Rondón baila en la alfombra de Messi

  23 Marzo 2019    Leído: 885
Rondón baila en la alfombra de Messi

El regreso del astro no frena la decrepitud de la selección de Argentina, claramente superada por un pujante rival que encontró su martillo en el punta del Newcastle.

Dicen que un día Sampaoli halagó a Messi por un cambio de orientación durante un entrenamiento: “¡Leo, qué rápido viste la diagonal de Pavón…!”. Y que Messi lo cortó en seco con ese hilo de voz que le recorre la garganta cuando lo consume la amargura: “¡Lo vi un segundo tarde!”.

ARGENTINA, 1 - VENEZUELA, 3
Argentina: Armani; Mercado (Kannemann, m. 46), Foyth, Lisandro Martínez (Blanco, m. 46); Montiel, Paredes, Lo Celso (Pereyra, m. 78), Tagliafico; Messi, G. Martínez (Suárez, m. 46); Lautaro (Benedetto, m. 70).

Venezuela: Faríñez; Hernández, Osorio, Villanueva, Rosales (Aristeguieta, m. 89); Herrera (Soteldo, m. 64), Rincón, Moreno; Machís (Juanpi, m. 79), Rondón (J. Martínez, m. 72), Murillo.

Goles: 0-1. M. 6. Rondón. 0-2. M. 44. Murillo. 1-2. M. 59 Lautaro. 1-3. M. 75. J. Martínez, penalti.

Árbitro: Sánchez Martínez (Esp). Amonestó a Rondón, Foyth, Hernández, Osorio, Lo Celso, Rincón y Juanpi.

Wanda Metropolitano, 22.000 espectadores.
Implacable crítico de sí mismo, no digamos de aquello que le rodea, a Messi debió provocarle náuseas lo que vio este viernes en el Metropolitano. Su regreso a la selección de Argentina tras la desventura del Mundial de Rusia coincidió con otro episodio desagradable en el interminable declive del equipo nacional. Incluso la atmósfera conspiró. El estadio no se llenó ni hasta la mitad y la mayoría de los aficionados que acudieron fueron venezolanos. De los argentinos apenas hubo noticias. La colonia local debió inhibirse tras el 6-1 ante España, hace un año en el mismo escenario. El transcurso de los minutos justificó el desinterés.

Argentina volvió a deshacerse al primer contacto con las dificultades, víctima de la ausencia de un modelo y, sobre todo, incapaz de que sus jugadores de acompañamiento se eleven por encima del listón de jerarquía imprescindible. Messi dio la impresión de comprender muy pronto que no tenía sentido intentar resolver por sí solo un problema de dimensiones deportivas, administrativas y socioculturales que lo trascienden. Devastado por décadas de corrupción, el fútbol argentino es una ruina.

Messi se pasó meses pidiéndole a Sampaoli que en el Mundial de Rusia emplease el 4-3-3, y que le situara a él como enganche por detrás de dos extremos y un punta. Así podría recibir la pelota con más espacios y con más líneas de pase. A las primeras de cambio, tras el empate ante Noruega (1-1) en el debut, Sampaoli volvió al 5-3-2. Entonces sobrevino la goleada (0-3) ante Croacia y se abrió un ciclo de supervivencia. Ese periodo no ha concluido. Continuó este viernes en el Metropolitano.

Regreso a Barcelona
El nuevo seleccionador, Lionel Scaloni, miembro del cuerpo técnico del destituido Sampaoli, comenzó por disponer un 5-3-2. La cosa funcionó mal durante cuatro minutos. Bastó un pase largo de Rosales a Rondón para que el invento saltara por los aires. El delantero del Newcastle despachó el duelo con Mercado como quien espanta una mosca. Ninguno de los centrales corrigó por detrás y Rondón definió solo ante Armani.

Resulta extraña la insistencia de los seleccionadores argentinos en fabricar un armazón que opera como un corsé en la expresividad de Messi. Lo ponderó Scaloni cuando rehizo su plan: quitó a Tagliafico del lateral izquierdo y lo situó de volante; y trasladó a Piti Martínez del carril del diez al extremo izquierdo. La improvisación del 4-3-3 apenas sirvió para que Argentina recuperara el aliento. Si estos cambios requieren práctica de ajuste, el buen juego resultó imposible. No puede ser de otro modo con Tagliafico, que a duras penas ejerce de lateral, cuando debió manejar los tiempos del mediocampo. En cuanto a Piti, demostró que su nivel competitivo se ajusta al de su club: el Atlanta United de la MLS. Antes de cumplido el primer periodo, Murillo metió el 0-2.

“¡Salo, Salo...!”, aclamaba la hinchada. Salomón Rondón se crecía. Puesto a explotar el desorden del equipo adversario, este nueve de porte espléndido parecía Ronaldo Nazario a la mínima pelota que le echaban. La fiesta en Madrid fue definitivamente suya, no del sufriente Messi. El capitán argentino gesticulaba intentando orientar a sus compañeros en el campo con escasos resultados. Lo poco que hizo su equipo lo procuró él. Un remate desde fuera del área que desvió Wilker, una jugada en la que debió driblar a tres oponentes antes de asistir a Lautaro con un centro milimétrico, y la acción que desembocó en el 1-2. La bella apertura a Lo Celso, que metió el pase, culminó en el gol de Lautaro.

Pronto cumplirá 20 años en España y cuando se dirige a los directivos del Barça lo hace con la perfecta tonada suburbial de Grandoli. A fuerza de guardar las distancias, Messi se ha vuelto experto en el arte de medirlas. La distancia entre el balón y su pie; el espacio que le separa del rival que le marca; el hueco por el que filtrar un pase entre un central y su mediocentro... Lo tiene todo tan computado que únicamente se mueve si el esfuerzo tendrá sentido. Sabe de sobra que él solo no puede salvar a Argentina. Contra Venezuela caminó la cancha con aire atormentado.

Este sábado, en lugar de viajar a Marruecos con el resto de la expedición, Messi abandonará la concentración para regresar a Barcelona. La AFA alegó mediante un comunicado que sufre una pubalgia.

Elpais


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