Un titán que a sus 30 años y a pesar de las cargas físicas que arrastra promete seguir en primera línea luchando cada bola mientras los pies le respondan. El descomunal duelo de anoche ante Juan Martín Del Potro aumenta su leyenda un poco más, por encima de la agónica derrota ante un adversario también de acero.
Casi desespera al argentino, al que le costó horrores acabar de fulminar al tipo que resucitaba una y otra vez al otro lado de la red, en unos últimos lances de partido bordados ya en el álbum de las citas más electrizantes de la carrera del campeón español.
"Da igual ahora mismo hablar del cansancio. He dado todo lo que tenía dentro. He hecho lo que he podido y me voy satisfecho. Me he dejado hasta la última gota de energía para ganar otra medalla para mí y para España.
Por tanto, nada que reprocharme", decía al final, tras caer en un emocionante encuentro (5-7, 6-4, 6-6 (5)) resuelto por un tie break de locos, desfondados ambos jugadores, al límite. Sin poder aspirar al doblete de oros, atrapado el de dobles junto a Marc López la noche anterior, el español tendrá que conformarse hoy (a partir de las 18.30 h.) con la pelea por el bronce ante el japonés Nishikori.
El título olímpico se lo disputarán el argentino y Andy Murray, vencedor en Londres 2012. El mallorquín pagó los esfuerzos de los últimos días, de reto en reto. En menos de 20 horas peleó por el oro en parejas y buscó la clasificación para la final en solitario. Demasiado trajín acumulado y la gasolina justa en un verano escaso de preparación, pendiente de su muñeca.
Los planes de Nadal se torcieron pronto, con espectadores aún por sentar. Falló su primer servicio en un arranque extraño, donde enseñó la estrategia a seguir con el argentino. Movimiento para desgastarle y evitar sus terribles derechazos. Un remate fácil a la red le dio el break a Del Potro, sin haberse afianzado aún en la pista. El buen comienzo del español, olvidado su error en el servicio, le permitió resistir en el set, hasta devolver la ruptura en el sexto juego. Tomó impulso para adelantarse ante un rival subido a su poderoso saque, de los mejores del circuito en su momento estelar. Cinco aces firmó en el primer set, insuficiente para frenar a Nadal.
Los aficionados albicelestes sujetaron al gigante de Tandil, difícil siempre de descifrar su estado anímico por el gesto lánguido que le identifica. No hay que fiarse de su mirada triste, porque el brazo derecho le arde a la mínima ocasión. De cero a 100 en una parpadeo. Así fue encauzando el set camino de la igualada, menos dinámico Nadal en el fondo, quizá cuidando sus cargadas piernas. Por táctica o falta de aliento se vio abajo tras el break en el tercer juego. Cuesta arriba otra vez. La hinchada argentina brotó de repente, menos bullanguera que el día anterior ante Bautista. Muchos estaban a esa hora en el baloncesto viendo a su selección ante Brasil. En un saque, Nadal reprendió con la mirada a un espectador que se había carcajeado de un error. Del Potro planeó desde el break del tercer juego hasta cerrar la manga. El empate forzaría el delicado estado físico de ambos, al límite tras una semana abarrotada de tenis. El español había pisado Río sin apenas entrenamiento, apartado desde mayo. Y su rival llevaba meses retomando poco a poco la medida al circuito, después de estar el pasado año en blanco por culpa de sus graves problemas en la muñeca.
Con la medalla en juego, cada servicio era una tortura para el sacador, bajo máxima presión. Temían la rotura. Los puntos se estiraban, la grada se ponía de pie por Nadal y Del Potro no bajaba el fusil. Deuces y ventajas disputadas, 1-1, 2-2, 3-3... sudor en la frente, tensión en las manos. Lucieron lo mejor que les quedaba en el repertorio estos dos agonistas de su deporte, de vuelta ambos desde la tierra oscura de las lesiones.
El español buscaba el break a la desesperada, gastando con demasiada alegría sus ojos de halcón (luego los echó de menos), y Del Potro seguía dale que dale al bombardeo. Cualquier bola a mitad de la pista del argentino era dolorosa para Nadal, contra las cuerdas en el quinto juego. Logró llegar al tie break, agotado ya. Murió arañando. Hoy peleará por el bronce. No está nada mal.
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