Cuando explica los cambios que la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) impondrá a las competiciones de marcha, Jesús Ángel García Bragado habla de darwinismo, de supervivencia, de evolución impepinable. Los cambios aconsejados por el comité de marcha de la IAAF –órgano en el que figuran dos de los mejores marchadores de la historia, Maurizio Damilano y Robert Korzeniowski—y que con toda probabilidad aprobará el ejecutivo de la internacional presidida por Sebastian Coe son el recorte de las distancias en que se compite en Mundiales y Juegos Olímpicos –desde los Mundiales de 2023 se pasará de los actuales 50 y 20 kilómetros a 30 y 10 kilómetros—y la obligación, a partir del 1 de enero de 2021, de portar un sensor bajo la plantilla de las zapatillas que detecte cuando se produce una pérdida de contacto con el suelo.
“Renovarse o morir”, sentencia el marchador español, y lo hace consciente de que él, justamente, él, es quizás el último que podría hablar así. Y, también, el primero. Porque García Bragado no solo es un ejemplo marchante de que Darwin a veces se equivocaba, un dinosaurio en el siglo XXI, podría decirse, sino también síntoma, señal y signo de la evolución de la marcha y de la necesidad de una revolución. A los 49 años aún es de los pocos españoles que bajan de cuatro horas en los 50 kilómetros, es bronce en el último campeonato nacional y compite para lograr la mínima que le lleve a participar en su 13º Mundial en 2019, 26 años después de su victoria en el Mundial de Stuttgart. Hasta donde la memoria alcanza siempre ha habido un García Bragado en cualquier competición, mundial, europea, olímpica. Nadie imagina que pueda haber marcha sin García Bragado. “No”, dice Luis Saladíe, español y miembro de la comisión de marcha de la IAAF. “Es más fácil imaginar unos Juegos Olímpicos sin marcha. Y es el peligro que corríamos. O cambiábamos el producto o nos quedábamos fuera después de Tokio 2020. Si García Bragado sigue siendo de los mejores del mundo a sus casi 50 años, eso significa que, sin dejar de reconocer su tremendo valor, algo no funciona en la marcha”.
El titular espectacular sería que los avances tecnológicos ponen en peligro una disciplina cuya regularidad depende del ojo de los comisarios. “Pero desde que hay posibilidad de imágenes a cámara lenta espectaculares en las que se aprecia cuántas veces se levantan los dos pies del suelo a la vez, estábamos en peligro”, dice García Bragado. “Desde Sidney 2000, cuando descalificaron a Bernardo Segura, ganador de los 20, después de que celebrara el título y a Jane Saville, que iba primera en mujeres justo cuando entraba en el estadio, la marcha ha generado polémicas que no le han gustado al Comité Olímpico Internacional. El chip es necesario porque nos dará credibilidad, pero también un peligro, porque se marchará más lento. Por eso es necesario reducir las distancias”.
Los 50 kilómetros entraron en el programa olímpico en 1932, como distancia única, y los 20 en 1956, y solo en categoría masculina. Las mujeres entraron con los 10 kilómetros en Barcelona 92 y saltaron a los 20 en Sidney 2000. La IAAF pretende que la distancia de 50 kilómetros en categoría femenina se dispute en Tokio por primera vez, pero el COI aún no ha dado su asentimiento. Justamente el sábado, la china Hong Liu batió el récord del mundo de la distancia, convirtiéndose, con 3h 59m 15s, en la primera mujer que baja de las cuatro horas. La marca puede convertirse rápidamente en una reliquia industrial
“El 50 kilómetros, sobre todo, estaba ya sentenciado por su larga duración, porque cuando llega la fatiga es mucho más difícil mantener la técnica y porque el dopaje le ha afectado mucho más que al 20”, dice García Bragado, quien añade que el chip soluciona el problema del contacto pero que no hay medio para asegurar que todos alargan la pierna y no flexionan la rodilla cuando se contacta con el suelo, otra de las reglas del buen marchador. “Creo que a los españoles, que trabajan mucho la técnica, les vendrá bien el cambio”.
Pocas voces de marchadores se han opuesto a la medida. La más fuerte es la del campeón y plusmarquista mundial de los 50 kilómetros, el francés Yohan Diniz, defensor del carácter épico y agónico de la disciplina, dos características que chocan con la velocidad del siglo XXI.
Elpais
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