A un lado en el cuadro de la desvergüenza tenemos al perdedor, David Cameron, que en lugar de acatar el resultado del referéndum y al día siguiente llevar a la Cámara de los Comunes un proyecto de ley para notificar a la UE el inicio del procedimiento de salida, anuncia su dimisión, convoca un congreso del partido y deja a un eventual sucesor surgido de unas elecciones generales a celebrar en octubre la decisión de cómo proceder. Y al otro lado tenemos al ganador del envite, Boris Johnson, aún más desvergonzado, que no solo insinúa una renegociación y otro referéndum sino que sostiene sin atisbo de rubor la delirante fantasía de que (una vez él sea el primer ministro, claro está) Reino Unido saldrá de la UE, se desvinculará de sus normas, dejará de contribuir al presupuesto comunitario y cerrará la puerta a los ciudadanos comunitarios, todo ello a la vez que empresas y ciudadanos británicos podrán seguir comerciando y estableciéndose libremente en el continente sin perjuicio alguno. ¿Se necesitan dos líderes para negar una sola y aplastante realidad? Vaya con la cuna de la democracia, el parlamentarismo y el fair play. REUTERS
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