Trump y Kim llegan a Hanói para su segunda cumbre sobre la desnuclearización norcoreana

  27 Febrero 2019    Leído: 1195
 Trump y Kim llegan a Hanói para su segunda cumbre sobre la desnuclearización norcoreana

Ya están los dos líderes en Hanói para su segunda cumbre sobre desnuclearización. El norcoreano Kim Jong-un, tras un recorrido de 60 horas en tren cruzando toda China, se bajó en la frontera para cambiar a su coche oficial y llegó a Hanói como las estrellas de Hollywood a la ceremonia de los Oscar: en su limusina, entre la expectación de multitudes en las calles que esperaban avistar un atisbo suyo, flashes de fotógrafos que solo pudieron captar cristales tintados, una alfombra roja de bienvenida y actitud de que todo eso es de lo más normal. Horas más tarde, de noche, el presidente estadounidense, Donald Trump, llegaba de manera mucho más ordinaria: en avión. Y con las muchedumbres disminuidas por la oscuridad y las ganas de cenar.

A partir de este miércoles por la noche, con una cena, ambos abordarán a lo largo de dos días cómo hacer avanzar el proceso de negociación que comenzaron en junio del año pasado en Singapur. El marco de ahora es distinto al de aquel encuentro, el primero entre líderes de sus países. Entonces, ya el mero hecho de que ambos se vieran las caras y se estrecharan las manos era de por sí un avance. La vaga declaración sobre desnuclearización resultante de sus conversaciones resultaba, hasta cierto punto, secundaria.

Ahora, en sus conversaciones en el centro histórico de Hanói, los dos mandatarios deben llegar a acuerdos concretos, o arriesgarse a que el proceso pierda credibilidad. Ya no se puede alegar desconocimiento, o que se trata de una primera toma de contacto. “Trump tendría mucho que perder. [Le dirían] ‘nos hemos reunido dos veces, la aplicación de las sanciones se está debilitando por parte de China y Rusia y no hemos avanzado hacia la desnuclearización”, explica por teléfono Ramón Pacheco Pardo, profesor del King’s College londinense. “Si no se fuera a firmar un acuerdo serio o sustancial, Estados Unidos hubiera pospuesto este encuentro”, añade.

Las reuniones preparatorias han sido mucho más trabajadas, y más intensas, que en el accidentado camino hacia Singapur, que llegó a ver cancelada la reunión antes de convocarse de nuevo. Los equipos liderados por Stephen Biegun, del lado estadounidense, y el exembajador norcoreano en Madrid Kim Hyok Chol, han conseguido desarrollar una relación profesional.

Pero si la esperanza es que se anunciarán pasos concretos, las expectativas no prevén que sean muy ambiciosos o que vayan a cambiar de modo radical la situación actual. El gran escollo: las partes difieren diametralmente en el significado de la desnuclearización, como admitía el propio Biegun el mes pasado. Para Estados Unidos implica que Pyongyang se deshaga por completo de sus armas nucleares, de manera verificable. Para Corea del Norte, el proceso debe incluir el fin de la amenaza militar estadounidense contra su territorio y el desmantelamiento del régimen de sanciones.

Con las partes aún tan distantes en elementos tan sustanciales, no se cuenta, por ejemplo, con que Kim Jong-un vaya a proporcionar por el momento una lista de sus instalaciones nucleares, el santo grial de este proceso negociador. Pero sí, quizá, podría ofrecer que inspectores internacionales puedan acceder a laboratorios de armamento en territorio norcoreano. “Eso va a ser esencial, que se comprometan a la verificación”, puntualiza Pacheco.

Otra posibilidad sería que Kim y Trump, en sus conversaciones primero a solas y después con el resto de sus equipos, establecieran algún tipo de hoja de ruta para el proceso. “Si se fija algún tipo de calendario, la cumbre podría resultar un gran éxito”, apunta el profesor Kim Joon Hyung, de la Universidad Handong. Kim Jong-un podría comprometerse a desmantelar su laboratorio nuclear de Yongbyon.

A cambio de hacer concesiones, el líder norcoreano espera un compromiso para una relajación de las sanciones internacionales en un futuro próximo, que le permitan tomar medidas para mejorar la depauperada economía norcoreana, su gran aspiración y la razón por la que se ha embarcado en el proceso. La semana pasada, lanzó una petición de ayuda internacional tras unas malas cosechas que han dejado un déficit de 1,4 millones de toneladas en producción de alimentos. Entre las posibilidades que se barajan, que Estados Unidos dé su bendición a proyectos de desarrollo económico conjunto entre las dos Coreas.

En los últimos días ha cobrado también fuerza la posibilidad de que se firme una declaración de fin de las hostilidades entre los dos países, un primer paso hacia un tratado que concluya formalmente la guerra de Corea (1950-1953), hasta ahora técnicamente solo suspendida por un armisticio.

Los dos líderes podrían acordar también el establecimiento de oficinas de enlace en los respectivos países. Aunque, dado el carácter impredecible de ambos, nada será definitivo hasta que no lo anuncie alguno de los dos. E incluso entonces, tampoco.

El domingo, antes de salir hacia Vietnam, Trump había insistido en que las sanciones, su gran baza de presión sobre Pyongyang, continúan de momento, aunque abrió la puerta a una posible relajación. "Las sanciones están activas. Todo está activo. Pero tenemos una corazonada especial, y creo que llevará a algo muy bueno. Quizás no", dijo.

Kim ha llegado a Vietnam acompañado de toda su plana mayor. Le acompañan su hermana y confidente, Kim Yo-jong, y su jefe de gabinete, Kim Chang-song, entre otros.

Su llegada desató una pequeña conmoción en el hotel Meliá de Hanói, donde se alojará hasta su marcha. La Casa Blanca había reservado parte del hotel para instalar allí la sala de prensa de los corresponsales que cubren al presidente estadounidense, sin que nadie pusiera objeciones a que los periodistas y el inaccesible líder norcoreano fueran a compartir territorio. Sin embargo, apenas un par de horas antes de su llegada, alguien decidió que ese cara a cara era inaceptable. Los funcionarios de la Casa Blanca y los corresponsales recibieron la orden del Gobierno vietnamita de mudar la sala de prensa.

Elpais


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