Miguel Abellán cumple con el mejor lote de la mansita, pacífica y desigual corrida de Valdefresno.
Lo bautizaron en diminutivo como una broma de pila bautismal. "Trasquito" se llamaba el tremebundo y cinqueño cuarto toro de Valdefresno. Para tapar bocas. Un cuajo de peso pesado y el morrillo de Tyson. Un bestia acarnerada de 590 kilos y una badana como la quilla de un buque. A "Trasquito" lo picaron en la querencia. Fue huido de la contra y luego en la contra se dejó pegar otra vara sin gana. Los de plata, en esta ocasión de azabache todos, pasaron sus fatiguitas con la mole y su alzada a la espera en banderillas. Pues "Trasquito" se puso a embestir en la muleta de Miguel Abellán con afán de cogerla por abajo. Una sorpresa que sólo esa posición de mantener el hocico oteando el horizonte podía hacer sospechar. Abellán le hilvanó tres o cuatro series a su nobleza. A Abellán le gritaban eso de «¡ponte derecho!» Pero si se ponía derecho no cabía el toro en la dimensión de su brazo y su muleta. Cuestión de física más que de tauromaquia. Cambió la mano MA. "Trasquito" se lo pensó y ya nada fue igual incluso cuando le propuso continuar el pacto por la derecha. Aquellas tres o cuatro series de redondos en línea habían sido la sorprendente historia de "Trasquito" y su porte de museo de Ciencias Naturales. Miguel Abellán lo mató de una estocada y un golpe de descabello. Hubo quienes pidieron la oreja de "Trasquito" para el veterano torero de Madrid, y no era eso, y hubo quienes le pitaron, y tampoco estaban siendo justos. Miguel había cumplido con el mejor lote y ya.Porque el toro que estrenó la feria y rompió plaza también puntuó con matices en la mansita y pacífica corrida de Valdefresno. Miguel Abellán libró una larga cambiada de rodillas como saludo. De contado poder y escaso recorrido fue en la muleta. Sin finales. Hasta ese final no existente humillaba con obediencia. Uno quería imaginar qué hubiera hecho en ese último tramo fantasma, si echar la cara arriba como en caballo y banderillas o mantener el aliento cosido a los flecos. Cinco tandas de derechazos se sudecieron clonadas. No se recordará ninguno y sin embargo Abellán resolvió con aseo y soltando al toro donde pedía no seguir. "Buscavísperas" se desentendió de la izquierda y Miguel le despidió por manoletinas de andar por casa.En las antípodas del sorteo, Fortes. Todo lo que se llevó fue la cariñosa ovación de su regreso a Madrid. El recuerdo de la terrible cornada en el cuello de hace un año no se borra. Y la de Vitigudino tampoco. Saúl se ha quitado el Jiménez de los carteles y se ha quedado en Fortes. A secas. El cambio no le ha cambiado la suerte de 2016 y le sigue sin embestir un toro. Los dos que hubo en su mano fueron mansos entre los mansos, los más deslucidos. Y llovió como en ningún otro turno. Increíble. El bruto herrado con el fuego de Fraile Mazas apenas sirvió para que esbozase algún lance y una buena media y algún derechazo intuido entre los rebrincos del toro que pronto se quiso ir. Lo que si estuvo en manos de Fortes es estar pelín menos denso ya a causa perdida en tablas. Los tendidos empezaron a encabritarse como el mulo arrastrado. El último también se refugió en tablas y Fortes volvió a encasquillarse con los aceros. Diluviaba. A Daniel Luque se le cruzó el toro con el capote y ya lo tuvo atravesado y por dentro toda la lidia. Un toro sin celo, siempre apoyado en las manos, que atacaba de sopetón. O a Luque le cogía siempre de sorpresa. No hubo ni clase ni guerra en sus embestidas, y cuando se rajó fue como un epílogo previsible. Luego el quinto se asemejó a una tabla de planchar. Por contraste con el sorprendente Trasquito y no solamente. La cara tan lavada acentuaba sus estrechas hechuras. Daniel Luque lo brindó y le dio distancia. La inercia ayudaba a viajar la osamenta del valdefresno. La inercia no más. Sin ella no terminaba de irse de la muleta. Y por la altura tampoco de descolgar. Luque aprovechó su bondad para querer recordar con la zurda lo que un día prometió. Una vez rajadito el animal apuró afanoso las querencias en los terrenos de sol. Sobraron las luquecinas, que además le quedaron trapaceras.
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