De aquel último encuentro disputado el 12 de mayo de 1993 ante el Turan IK de Tovuz salieron ganadores los ‘jinetes’, traducción del azerí de atlilar. Desde entonces, la entidad vive en el exilio, ya asentada en la prosperidad de Bakú, bajo el apodo del ‘Club de los refugiados’. Un millón de azerbaiyanos abandonaron las franjas de tierra ocupadas por los armenios que aún son fuente de tensiones entre uno y otro país. Las autoridades locales consideran cualquier visita sin su consentimiento a la autoproclamada República de Nagorno-Karabaj y los territorios ocupados circundantes como una violación de la soberanía y la integridad territorial.
“Claro que el conflicto está presente en la vida del club, tenemos dos jugadores que vivieron muy de cerca la guerra. El capitán Rashad Sadigov (35 años) y Gara Gariyev (35)”, relata Rubén Sellés, preparador físico y asistente del idolatrado entrenador, Gurban Gurbanov. “Gariyev se crió en un campo de refugiados, era un niño que jugaba al fútbol donde podía y Sadigov es otro refugiado”, cuenta Sellés, que añade: “Una vez al año el club participa en los actos conmemorativos con un homenaje y de vez en cuando, el club invita a los veteranos a los partidos o a viajar con nosotros. Una pancarta en el estadio Bakramov, en el que disputa el torneo local, recuerda a Bagirov, el entrenador que murió durante la guerra que es considerado un héroe nacional”. En medio del conflicto, Bagirov abandonó el fútbol para crear su propia tropa. Una mina antitanque acabó con su vida. "Es muy duro representar a una ciudad que no existe y espero que en poco tiempo podamos volver a nuestra ciudad", desea el técnico Gurbanov.
Los nacionalismos potencian la simbología y la moderna y futurista arquitectura de Bakú es una amalgama de señas de identidad. La ciudad está presidida por la segunda bandera más alta del mundo, 162 metros de mástil. Por encima de ella, las tres Torres de Fuego, tres edificios curvos acristalados de 192 metros de altura flamean sobre la bahía del Mar Caspio. Al caer la noche lucen encendidos por una iluminación volcánica acorde con el eslogan del país: Azerbaiyán, tierra de fuego. El propio Qarabag es el gran símbolo deportivo de la identidad nacional, amplificado ahora por su histórica participación en esta Champions League, en la que utiliza el también flamante Estadio Olímpico, otra iluminada joya arquitectónica que resplandece en la noche de Bakú. "En el primer partido hubo dificultades, era a primera experiencia para nuestro país acoger un partido con 68.000 aficionados. Pero merece la pena. No jugamos sólo para ellos, jugamos para todos los azeríes del mundo”, sostiene Gurbanov.
Al Qarabag y a Bakú fue a parar el canario Dani Quintana en el verano de 2015 tras un periplo que le llevó por la cantera del Valencia, varios equipos de Segunda B, el Jagiellonia polaco y el Al-Ahli de Arabia Saudí. “La ciudad es supermoderna, hay de todo, incluido un restaurante, El Portalón, con cocinero y comida española. No se me caen los anillos por jugar aquí”, dice este mediapunta que en su primera temporada conquistó la Liga y la Copa y terminó como máximo goleador del campeonato con 15 tantos. Sus primeros seis meses en el Qarabag tuvieron cierto parentesco con la situación que ahora vive Diego Costa. “Antes de fichar por el Al-Ahli, estuvieron interesados en mí, pero me fui a Arabia. Allí no me dieron tiempo para adaptarme, cuando me marché, no podía fichar por un tercer equipo por las normas de la FIFA. Al club y al entrenador les dio igual, me ficharon y me dijeron que esos seis meses me vendrían bien para adaptarme al país. Este es el club más serio de todos los que he jugado.”, afirma Quintana.
El defensa central polaco Jakub Rzezniczak, una de las últimas incorporaciones del equipo, se atrevió a dar el paso de mudarse a Bakú desde el Legia Varsovia, tras consultar con Quintana: “Me preguntó y le dije que no dudara, que aquí no hay problemas de pagos. El petróleo es la principal fuente de ingresos del país, pero el club pertenece a un conglomerado de empresas de alimentos, Azersun. El club ha crecido mucho, construyó un estadio para jugar los partidos de Liga y una residencia al lado con instalaciones de primer nivel donde entrenamos y nos concentramos antes de los partidos. ”. Al asturiano Míchel Madera, le atrajo en su momento la posibilidad de jugar en Europa. Criado en el vivero de Mareo, tras cinco temporadas en el Sporting en 2011 dio un salto efímero al Birmingham de la Premier League, de allí fue al AEK de Atenas, luego al Getafe, tres años, y Macabbi Haifa, una temporada. “En 2015 tenía un precontrato con el Mallorca, pero no se concretó. El Qarabag jugaba la Liga Europa y me interesaba”, explica Míchel.
“Al principio me llamó la atención que se entrenara por la tarde y que en los descansos de los partidos dediquen tiempo a rezar”, cuenta el mediocentro asturiano, que dice sentirse muy identificado con el estilo de juego que ha impuesto el técnico Gurbanov: “Nos gusta tener la posesión, aunque contra rivales como el Chelsea, la Roma o el Atlético es más complicado. En Londres nos golearon (6-0), pero a la Roma ya se lo pusimos difícil (1-2) y pudimos empatarles al final”. “El entrenador”, apunta Rubén Sellés, “estuvo estudiando la metodología de Guardiola, se entrevistó con Eusebio cuando era técnico del Barça B y también fue a ver los entrenamientos de Jürgen Klopp en Dortmund. Partiendo de esa base creó una estructura sobre esa idea de juego que va del primer equipo hasta los más pequeños. Fichamos jugadores que se adapten a ese estilo”. De esa manera de jugar, brotó otro apodo que acompaña al Qarabag: El Barcelona del Caúcaso. ¿Y contra el Atlético no cambiarán? “No, trataremos de mantener la pelota para buscarles huecos atrás, que aunque parezca que no, los dejan”, concluye Sellés.
ElPais
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