Las universidades están cambiando su organización interna para reorientar el tipo de educación que deben recibir los alumnos para encarar el futuro. Uno de los mayores expertos en este campo, Ben Nelson, considera que la tecnología ha dejado obsoleta las aulas físicas donde un profesor transmite a los alumnos su conocimiento.
Nelson es presidente de Minerva, una universidad americana disruptiva que ha analizado los aprendizajes necesarios en las próximas décadas y cómo impartirlos. En el marco del Mobile World Congress, participó en una mesa redonda organizada por Esade, y conversó con La Vanguardia sobre educación. “Según Harvard, la retención de los alumnos que han recibido una clase presencial es del 10% en seis meses. Si es experiencial, porque el alumno ha estudiado antes de ir a clase y en el aula se aplica metodología activa el alumno recuerda el 70% del total en dos años. Por tanto, sabemos hace tiempo qué funciona en la educación y podemos ofrecerla gracias a la tecnología, pero a la hora de la verdad, no se aplica”. A su juicio, profesores y estudiantes están de acuerdo de forma inconsciente en no modificar este sistema clásico porque es “más cómodo”.
“Los jóvenes no deben saber cómo resolver problemas sino cuál es el problema que tienen que resolver”
“La teoría –continúa– puede ser enviada por el profesor por vídeo, o indicar a sus alumnos donde encontrarla. Estos prepararían la clase de forma individual y luego, en clase, podrían confrontar, debatir, experimentar... en el aula deben suceder cosas importantes para el aprendizaje, para relacionarse unos con los otros y desarrollar competencias adecuadas”, explicó Nelson.
En este nuevo panorama, el rol del profesor cambia, insistió. “El investigador especialista puede impartir su materia pero la gestión del aprendizaje del alumno la podría llevar otro tipo de docente”. Y puso el ejemplo de cómo se imparten las clases en la institución que preside y que es referente en instituciones de todo el mundo. “Se reúnen unos 20 alumnos por clase que se sitúan en una única fila frente a una pantalla. La imagen proyectada está parcelada con las caras de todos ellos más la del profesor, que no está presente de forma física. Cuando se produce un debate entre dos alumnos, la cámara agranda sus rostros pero mantiene en menor tamaño el de los demás. La cámara está al servicio del aprendizaje proyectando documentos, gráficos, trabajos... de forma interactiva, por lo que los estudiantes ganan en intensidad y en atención focalizada.
Además de un uso distinto de la tecnología, Nelson plantea elaborar un currículum distinto que se enfoque por completo en competencias como la del pensamiento crítico, la creatividad, la comunicación efectiva y la cooperación.
“Muchas universidades –indica Nelson– dicen que desarrollan estas competencias pero cuando miras el contenido del currículum sólo ves asignaturas que son conocimientos verticales, estancos y artificiales que no se corresponden con lo que los problemas de complejidad global con los que las personas se enfrentan”. En este sentido los asistentes celebraron la metáfora de Ivan Bofarull, director Iniciativas Estratégicas de Esade, que dijo que “estamos enseñando a los estudiantes las apps y no el sistema operativo”.
“Los jóvenes no deben saber cómo resolver problemas sino cual es el problema que tienen que resolver –indicó Nelson–. He ahí la dificultad. Si el reto es reciclar una botella de plástico, por ejemplo, ¿cuál debe ser la pregunta correcta? Porque hay mucho en juego en función del planteamiento”.
Los valores son significativos en este aprendizaje, incluso en la formación de los líderes tecnológicos, dijo Koldo Echebarria, director general de Esade, presente en la mesa redonda. “Ser críticos implica lidiar con la complejidad y no podemos caer en la tentación de dar respuestas simples a situaciones complejas. Nuestra misión como educadores no es dar mapas, que, por otra parte, no existen, sino brújulas y la capacidad de utilizarlas”, concluyó.
En su opinión, el aprendizaje no sólo sucede en el aula sino en cualquier lugar y que cada vez más se va a cuestionar la educación clásica de las instituciones tradicionales. “Tenemos que remodelar las arquitecturas de nuestras organizaciones”, señaló.
Lavanguardia
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