El análisis realizado con motivo del Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo, que se celebra el venidero 28 de abril, alista los cinco malos hábitos de este tipo de profesionales:
1) No desconectar ni en el tiempo libre. La desconexión digital en las horas no laborales contribuye a un mejor descanso, pero muchos trabajadores que trabajan con el móvil se pasan el día respondiendo correos electrónicos. Este mal hábito acentúa el agotamiento psicológico, que es uno de los factores de riesgo que tienen relación directa con el estrés.
Por ello, el informe sugiere que la medida efectiva para aparcar los temas del trabajo y mejorar el bienestar emocional en las horas de descanso es desactivar el smartphone y la tablet, así como las notificaciones de las aplicaciones vinculadas a cuentas del trabajo. Así, los profesionales no reciben los estímulos que los llevarían a saturar su cerebro con asuntos laborales, agrega el artículo publicado este jueves.
2) Organizar el escritorio de forma aleatoria. Los movimientos que realiza cualquier profesional al trabajar con el ordenador son monótonos y pueden dar lugar a sobrecargas y otros problemas musculares en la espalda fruto de la repetición de un mal gesto.
3) Comer frente a la pantalla. Hay empleados que no paran ni 15 minutos para comer con tranquilidad, y el organismo lo sufre. Masticar y digerir correctamente los alimentos son procesos que llevan su tiempo, por lo que hacerlo deprisa y mal puede causar problemas digestivos, lo que dificulta la absorción de los nutrientes. Esto último es, además, contraproducente. Si el organismo no registra de forma adecuada lo que se consume, puede aumentar la sensación de hambre y el riesgo de sufrir sobrepeso.
4) No limpiar la mesa de trabajo. Algunos elementos del escritorio, como el teclado, el ratón y el teléfono, acumulan suciedad y polvo que hay que limpiar con frecuencia.
5) Ponerse los auriculares a todo volumen. Los profesionales que escuchan música demasiado alta para amenizar su jornada laboral tienen un riesgo extra.
De acuerdo con el estudio, la mejor manera para evitar los daños en el nervio auditivo relacionados con este mal hábito, que puede conllevar la pérdida de audición, es limitar el volumen a no más de la mitad y, si es posible, usar altavoces en lugar de cascos.
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