"Siento felicidad y orgullo por mi nación", confesaba Alla, una mujer de edad media, a un periodista de la publicación moscovita 'Nóvaya Gazeta'. "Apoyo a mi país, que ha sido atormentado por las manos de este dictador; estamos todavía en estado de 'shock'", continuaba.
Y es que la rápida caída de Sargsyán este lunes ha pillado por sorpresa a casi todos, y constituye un dramático giro de los acontecimientos. El domingo, hace tan solo dos días, el cabecilla del movimiento opositor, Nikol Pashinyán, había sido arrestado junto a otros tres diputados y dos centenares de manifestantes. Los heridos comenzaban a llegar a los centros hospitalarios de Yereván y las voces más agoreras no descartaban que la situación evolucionara de forma similar al Euromaidán en Ucrania hace tres años, que acabó en un baño de sangre con más de un centenar de muertos.
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