El complejo proporciona cerca del 40% de la energía que consume esta pequeña exrepública soviética de algo más de tres millones de habitantes y es considerado en el país un símbolo de progreso y orgullo nacional. Estos motivos llevaron al gobierno armenio a dar largas a la UE y a rechazar su ayuda de 100 millones de euros a cambio del cierre. Poco después, el presidente Serzh Sargsyan ordenó la prolongación de su actividad hasta 2010. Resulta innecesario recordar que aún continúa en funcionamiento. Es más; las autoridades armenias preparan la instalación de un nuevo reactor para el año 2020.
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