El Mediterráneo está intrínsecamente ligado a la obra del pintor que desarrolló buena parte de su carrera en estas tierras, nostálgico quizá de la luz de su Málaga natal de la que se alejó físicamente, pero no mentalmente, como defiende esta muestra. Picasso, un genio sin pedestal recupera en el Mucem (Musée des Civilisations d`Europe et de Méditerranée), en Marsella, las raíces del artista que alimentó su trabajo con influencias originarias de las artes y tradiciones populares.
El Mucem presenta en esta ocasión 270 obras de las cuales dos tercios pertenecen a coleccionistas privados, lo que ha permitido a Joséphine Matamoros, Bruno Gaudichon y Émilie Girard, comisarios de la exposición, reunir obras icónicas junto a algunas piezas inéditas. La popularidad del artista no permite a estas alturas hacer una retrospectiva de su obra, por lo que la exhibición propone una nueva tabla de lectura marcando un camino a través de la importancia que las artes y tradiciones populares tuvieron en Picasso.Dividida en cuatro espacios, Un genio sin pedestal, expresión que utilizó para referirse a él Michel Leiris en un texto sobre el pintor en 1988, se preocupa por revelar la representación de la cotidaneidad en la obra del artista, sus objetos y temas fetiche -la tauromaquia, los instrumentos musicales o el circo, entre otros-. Las dos salas restantes recuperan las técnicas que trató fuera de la pintura pero que, al mismo tiempo, alimentaron sus investigaciones plásticas y, por último, sus famosas esculturas de ensamblaje, como Cabeza de toro o La mona y su cría, donde el coche de juguete de sus hijos se convierte en la cabeza del simio en esta escultura de bronce.
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