Muchos franceses siguieron el recuento con más atención que las elecciones españolas. Los 967.000 votantes del departamento del Loira Atlántico debían responder si querían o no sustituir el aeropuerto de Nantes por otro al norte, en el pueblo de Notre Dame des Landes (2.000 habitantes).
Con el 55% de los votos, ganaron los partidarios del proyecto. A favor votaron los vecinos del actual aeródromo, al sur de la capital, hartos de ruidos, tráfico y polución. Y los que esperan miles de puestos de trabajo. En contra, los pueblos de la zona agrícola donde se construirán las pistas. Están desde hace años en pie de guerra. Cientos de ecologistas, activistas y altermundialistas han okupado granjas y se dedican al cultivo y la cría de ganado. Son autosuficientes y casi todas sus ganancias las dedican a proyectos alternativos o a los migrantes de Calais.
“No habrá aeropuerto”, repiten esos activistas que, como multitud de asociaciones de apoyo, rechazan la consulta. Dicen que convertirán cada granja en una fortaleza. La titular de Vivienda, la verde Emmanuelle Cosse, ha combatido el proyecto. La de Medio Ambiente, la poderosa Ségolène Royal, lo ha visto siempre con recelo y dice que no se debe emplear la fuerza para desalojar la zona. Lo contrario de lo que opina el exjefe de Gobierno y actual titular de Exteriores, Jean-Marc Ayrault, exalcalde de… Nantes.
El primer ministro, Manuel Valls, asegura que el referéndum “cierra definitivamente el debate”. Pocos le creen. Esta vez la consulta popular tampoco ha zanjado nada.
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