El Barça toca la Liga con la mano

  09 Mayo 2016    Leído: 846
El Barça toca la Liga con la mano
El equipo azulgrana, liderado por Messi y los goles de Luis Suárez, gana el derbi ante un gris Espanyol y saldrá campeón si vence en la última jornada ante el Granada.

Aunque la mirada sobre el equipo cambió desde el clásico, y se sospechó hasta del utilero del Camp Nou, el Barça no ha perdido nunca la autoestima, y menos cuando media un partido con el Espanyol. Los azulgrana han encontrado refugio en las áreas para defender el liderato y el título de Liga. Ya no se trata de presumir, como cuando contó 39 jornadas sin perder, días en que hasta los enemigos se llenaban la boca con el juego del Barcelona, sino que se impone ganar el campeonato por una cuestión de goles para evitar el escarnio ajeno y ratificar sobre todo su hegemonía en el torneo ante el Madrid después que se cayera sorprendentemente el Atlético en campo del descendido Levante de los exazulgrana Rubi y Torras, dos buenos amigos de Tito Vilanova.

Messi pasa cuentas

La Liga se ha puesto muy de parte del Barça después de la derrota de los muchachos de Simeone y de la victoria del Granada en el Pizjuán. El Madrid, distanciado un punto por el Barcelona, necesita ganar la última jornada en A Coruña para exigir también el triunfo azulgrana en los Nuevos Cármenes ante un adversario ya salvado en Sevilla. Ocurre que los barcelonistas siempre se manejaron mejor en la estrechez que en la abundancia, cuando necesitaron salvaguardar el golaverageque 12 puntos, los partidos en que han defendido como un equipo pequeño y atacado con la determinación de un campeón, tardes como la de ayer con el Espanyol. Volvió el tridente y los azulgrana completaron un gran derbi a partir de la maestría de Messi y la pegada de Suárez.

El partido empezó con un gol precioso de Messi. El argentino se cobró una falta en la frontal del área con un tiro duro y curvado que se coló por la escuadra izquierda de Pau, el portero que en su última visita Camp Nou pisó el tobillo del 10. Messi tiene mucha memoria y acostumbra a pasar cuentas, aunque sea a balón parado, nada nuevo por otra parte desde que camina más que corre, prefiere asistir a rematar, juez único del Barça. Aunque el equipo ha perdido armonía y finura, no elabora el juego como cuando los protagonistas eran los volantes y no los delanteros, su capacidad para recuperar el balón es admirable, incluso en partidos ásperos como los que plantea el Espanyol. La presión azulgrana arrinconó al equipo de Galca.

Messi incluso tomó una tarjeta para que no se diga que apenas defiende, empeñado en ser el protagonista de una jornada que comenzó con un gol en cada uno de los campos en que jugaban los aspirantes a ganar la Liga. El carrusel radiofónico anunció un gol de Torres, más tarde de Messi y después de Cristiano. El carrusel solo se animó con el empate del Levante y una ocasión a la salida de una falta de Víctor Sánchez. Los azulgrana perdieron continuidad y se arrimaron los blanquiazules al marco de Ter Stegen. El Espanyol siempre fue un equipo poderoso en la estrategia y al Barça le falta precisión y profundidad para cuadrar sus partidos más interesantes y calientes, pocos como el derbi del Camp Nou.

Subida de tono

El partido se calentó y endureció, muy bien defendido por ambos equipos, y mal arbitrado después de que Gil Manzano anulara un gol a Rakitic y no pitara un penalti de Duarte a Messi. La intensidad del Barça obligó al Espanyol a ser reiterativo en las faltas tácticas y las tarjetas, muy exigido en su cancha, solo estirado por Caicedo, un delantero poderoso y valiente, siempre amenazador con el nervioso Ter Stegen. También el Barça afiló los tacos para frenar las transiciones del Espanyol. La reyerta acabó con Messi plantado ante Gil Manzano. No se sabe qué le preguntó después de que pitara el fin del primer tiempo porque el delegado Carles Naval le pillo por un brazo y se lo llevo al argentino al vestuario.

Alcanzado el descanso, el partido seguía abierto para suerte del Espanyol. La incertidumbre, sin embargo, duró muy poco porque Alves robó el cuero en la línea de tres cuartos, tocó para Messi y su asistencia la cruzó a la red el pichichi Luis Suárez. El Barcelona recuperó la contundencia y la precisión y se entregó a un segundo tiempo de felicidad por los goles que fueron cayendo en el Camp Nou y en el Ciutat de València y también por la emoción del Bernabéu. Volvió a marcar Suárez; la pifió Pau para habilitar a Rafinha, y hasta hubo tiempo para que anotara Neymar. No hay un resultado más terapéutico para el Barça que un 5-0, el dígito mágico, el marcador conseguido ante el Espanyol por el equipo que conquistó Berlín.

Nada tuvo que decir el Espanyol, muy retador en la previa, reiterativo en su deseo de que la Liga la gane “un equipo de Madrid”, sin especificar sin el Atlético o el Real, entregado al fútbol vigoroso del responsabilizado Barça, sin más queja que un penalti reclamado sobre Diop. Ni rastro de Tamudazo ni recuerdo del 0-0 de Cornellà. No hubo derbi en el Camp Nou. La hinchada estuvo más pendiente de la radio que del Espanyol. Al Barcelona le vino bien jugar a la misma hora que Atlético y Madrid. Ahora mismo le quedan dos partidos y son dos finales para ganar la Liga y la Copa. La gloria o la miseria para el club seguramente más extremista del mundo, también en tiempos del tridente; ya van 21 goles a favor y 0 en contra desde la derrota con el Valencia.

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