Ideas para evitar el naufragio

  26 Junio 2016    Leído: 442
Ideas para evitar el naufragio
Los «equipos de emergencia» europeístas trabajan ya para fortalecer el proyecto de la UE: se va uno, pero quedan 27

En un gesto de fuerte contenido simbólico, los ministros de Exteriores de los seis Estados fundadores de la Unión Europea –Francia, Alemania, Holanda, Luxemburo, Italia y Bélgica– se reúnen hoy para estudiar las implicaciones del voto británico. El escenario ha cambiado de modo súbito, y mientras unos estudian cómo salvar los muebles otros abogan, con más prudencia, por extraer lecciones y «refundar» el proyecto. Esa necesidad estará presente la semana que viene en una cumbre europea a la que, por primera vez, no acudirá el Reino Unido. Los 27 líderes de las 28 naciones de la UE van a tener que optar por alguna de las diversas soluciones que ya se defienden para evitar el naufragio, y que van desde la huida hacia adelante a la revisión a fondo del cascarón del barco para que no vuelva a hacer agua.

«Goodbye Londres»
El «puente de plata» a los británicos, una vez que invoquen el artículo 50 del Tratado de Lisboa, debe levantarse en el menor plazo posible, según insistieron ayer tanto el presidente Hollande como la directora del FMI, Christine Lagarde. El Tratado establece como máximo dos años, pero cualquier procedimiento que abrevie ese tiempo será muy positivo para evitar que avance el contagio en el continente. Más importante que la brevedad es la claridad de los términos del «desenganche» británico, una novedad en la historia del proyecto comunitario. Todos los analistas coinciden en que es imprescindible que la nueva relación del Reino Unido con la UE no tenga ambigüedades ni trampas internas. El documento final debe dejar absolutamente claro que los Estados miembro disfrutarán de más ventajas en el libre mercado interno que quienes no pertenecen al club. No tendría sentido que quienes renuncian a los deberes mantengan los mismos derechos.

Más Europa federal
Decía Jacques Delors, en su época de mandato bonapartista en Bruselas, que es imprescindible un mínimo de neblina en las decisiones de la Unión para evitar que el populismo frene el proyecto. Si algo bueno ha mostrado la torpe convocatoria del referéndum del Brexit es la necesidad de que los electorados conozcan y puedan opinar sobre los asuntos comunitarios. Tanto Merkel, como Hollande y Renzi, coincidieron ayer en la necesidad de subrayar lo que une a los europeos y no lo que separa a sus naciones.

Protección de fronteras
Entre las ideas que se barajan, y dada la importancia de responder con una decisión positiva fuerte a un portazo tan sonoro como el británico, se especula con la posibilidad de «refundar» el proyecto europeo con un nuevo Tratado, que simplifique el actual y deje claras las prioridades de los 27. El expresidente francés Nicolas Sarkozy propone que el nuevo pacto fije con claridad las reglas de protección de las fronteras externas de la Unión –ante la avalancha de sin papeles– y reduzca al máximo las competencias europeas en torno a una «docena de prioridades», como la energía y la agricultura, para devolver a los Estados la soberanía en el resto.

La idea supone, asimismo, frenar de modo indefinido la ampliación europea (referencia explícita a las aspiraciones turcas), y establecer una suerte de tratado Schengen II para impedir la libre circulación de ciudadanos no comunitarios en el interior de las fronteras de la Unión. Una clara concesión a la preocupación de los electorados eurófobos tanto británicos como continentales. Los ciudadanos no culpan a la UE de la escasez de trabajo, pero sí de la falta de seguridad, y el auge de los movimientos populistas en casi todos los Estados es una buena muestra de ello.

Europa a varias velocidades
Vuelve a aflorar el viejo de proyecto de permitir que, quienes así lo deseen, avancen hacia una mayor unión política. La llamada «Europa a varias velocidades» fue utilizada en el pasado como un espantajo o una amenaza frente a los remolones; y siempre fue rechazada por el miedo cerval a la creación de un eje franco-alemán, que acabara estableciendo su diktat al resto de los Estados europeos menos poderosos o más reaccios a ceder espacios de soberanía y tradiciones. El resultado ha sido, según algunos, un proyecto que no contenta ni a los europeístas convencidos ni a los euroescépticos. Un poco más de flexibilidad podría despejar los fantasmas.(ABC.es)

Etiquetas:


Noticias