El árbitro otorgó el tanto de Bale a Fernando, del CityFiesta grande en el Bernabéu y camisetas en los jugadores con el lema: «A por la Undécima»
Tras el himno de las Mocitas, el Bernabéu se acordó de la final de 2014 y de lo que sucedió con el rival que otra vez se interpone entre el Real Madrid y la Copa de Europa, el trofeo bandera del club, dueño de diez y con 14 finales a su espalda. La Undécima, como la Décima, está detrás de un muro terrible llamado Atlético. «¡Cómo no te voy a querer!», despidió cantando la grada a sus jugadores, de parranda ya en el césped, felices tras la agonía del 1-0. «El trabajo y la unión del equipo ha hecho que estemos en la final. Hace cinco meses vivimos momentos duros. Supimos juntarnos y luchar», dijo a pie de campo Sergio Ramos, capitán y titán ayer en la defensa blanca. Quería el central recordar de dónde viene este equipo que avanza en mayo vivo en la Liga y con viaje garantizado para la final de la Champions.Antes de la celebración, un encuentro feote tras una tarde de liturgia, cumplidos todos los pasos de la procesión en el Bernabéu, con sus alrededores bien animados desde la hora de comer. El espléndido miércoles animaba la previa, a la espera del autobús blanco. Horas de nervios y tertulias sobre el partido de la noche anterior en Múnich. Rutas a Milán de lo más variopintas, peticiones de entradas para la final y ganas de volver a encontrar al vecino del Manzanares en el gran partido del 28 de mayo. Todo entonces con el Real Madrid aún en Valdebebas, recibiendo la despedida de los nenes de la cantera, sin el billete aún sacado para jugar contra el Atlético. Los más pequeños forman en pasillo y van dando palmas a los mayores, en tierna ceremonia ya instalada en el manual de noches europeas. Cualquier gesto de buena suerte no sobra en citas tan apretadas.La expedición blanca asomó por Concha Espina a las 19.15, fiesta grande ya en la calle, con bengalas y cánticos de estadio, pasión desmedida con el sueño de la clasificación mascado por una hinchada enamorada del torneo del gran copón de plata. Con las alineaciones saltando en los móviles, Keylor Navas asomó al verde bajo los acordes de AC/DC, sintonía que vino bien ante el Wolfsburgo. Anoche no era necesaria tanta electricidad, porque bastaba con una victoria (amplia o pírrica) para alcanzar el objetivo.La Infanta Sofía, reina del palco, vio de cerca el gol de Gareth Bale, en su banda. El 1-0 no se lo apuntó el árbitro al galés, con ganas de estrenar su casillero en la Champions esta temporada. Al rozar en Fernando, la UEFA lo catalogó como en propia puerta. Cerca de la jugada estaba Isco Alarcón, la novedad ayer en el centro del campo, por la baja de Casemiro. Una pieza distinta, otro estilo. Los músculos del brasileño dejaron paso al trote del malagueño, muy a gusto en el campo, quizá en su mejor actuación de la temporada. Bajo el foco desde hace tiempo, el 22 desplegó su fútbol sin olvidar las obligaciones defensivas de la medular. Cortó y asistió, todo a su manera, entre caracoleos y pases con intención. Se lució precisamente ante uno de los equipos que más interés ha mostrado por él en los últimos años. A punto estuvo de firmar por el City de Pellegrini en 2013 y ahora Guardiola, futuro técnico celeste, también ha preguntado por él.A los 67 minutos lo sentó Zidane. Despertó en ese momento el Bernabéu, al darse cuenta de que el Madrid comenzaba a pagar los temblores clásicos de tan corto marcador. Habían fallado además los blancos un par de ocasiones de las que a veces se añoran. Anoche, no.
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