La vida podría haber surgido en el Sistema Solar antes de que la Tierra terminara de formarse. Esa es la extraordinaria conclusión a la que ha llegado un equipo de geólogos planetarios de la Universidad Estatal de Arizona.
Según afirmó hace apenas unos días Lindy Elkins-Tanton, autora principal del estudio, durante una conferencia en la Univesidad de California en Berkeley, los planetesimales, esto es, los « bloques de construcción» de los que están hechos los planetas, pudieron reunir, en los albores del Sistema Solar, todos los ingredientes necesarios para que surgiera la vida tal y como la concemos.
Según la científica, que es además la investigadora principal de la misión que la NASA se dispone a enviar al asteroide metálico Psique, esas «condiciones benignas» pudieron persistir en algunas de esas rocas primordiales durante largo tiempo, incluso decenas de millones de años, quizá lo suficiente como para que la vida arraigara y se perpetuara en ellas.
Algunos planetesimales, además, sobrevivieron durante e incluso después del violento periodo de formación planetaria, lo que hace muy plausible que una de esas rocas primigenias consiguiera sembrar, después, la vida en la Tierra.
«No todos los planetesimles -explica Elkins-Tanton- estuvieron involucrados en las colisiones catastróficas que terminaron por convertir a muchos de ellos en plasma o, como mínimo, a destruir cualquier cosa que hubieran podido crear. Algunas de esas rocas, en efecto, cayeron sobre la superficie de un planeta templado, igual que lo hizo el meteorito de Chelyabinsk en febrero de 2013».
Durante su conferencia, la científica explicó que la idea le surgió durante un curso, en el que pidió a sus alumnos que consideraran si la vida pudo haber surgido en esta clase de pequeños cuerpos. Durante los meses siguientes, Elkins-Tanton, junto a sus estudiantes y al coautor del estudio, Stephen West, exploraron a fondo esa posibilidad.
Los requisitos de la vida
La vida, tal y como la conocemos, necesita de tres ingredientes principales: agua en estado líquido, moléculas orgánicas y una fuente de energía. Y los planetesimales, que se formaron apenas 1,5 millones de años después del nacimiento del Sistema Solar, contaban con los tres.
Por ejemplo, se han identificado hasta 35 aminoácidos diferentes en el célebre meteorito de Murchison, una antigua roca espacial que cayó a la Tierra en el sur de Australia en 1969. «Murchison está tan llena de sustancias orgánicas -dijo la científica- que huele a pozo de petróleo. ¿Y qué mejor lugar para el advenimiento de la vida que un agradable, cálido y húmedo fragmento de Murchison? Esa es la idea con la que estamos empezando».
En cuanto a la energía, ésta podría proceder del propio interior de los planetesimales, en concreto de la desintegración radiactiva del Aluminio-26, capaz de generar un intenso calor que, en ocasiones, debió de ser suficiente como para fundir completamente las rocas.
Otros cuerpos, sin embargo, solo se habrían derretido parcialmente, desde dentro hacia fuera, de forma que tendrían un núcleo metálico, un manto de magma y una corteza rocosa y primitiva. El interior de esos planetesimales habría sido extremadamente caliente, pero las superficies habrían permanecido frías. Las olas de calor que irradiaban de las profundidades, por último, habrían estimulado la liberación de fluídos, como el agua líquida, impulsando ese material hasta la superficie.
Planetesimales transportando agua
Tales procesos podrían haber llegado a crear ambientes habitables justo bajo las superficies rocosas de los planetesimales. Ambientes que perduraron durante largos periodos de tiempo. Las simulaciones llevadas a cabo por Elkins-Tanton y West sugieren que los planetesimales pequeños (los de hasta 50 kilómetros de diámetro), podrían haber mantenido agua líquida bajo tierra durante aproximadamente 15 millones de años. En los más grandes, ese tiempo se habría podido extender hasta los 50 millones de años.
Sin embargo, asegura la investigadora, no está del todo claro si esa «ventana temporal» es lo suficientemente larga como para que el proceso de la vida se ponga en marcha. Eso, en realidad, es algo que nadie sabe aún a ciencia cierta. Aquí, en la Tierra, los primeros signos inequívocos de vida hallados por los científicos tienen unos 3.800 millones de años. Y el planeta mismo se formó hace 4.500 millones de años. El tiempo ue tuvo la vida para formarse fue, pues, de unos 700 millones de años, aunque algunos sostienen que las primeras formas de vida pudieron surgir antes de esa fecha: hace 4.100 o, incluso, hace 4.350 millones de años
Por eso, Elkins-Tanton y West no se atreven a afirmar que, efectivamente, la vida que conocemos en la Tierra surgió en sus bloques de construcción, sino que se limitan a decir que la idea es digna de ser considerada. La posibilidad de que la vida se haya propagado, de cuerpo en cuerpo, por todo el Sistema Solar, no es nueva. Ahí está, por ejemplo, la teoría que sostiene que pudo haber surgido en Marte hace miles de millones de años, para pasar después a nuestro planeta a bordo de un meteorito marciano. O aquella otra que sostiene que las «semillas de la vida» fueron sembradas por todo el sistema por cometas, y que esas semillas arraigaron donde encontraron las mejores condiciones.
Abc
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