Las mujeres pierden terreno en el Bundestag

  26 Octubre 2017    Leído: 452
Las mujeres pierden terreno en el Bundestag
La nueva Cámara nace con la proporción de parlamentarias más baja en dos décadas.
Un país dirigido por una canciller, con una ministra de Defensa y hasta tres partidos de la oposición con mujeres al frente. A primera vista, la política alemana podría parecer la meca de la igualdad. Pero no lo es. El escaparate de primeras espadas oculta una realidad política muy desigual, que en el arranque del nuevo ciclo político registra un importante retroceso. No había habido una proporción tan baja de mujeres en el Parlamento desde hace 19 años. En esta legislatura, las diputadas suman menos de un tercio del hemiciclo (30,7%), lo que representa una cifra muy por debajo de casi todos los países de Europa occidental aunque por encima de la media de la UE. En la anterior legislatura las alemanas fueron el 36,5% del hemiciclo.

El 19ª Bundestag ha iniciado este martes su andadura después de unas elecciones que han renovado por cuarta vez el mandato de la canciller, Angela Merkel, y han incorporado dos partidos al Parlamento –la ultraderecha por primera vez desde 1945 y los liberales-. Quedan ahora por delante largas semanas de negociaciones que deben alumbrar un Gobierno tripartito. En el nuevo Bundestag hay también más diputados que en la anterior legislatura y la abrumadora mayoría de ellos son hombres.

“Me avergüenzo”, reconoce sin ambages en su despacho del Bundestag Karin Maag, diputada de la Unión Cristianodemócrata, la gubernamental CDU de Merkel. El bloque conservador es precisamente de los que salen peor parados. En el nuevo hemiciclo se sentarán apenas 41 diputadas de los 200 escaños que ha obtenido el partido conservador; es decir un magro 20%.

La extrema derecha es el partido con menos mujeres en el Bundestag (11%) y le sigue el bloque conservador de la CDU/CSU (20%). En tercer lugar aparecen los liberales del FDP (22,%) y después la socialdemocracia (42%), Die Linke (53%) y los Verdes (58%). Estos tres últimos partidos, en los que la presencia de diputadas es mucho mayor, trabajan con cuotas en sus listas. La CDU se ha marcado un objetivo voluntario de un 30% que no acaba de funcionar.

¿No ha servido de nada tener una canciller durante 12 años?. “Al revés, para muchos hombres es una coartada. Piensan que con tener una jefa de Gobierno ya está todo solucionado”, explica Maag, que preside el grupo de mujeres de la CDU. Es el conocido como efecto Merkel.

Las causas de la desigualdad son como casi siempre múltiples. Y tienen que ver en parte con las complejidades del sistema electoral alemán, pero también con una cultura política dominada por hombres y en la que muchas decisiones se cuecen fuera de los despachos, en el terreno de la complicidad interpersonal y gracias a unas tupidas redes de poder, a las que ellas tienen un acceso más limitado.

Maag explica que el problema empieza muy pronto. Que los hombres de su partido deciden dedicarse a la política entre 15 y 20 años antes que sus compañeras, que optan por estudiar y se empeñan en ser las mejores en sus carreras y cuidan a hijos y padres. Ellos, mientras, van tejiendo una densa red de contactos que con los años se convertirán en apoyos y con la que ellas no pueden competir cuando desembarcan con 35 años en el laberinto de intereses de los círculos políticos.

En las elecciones, el votante alemán deposita dos papeletas. Una, con la de un candidato de su circunscripción, el llamado mandato directo. Y otra, con la lista cerrada de un partido. El candidato del primer voto es un puesto muy codiciado porque puede ser la forma más rápida de poner el pie en el Bundestag. Lo eligen los compañeros de partido, sin que medie necesariamente la meritocracia y ahí es cuando las relaciones trabajadas durante años dan sus frutos y esa es también la primera gran criba para las aspirantes a diputadas.

“Tenemos que empezar mucho antes”, piensa Maag, quien reconoce que llegó al Bundestag en 2009 gracias a una serie de escándalos protagonizados por hombres, que habían debilitado a su partido en Stutgart. Pensaron que, poniendo a una mujer en las listas, igual cambiaban de tercio e incrementaban además las posibilidades de que llegara al Parlamento.

Una vez dentro del Bundestag, la lucha por los mejores puestos adolece de las mismas desviaciones. “Somos muy pocas, las redes solo de mujeres no son suficientes. Hay que hacer carrera y tener visibilidad, no basta con concentrarse en los temas técnicos”. Maag dedica parte de su tiempo a buscar el apoyo de los diputados para sus compañeras. “Ellas tienen más obligaciones familiares y menos tiempo para hacer carrera política en los pasillos”, reconoce.

Helga Lukoschat, presidenta de la Academia Europea para las mujeres en la política y en la economía (EAF), una organización consagrada a la igualdad en las esferas de poder alemanas, advierte de que la situación en la política local es aún más grave. Según las cifras que maneja, apenas el 10% de los alcaldes son mujeres. “En el ámbito local es donde comienza la verdadera discriminación. A veces es evidente, pero a menudo es sutil. A ellas las relegan a asuntos políticos menores y ellos se quedan con las carteras pesadas”.

Pero como la diputada conservadora, Lukoschat también cree que el resultado electoral de las generales de septiembre es tan preocupante, que puede dar pie a abrir el debate sobre la conveniencia de adoptar una ley de paridad como la francesa, que obligue a presentar igual número de hombres que mujeres en sus listas. El problema es que el encaje jurídico en el sistema alemán no es fácil. Los obstáculos técnicos solo podrían ser sorteados con fuertes dosis de voluntad política. Lukoschat alberga dudas. “Alemania es un país todavía muy conservador en cuestión de género”, sostiene.
ElPais

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