Como profesora de educación diferencial tuve la oportunidad de conocer la vida de mis estudiantes y sus familias, todos transitando en paralelo a la gran mayoría de las personas, en un sistema educativo que no permitía su incorporación a las escuelas regulares, teniendo para ellos un espacio segregado que carecía de visibilidad.
Como profesora de educación diferencial tuve la oportunidad de conocer la vida de mis estudiantes y sus familias, todos transitando en paralelo a la gran mayoría de las personas, en un sistema educativo que no permitía su incorporación a las escuelas regulares, teniendo para ellos un espacio segregado que carecía de visibilidad.
Posteriormente, mi inquietud profesional me lleva a transitar hacia los programas de integración escolar encontrándome con personas del Espectro Autista. Siendo estos contextos inmensamente desafiantes, con grandes exigencias para los estudiantes en el ámbito social, académico y sensorial, concentrándose el foco en la capacidad adaptativa de los estudiantes en vez de crear cambios en el contexto que los rodea.Pero con el paso del tiempo, en la medida que los docentes e integrantes de la comunidad educativa visualizan la diferencia, la valoran e intentan comprender esta forma de ser y actuar es, en este preciso momento, donde empiezan a aportar en la educación y vida de sus estudiantes, lo que marca un antes y después en su proceso educativo y en la labor docente.
Tener la posibilidad de acompañar el proceso de enseñanza media de un estudiante con autismo quien seleccionó la especialidad de contabilidad y de realizar acompañamiento en su práctica profesional, lo cual permitió cerrar un ciclo, siendo un logro para todos quienes participamos en su desarrollo académico y por sobre todo, personal. Pero nuestros desafíos no terminan cuando un estudiante egresa de cuarto medio, es más, su incorporación en el mundo laboral son temáticas que no se alejan de nuestra labor.
Y sí, una persona (y muchas personas) con autismo puede ingresar, permanecer, progresar y egresar del sistema educativo regular, pero esto no está exento de la utilización de recursos adicionales: profesionales, tiempos, repasos y mucho amor. Todos los logros que se obtienen son una sintonía entre ellos, sus familias, la escuela, los profesores, los compañeros. Es esencial que los espacios sean inclusivos, que los niños y jóvenes crezcan conociendo realidades diferentes a las propias, que se sensibilicen en torno a la diversidad y aprendan a relacionarse y trabajar con otros. Porque una etiqueta diagnóstica, no determina el aprendizaje de un niño o una niña, porque es solo una señal en el camino hacia donde hay que apuntar los recursos, los conocimientos, las ganas.
En la actualidad la educación es un derecho para todos en igualdad de oportunidades, por lo tanto los espacios pedagógicos tienen cada vez mayores desafíos educativos, hablamos de leyes y decretos entre ellos N°170, N°83, Diseño Universal de Aprendizaje (DUA) pero todo esto solo se conjuga de manera adecuada cuando educamos valorando la diversidad, respetando al estudiante con todas sus características, conociendo sus fortalezas (presumiendo competencias) y determinando sus dificultades, todo esto para poder enfocar nuestro trabajo en potenciar aquellas características singulares que pueden enriquecer su educación y la relación con sus pares. Además, estableciendo todos los apoyos que requieren para enfrentar los diferentes desafíos.
Por lo tanto, el contexto educativo es un espacio fundamental para generar una sociedad inclusiva, brindando las oportunidades y herramientas para el pleno desarrollo del potencial de cada uno de sus estudiantes. Donde cada uno de los participantes de la comunidad educativa cumple un rol esencial, lo que conlleva una responsabilidad en aportar a construir una sociedad en equidad y justicia.
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