin que los periodistas podamos ir a contar lo que ocurre, a documentar crímenes de guerra, a prevenir al mundo del horror.

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