El grito ritual de Lydia Valentín

  13 Agosto 2016    Leído: 819
El grito ritual de Lydia Valentín

"¡Vamos allá!, ¡Viva Camponaraya!" son sus frases de automotivación

No hay nada al azar en la puesta en escena de Lydia Valentín. El contraste es absoluto con la sobriedad de sus compañeras de podio, la norcoreana Sim, la bielorrusa Naumava. Pero a la misma vez que cada paso está medido milimétricamente, también hay dentro del ritual un rincón para la espontaneidad. Justo antes de encarar el reto, grita. Guturalmente.

Estremece el sonido, que reverbera en el silencio del pabellón 2 de Ríocentro. Desde sus entrañas salen unas palabras que nunca son las mismas. «No sé ni lo que hago. Después me veo en los vídeos y digo: `¿Hago todo eso?` Me salen cosas. Me centro en el movimiento, en visualizarle, en intentar hacerlo perfecto», relataba al terminar.Desvela el secreto Emilio Estarlik Lozano, presidente de la Federación de Halterofilia, todavía con los ojos enrojecidos por las lágrimas. «Grita de todo. ¡Vamos allá! ¡Viva Camponaraya! Ella misma se va animando».

Desde su imagen, al detalle, rosa la diadema y las muñequeras, los guiños a Hello Kitty, a los pasos medidos, que agotan el minuto concedido para cada intento. Ceremonia calculada con un objetivo: llegar al punto adecuado para ejecutar el movimiento y levantar el peso. «Son rituales son para concentrarse. Porque son sólo seis intentos y te juegas todo el trabajo. Son cositas, detallitos que la ayudan a concentrarse», sigue. «Apurar el tiempo es para poder estar bien recuperada».

"No sabía si podrá estar compitiendo"Porque Lydia acudió con inseguridades a Río. No ha sido su mejor año y hubo que exprimir el tiempo para, al menos, llegar con opciones a los Juegos. Lo explica todavía con el maquillaje sobre su rostro, otra manía, algo desplazado por el sudor y las lágrimas. «No es mi mejor momento de forma. Hace 10 meses que me lesioné [espalda] y no sabía si podrá estar compitiendo. No fui al Europeo de abril. El proceso fue más rápido de lo normal, me autoengañaba diciendo que estaba recuperada. Por eso las marcas no eran como antes».Lydia hubiera sido plata en circunstancias físicas normales. Así lo asume.

.No fue a más por pura estrategia, que fue el otro gran secreto de su éxito ayer. «La táctica la lleva el entrenador [Matías Fernández] y tengo fe ciega en él. En ningún momento sabía en qué posición íbamos. Él me decía: `Tienes que hacerlo` y yo lo hacía. Como siempre hemos trabajado», cuenta con naturalidad. «Si nos hubiéramos precipitado, hubiéramos perdido», añade Sterlik.Los nervios de los padresUn conservadurismo que no resta ápice de mérito ni alegría a Valentín, al fin con una medalla entre sus manos, todavía llenas de magnesio blanco en los momentos que habla. La chica de la sonrisa, la amante del rap, la del corazoncito para la foto, que reivindica un deporte que no tiene por qué ser tan masculino.

La campeona a la que el viernes sus padres no la podían ni mirar desde la tribuna, de los nervios. A la que todo el pueblo apoyó desde la distancia. «Se lo dedico a todo Camponaraya, que han puesto una pantalla gigante.

Mis amigos y mi familia que han vibrado conmigo. Me han enviado mucha fuerza», concedía con el bronce al cuello con unas últimas frases como despedida, mirando al pasado («Al final se hace justicia, todo sacrificio tiene su recompensa») y al futuro: «Tokio 2020 no queda lejos. Si me recupero, volveré con más fuerza. Y en Tokio, a arrasar».


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