A unos 80 kilómetros de la capital, por la carretera a Monclova, Coahuila, se encuentra ubicado el Parque Boca de Potrerillos, un área protegida por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), por los vestigios hallados de las primeras civilizaciones, un tesoro resguardado en el noreste de México.
El encargado de la protección del Parque por parte del INAH, Mariano Suárez Galván, destacó que en esta zona arqueológica de 600 kilómetros, se localizan alrededor de cuatro mil piedras grabadas, en su mayoría por representaciones de fenómenos naturales, como el sol, las estrellas y las nubes.
Además se han encontrado pirograbados de cuentas numéricas, calendarios que representaban el periodo de gestación del venado, y otras más que indicaban los solsticios y equinoccios del año, así como algunos restos humanos y herramientas para la caza.
A partir de 1991, en este lugar, enclavado entre las serranías de "La Zorra" y "El Antrisco", de ahí su nombre a este cañón como Boca de Potrerillos, el INAH, en coordinación con la Universidad de Texas, llevaron a cabo las primeras investigaciones para conocer el tiempo en la que estuvieron aquí los primeros pobladores, sus costumbres, alimento y condiciones del lugar.
"Ellos eran nómadas, sobrevivían de la cacería, de la recolección de frutos, semillas y andaban de un lugar a otro en donde había agua. Aquí debió haber, en aquella época en la que habitaban los grupos indígenas, debió ser un lugar con mucha agua", destacó Suárez Galván a Notimex, como resultado de estas investigaciones.
De acuerdo a estas exploraciones, se logró encontrar que los pirograbados fueron realizados en lugares y momentos específicos y sobre rocas cuya visión se dirigía hacia puntos donde se registraban eventos naturales cíclicos, como la salida del sol o la luna, el paso de cometas o estrellas fugaces o meteoros.
En los petrograbados también se podían encontrar cuentas de los periodos de las gestaciones de los animales como el venado, o los momentos adecuados para cambiar de campamento y las celebraciones de eventos importantes y las ceremonias, apuntó Suárez Galván.
Los pirograbados representaban paisajes creados con líneas, ángulos o curvas que asemejaban la cima o pico de los cerros, círculos que representaban el sol o la luna, líneas que indicaban la caída de cometas, u ondulaciones para representar el agua, o figuras que asimilaban los alimentos u animales de la región.
En una formación rocosa, llamado por los investigadores como el "El Promontorio", era una zona estratégica por los grupos indígenas para la realización de "mitotes", ceremonias que se desarrollaban por las noches y se podrían prolongar por varias horas con bailes, cánticos en torno a fogatas.
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