El Partido Republicano va a tardar tiempo en digerir la conmoción interna que está suponiendo Donald Trump. Su candidatura como aspirante conservador a la Casa Blanca en las elecciones presidenciales de noviembre es ya casi irreversible, después de haber borrado del mapa a todos sus rivales, pero las heridas son profundas. Recibido con desconfianza por buena parte de los líderes republicanos, Trump diseña ya el futuro. Un movimiento decisivo será la persona que elija como aspirante a la vicepresidencia, un perfil que tendrá que compensar la heterodoxia de la otrora estrella televisiva.
Después de fracasar en su intento de frenar a Trump, a quien pocos tomaron en serio cuando inició su carrera por la nominación republicana hace casi un año, el establishment republicano no disimula su incomodidad con quien con toda seguridad será su cartel electoral dentro de seis meses. En los últimos días, los principales líderes y referentes del partido se han pronunciado de una u otra manera sobre Trump, cuya exitosa lucha por la nominación se ha basado en un populismo que ha fracturado la sociedad estadounidense en debates como la inmigración y ha hecho tambalear los cimientos ideológicos de los republicanos.
Los dos últimos presidentes conservadores, George Bush padre e hijo, han hecho saber que no apoyarán públicamente a Trump en las elecciones presidenciales, una batalla que librará con casi total seguridad con la demócrata Hillary Clinton. El presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, el cargo institucional más importante que tienen los republicanos, también ha manifestado que no está preparado para apoyar al magnate en el proceso electoral. Y dirigentes republicanos de origen hispano se han sumado al coro de voces que no ocultan su malestar con quien ostentará la candidatura republicana.
Trump, sin embargo, no se arredra ante este movimiento interno que asume con dificultad lo que las bases republicanas han decidido en el larguísimo proceso de primarias. A medida que su candidatura se iba haciendo inevitable, Trump ha suavizado sus mensajes contra el establishment, pero la desconfianza sigue siendo abismal. “Creo que los conservadores quieren saber si (Trump) comparte nuestros valores y nuestros principios. Hay una gran cantidad de preguntas sobre las que los conservadores van a querer respuestas”, ha afirmado Paul Ryan.
La lista de damnificados por Trump en este último año es enorme e incluye a hispanos y mujeres
Presentarse a las elecciones con un partido dividido ante alguien con la experiencia política y la fortaleza de Hillary Clinton podría ser un suicidio, algo que saben perfectamente tanto Trump como las élites republicanas. Con el fin de limar asperezas e intentar unificar un partido quebrado por la dura batalla por la nominación, Ryan ha invitado a Trump a reunirse esta semana con la cúpula del Partido Republicano.
En este complejo escenario, la elección del dirigente político que acompañará a Trump en la campaña electoral como aspirante a la vicepresidencia de Estados Unidos juega un papel relevante. Trump es consciente de que la designación puede ser importante para reconciliarse con los muchos sectores de la sociedad americana con los que se ha enfrentado en los últimos meses, empezando por las élites republicanas. En este sentido, el magnate neoyorquino ha deslizado el nombre de John Kasich, el gobernador de Ohio, un político moderado que pugnó hasta la semana pasada por la nominación republicana y que es bien considerado por el aparato de los conservadores.
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