Después de comer, los secuestradores condujeron a Pampliega, López y Sastre hasta la frontera con Turquía, a unos 50 kilómetros de la ciudad siria de Alepo, donde fueron capturados 10 meses antes. Aunque durante los tres primeros meses de cautiverio todos estuvieron juntos, Pampliega fue separado luego de sus dos compañeros y los tres no volvieron a reunirse hasta el pasado sábado.
Sobre las cinco de la tarde, los yihadistas y sus rehenes se detuvieron en la parte siria de la frontera, mientras al otro lado les esperaban desde horas antes funcionarios españoles escoltados por militares turcos. Enmedio, unos 30 metros de tierra de nadie que, bajo la intensa lluvia, recorrieron, en un permanente trasiego, notables locales en el papel de correveidiles.
Lo primero fue comprobar que se trataba, efectivamente, de los tres periodistas y que los secuestradores no intentaban colar gato por liebre. Con ayuda de un teléfono móvil, los funcionarios españoles plantearon a los periodistas preguntas personales transmitidas por sus familiares cuyas respuestas solo ellos podían conocer.
Verificadas sus identidades, los reporteros fueron cruzando de uno en uno al lado turco escoltados por los intermediarios. El recelo de los yihadistas, que comprobaban todos los detalles antes de liberarlos, hizo el proceso interminable. Cuando concluyó, ya había caído la noche.
Solo entonces, los funcionarios españoles comunicaron a Madrid que los periodistas estaban sanos y salvos, ya en un lugar seguro. La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, de la que depende el CNI, habló con ellos. También pudieron hacerlo con algunos familiares, que no escuchaban sus voces desde diez meses antes. A las 20.36 (una hora más en Turquía) un teletipo de la agencia oficial Efe hizo pública su liberación.
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