La promesa se recuerda cada vez que un nuevo miembro de su Gobierno se va por peteneras. El ejemplo más fresco es el de Omarosa Manigault-Newman, la estrella de su programa de televisión «El aprendiz», convertida en asesora de la Casa Blanca y ahora azote del presidente, con un libro de memorias explosivo y grabaciones secretas de la Casa Blanca.
Hubo otros antes: personajes lenguaraces, excéntricos, de reputación dudosa o ahogados en problemas éticos. La razón de que llegaran a altos cargos de la primera potencia mundial solo se explica en la caótica, personal, intuitiva gestión de Trump, nunca vista en EE.UU. Él los coloca y los quema. Algunos le sirven para cubrir una necesidad concreta o para distraer con el ruido de declaraciones estrambóticas. Todos serían divertidos, si Trump siguiera siendo un personaje televisivo.
ABC.es
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