Lo que pasa cuando se desata la ira de un hombre tranquilo

  31 Octubre 2017    Leído: 559
Lo que pasa cuando se desata la ira de un hombre tranquilo
Stephen Paddock, el francotirador del Hotel Mandaly Bay de Las Vegas, encajaba a la perfección con el retrato robot de persona normal antes de matara a 58 personas
Stephen Paddock, el francotirador del Hotel Mandaly Bay de Las Vegas, encajaba a la perfección con este retrato robot de una persona tranquila y normal, antes de que disparara desde la ventana de la planta 32 matando a 58 personas e hiriera a otras 500 que disfrutaban de un festival de música country.


Una barbaridad con paciencia

¿Por qué lo hizo? Tal vez nunca se sabrá el motivo que le indujo a llevar a cabo con tanta paciencia y pericia semejante barbaridad, puesto que se suicidó sin dejar una grabación o escrito que explicara la raíz de tanta ira.

Paddock era un jubilado de posibles de 64 años que vivía en una cómoda casa en Mesquite, en el estado de Nevada, a 138 kilómetros de Las Vegas. El domicilio de este hombre tan aparentemente tranquilo es uno de otros muchos de una apacible urbanización para gente mayor. ¿Solo para gente mayor? Así es: todo residente ha de ser mayor de 55 años.

Paddock era un jubilado de posibles de 64 años que vivía en una apacible urbanización para gente mayor de Mesquite
Existen muchas urbanizaciones parecidas a lo largo y ancho de Estados Unidos, la mayoría concentradas en zonas templadas para aprovechar el calor y el sol. Ofrecen a los residentes toda clase de servicios, entre los que nunca pueden faltar centros sociales, instalaciones deportivas y, cómo no, sanitarios. El poder adquisitivo de cada uno es el factor que determina la calidad y variedad de dichos servicios. Prominencia, que así es cómo se llama la urbanización donde vivía Paddock, es para gente de clase media o alta.

Aquí, aislados del mundo real en el que abundan niños gritones, ladrones, inmigrantes y pobres que molestan con su sola presencia, estos afortunados viven una especie de jubilación dorada. ¿Pero realmente lo es? Deben de resultarles muy aburridos los interminables días pasados en medio de las áridas tierras de Nevada sin nada que hacer. ¿No sería preferible vivir en alguna ciudad o localidad rodeados de vida callejera y una oferta cultural que les ofreciese algo más que un bailongo organizado cada fin de semana para unos patéticos ancianos disfrazados de jóvenes?

Una larga planificación
Paddock planeó durante largo tiempo el crimen que iba a cometer. Además de llevar consigo a Las Vegas unas cuantas armas –entre ellas una docena de semiautomáticas transformadas en metralletas- de las 42 de su arsenal particular y miles de balas, transportó a su habitación en la planta 32 del Mandalay Bay varios kilos de nitrato para fabricar explosivos. Y lo hizo todo sin levantar sospechas. Incluso tenía bien planeada su fuga, que pondría en marcha una vez hubiese realizado el tiroteo más mortífero de la historia de su violento país, entre otras salvajadas que al final no logró realizar.

Hijo de un atracador de bancos, Stephen Paddock era un jugador con suerte que gustaba de frecuentar los casinos de Las Vegas. Tanto es así que, a modo de premio por ser tan buen cliente, le salió gratis la habitación desde la que disparó tantas ráfagas mortales sobre la indefensa muchedumbre abajo.

El asesino era un jugador que frecuentaba los casinos de Las Vegas hasta el punto que le salió gratis, por ser buen cliente, la habitación desde la que disparó las ráfagas mortales
Además de gustarle jugar al póker, Paddock era aficionado a la música country –que era la que inundó su habitación procedente del festival de enfrente ese fatídico domingo por la noche del día 1 de octubre cuando rompió la ventana y apretó el gatillo-, aunque lo que más le chiflaba era volar –era propietario de dos aviones- y la práctica de la caza mayor en Alaska. Hasta la noche del tiroteo era considerado un hombre tranquilo que disfrutaba de una jubilación dorada, privilegio reservado a los tipos con suerte como él que tienen de todo, incluso una novia, que contaría a la policía que Paddock “era amable, atento, un hombre tranquilo”.

Podría haber contado Paddock con algún tipo de ayuda. Quién sabe. ISIS hizo un intento de revindicar como suya la matanza, y como ahora siempre ocurre, la Red se llenó de bulos sobre la supuesta autoría del tiroteo. ¿Cuántos hombres tranquilos quedan como Paddock capaces de perpetrar una carnicería? Se diría que unos cuantos, algunos impelidos por una ideología peligrosa o fervor religioso fuera de control; y otros, acaso como Paddock, tan sólo porque les crucen los cables y un buen día deciden que, aun teniéndolo todo, quieren morir matando.

Mezcla de inseguridad y miedo

Tal vez lo que motiva a estos hombres a cometer atrocidades sea una mezcla de inseguridad y miedo. La cada vez mayor sensación de desamparo moral que produce vivir en una sociedad acelerada, cambiante y despiadada. Por cada afortunado como Paddock, hay en Estados Unidos un montón de desgraciados que lo han perdido todo, si es que alguna vez tuviesen algo que perder, y que ahora hasta podrían quedarse sin la cobertura sanitaria que con tanto esfuerzo introdujo Obama y que Trump se esfuerza por descontinuar.

Con todo, quizá sean precisamente los hombres tranquilos tipo Paddock aislados del mundo en sus urbanizaciones de lujo libres de niños u otras molestias y que se permiten sobrevolar un país en crisis (nada que ver con el PIB) en sus aviones privados los que a fin de cuentas más temen perderlo todo sin previo aviso y por la razón que sea, como les pasó a muchos en el 2008. Así en América como en Las Vegas.

Son harto preocupantes las políticas de aislamiento que pretenden seguir en el Reino Unido del Brexit y los Estados Unidos de Trump
Y puesto que se trata de América, cuando uno se siente inseguro y tiene miedo lo que hace es comprarse un arma o todo un arsenal, tal como hizo Paddock. Hay que defenderse –deben de pensar- contra los innumerables enemigos que vienen a quitarnos lo es nuestro. Mas en el fondo lo que empujó a Paddock a matar a tanta gente inocente fue el mismo impulso que lanza a actuar a los terroristas suicidios, que también se aíslan antes de atacar.

Son harto preocupantes las políticas de aislamiento que pretenden seguir en el Reino Unido del Brexit y los Estados Unidos de Trump. Tienen miedo y de pronto se han dado cuenta de que el futuro ya no les sonríe como antes. Ambos cuentan con un arsenal y no quieren que nadie les moleste en su retiro dorado. Rechazan a la gente de fuera.

Pero no se dan cuenta de que dentro de unos años no habrá quién les corte el césped o les venda un nuevo rifle de asalto. Ambos países harían bien en asegurarse de que no caigan en manos de un hombre tranquilo como Paddock, antes de que sea demasiado tarde. Aislarse del resto del mundo es un juego peligroso, como le recuerda a diario el norcoreano Kim Jong-un a Trump.

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