Qué sería de Trump sin Clinton

  22 Noviembre 2017    Leído: 467
Qué sería de Trump sin Clinton
El presidente insulta por sistema a su exrival para unir a sus bases y calla en las acusaciones sexuales al candidato Moore
El candidato republicano al Senado por Alabama, Roy Moore, sigue polarizando el debate político en Estados Unidos. Y, sin embargo, hay un silencio clamoroso.

¿Le ha dado un ataque de prudencia a Donald Trump?

En este caso no sirve el clásico de Mark Twain de que “es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda”. Más bien es de aplicación la máxima del filósofo Ludwig Wittgenstein: “...sobre lo que no se puede hablar, es mejor callar”.

Trump, que a sí mismo se define como “vuestro presidente favorito”, no cesa en su incontinencia tuitera, pero de manera selectiva. No todo el mundo es igual bajo el látigo de la Casa Blanca.

Así que sin noticias de Moore, el juez de 70 años al que acusan al menos ocho mujeres de acoso sexual cuando eran menores de edad, no sea que el propio Trump salga escaldado. Además del rédito electoral, sobre él también se extiende la larga sombra de la sospecha como depredador.

Su ira encuentra otros frentes. A lo largo del fin de semana ha castigado al senador republicano crítico Jeff Flake, al jugador de fútbol americano Marshawn Lynch a costa de poner la rodilla al suelo al escuchar el himno, o a Lavar Ball, padre de uno de los tres jóvenes jugadores de baloncesto arrestados en China por un hurto, al poner en duda la influencia de Trump en su libertad.

Al lado de estos nombres, ¿quién no podía faltar? Bingo: “la corrupta” Hillary Clinton tuvo su recordatorio. Un año después de derrotarla en las urnas, la candidata demócrata es el argumento principal en la narrativa del trumpismo y la retórica de la confrontación. Ella es su razón de ser, su bálsamo, su aspirina cuando a Trump le duele su gestión como presidente y aprieta la investigación del Rusiagate.

“La corrupta Hillary Clinton es la peor y más grande perdedora de todos los tiempos. Ella no puede parar, lo que es bueno para el partido republicano. Hillary, continúa con tu vida e inténtalo de otra vez en tres años”.

Su tuit salió el sábado con la precisión de la fecha señalada en el calendario. Al cabo de un rato se celebró en Little Rock (Arkansas), el 25.º aniversario de la victoria de Bill Clinton. En la ciudad donde empezó la dinastía, el festejo del origen del clintonismo no llegó en el mejor momento.

En esta época en que se ha abierto el melón de los abusos de poder mediante el sexo, figuras relevantes demócratas reconocen que tal vez habría sido mejor que Bill renunciara a la presidencia por sus relaciones sexuales con la becaria Lewinsky en la Sala Oval. Además, Trump sobrevoló en la velada con su tuit. La derrota de Hillary eclipsó en buena medida el hito de Bill. “Aparentemente, mi antiguo rival está obsesionado conmigo”, dijo. “Sinceramente, entre tuitear y jugar al golf, ¡cómo consigue hacer nada más?”, se burló de Trump.

Hillary Clinton reconoció que, en la campaña, las cosas fueron más allá del ridículo. Navegando por las noticias falsas, la exaspirante confesó que amigos de toda la vida trataron de combatir acusaciones, como que ella estaba detrás de una mafia que traficaba con niños en los bajos de una pizzería, y que recibían por respuesta, en garantía de veracidad, un “lo he visto en internet”.

Ella también aludió a que Rusia convirtió la información en un arma y que esto puso en juego el mismo concepto de democracia.

En una entrevista en Mother Jones, también subrayó que “existe muchas cuestiones sobre la legitimidad de la elección de Trump”. Y en cuanto a un posible fiscal especial para investigarla a ella, como clama el presidente, Hillary replicó que “eso suena a dictadura, a régimen autoritario”.

El sábado, en Little Rock, sede de la biblioteca presidencial de su marido, aseguró que trata de calmar su “dolorosa derrota” leyendo novela negra: “Al final, los malos siempre son detenidos”.
LaVanguardia

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